Tuesday, August 08, 2006

La Isla

La Isla

Dirigida por Michael Bay
Guión de Caspian Tredwell-Owen, Alex Kurtzman y Roberto Orci

Ewan McGregor .... Lincoln Six Echo/Tom Lincoln
Scarlett Johansson .... Jordan Two Delta/Sarah Jordan
Djimon Hounsou .... Albert Laurent
Sean Bean .... Merrick
Steve Buscemi .... McCord
Michael Clarke Duncan .... Starkweather

Hubo un tiempo en que la poesía sirvió para reflejar el anhelo de la humanidad por comprender su origen. Fueron esos días en los que los recuerdos se perdían en el tiempo como lágrimas en la lluvia.

La identidad, la culpabilidad, el destino, eran temas abordados desde una perspectiva diferente en el ciencia-ficción. Un No Future que había nacido las más de las veces de la mente enfermiza de de Philip K. Dick, pero que solo con la llegada de Ridley Scott había conseguido la categoría de discurso filosófico.

El ansia de unos seres por ser humanos. Humanos en búsqueda del alma. El alma escondida tras los recuerdos. Los recuerdos como una mentira. Una mentira convertida en la base de la creación. Roy Batty comprendió que la vida era lo más importante, cuando rescata a Rick Deckard antes de morir...

Pero eso fueron otros tiempos.

El cine ha cambiado. No puede pararse, no debe pararse, debe ser un estímulo constante, como las imágenes implantadas en la retina de Alex para cambiar su comportamiento en La Naranja Mecánica. El cine ha cambiado, el espectador ha cambiado.

El discurso, afortunadamente, resucita.

Y es que The Island, la última superproducción del verano, el último desfile de dólares y actores de generation next, el último fracaso en taquillas estadounidenses, no es otra cosa que un remake encubierto de Blade Runner.

Un grupo de clones (llámalos replicantes, llámalos agnates, llámalos cuarto de lomo genéticamente mejorado) que cobran conciencia y deciden cuestionarse su mundo, conocer su origen, obtener sus propios recuerdos, mientras son perseguidos por un cazador despiadado que tiene más cosas en común con ellos de lo que en un principio pudiera creer.

La Tyrell Corporation y la indústria Merrick son los dos nombres que recibe el Cielo, y tanto Tyrell como Merrick son los mad doctors que se creen Dios. Son los nuevos Víctor Frankenstein, creadores de vida para un futuro mejor, pero que creen disponer de ella a su voluntad.

Pero no nos engañemos, la última vez que Michael Bay leyó poesía fue cuando le pasaron el listado de marcadas que debía incluir en primer plano para recaudar fondos para la película. Si en Yo, Robot era escandaloso el uso de artículos comerciales de nuestra era en un futuro próximo, La Isla nos inclina a invertir en bolsa en estos productos. Que Puma, Aquafina, Audi, Nokia y otras tantas gocen de tan buena salud de aquí unos veinte o veinticino años, ¡es un buen indicador para tener seguridad en una compra de acciones a largo plazo!
Afortunadamente, no se convierte en obstáculo para el devenir del film, sino en un aliciente más para un segundo visionado (¿para cuando el juego descubre todas las marcas y gana un viaje a la Isla?) de carácter más jocoso.
Y ahora centrémonos. Que es lo que le debió decir Steven Spielberg, en la producción, a Michael Bay. No soy Jerry Bruckheimer. No quiero hacer solo otra peli de tiros más. Pero sé que vales, tío. He visto todas tus películas. Pearl Harbour era una mierda, caquita de la buena, pero tenía los mejores 45 minutos de combates aéreos que se hayan filmado jamás para la gran pantalla. Dos policías rebeldes era tu prueba de fuego, tu targeta de presentación, y Will Smith te ayudó, y lo sabes. Pero con Dos policías rebeldes II te despachaste a gusto. No me extraña que te pegues estos batacazos. Eres un tío duro, sin concesiones, que si debe mostrar sangre e higadillos lo hace. Yo mismo soy incapaz muchas veces de atreverme, y cuando lo hago lo filmo en blanco y negro, no vaya a ser que alguien se ofenda. La única vez que filmé cámara al hombro fue al inicio de Salvar al soldado Ryan y cuando veo esa escena creo que la has rodado tú. Sí, chico, tú. El que tuvo el valor de hacer un remake de Doce del patíbulo en el espacio, llamarlo Armaggedon y dejar en bragas a mi superproducción superaburrida, Deep Impact. Y no te doy más la brasa, porque sé que tienes muy claro lo que quieres hacer con tu carrera. Estás rescatando el cine que más te gusta, como yo hice en los setenta. Has producido el remake de La Matanza de Texas y de Horror en Amityville. Sabes que tu padre, John Frankenheimer, estaría muy orgulloso de ti. Así que, chico, aquí tienes el guión de La Isla, cuya historia compré hace años de una novela malísima llamada Clones, de la que apenas queda nada. Yo pongo el dinero. Dime, ¿qué quieres?

Coches, coches que hagan mucho ruido. Y helicópteros. Y un par de esos chismes voladores de la guerra de las galaxias. Y quiero a Obi Wan.

Y Michael Bay ha demostrado de lo que es capaz y, aún mejor, de lo que puede llegar a conseguir. Ahora mismo, es el mejor director de secuencias de acción que existe en Hollywood, un auténtico entertainer, un maestro de pista del circo que, cuando cuenta con los recursos adecuados, da lo mejor de si mismo. Alejado del clasicismo, reivindicando sus raíces del video-clip, depurando el arte de la imagen por milisegundo, es el único director capaz de explicar una historia con un ritmo incesante, agotador, multifragmentado, y que se entienda a la perfección. Es un ilusionista, el rey del más difícil todavía, encajado dentro de una estructura antigua, la de la presentación nudo desenlace. Hace tres películas en una y se queda más ancho que largo.


La primera hora, un drama de ciencia-ficción, que tiene la fortuna de no querer engañarnos. Nadie se iba a creer que la devastación era verdad. En Doce monos sí era pausible el fin de la humanidad por un virus. Aquí no. Es todo demasiado irreal, bonito, de anuncio de Loreal con Ben Affleck y su pelo de Madelman. Bay no nos quiere engañar. Nos dice, esto es lo que hay, pero esto es lo que está pasando.Vemos que es todo una farsa, como los muñecos autómatas de Almas de Metal. Pero desde el primer minuto de película Bay va al grano. Lincoln 6 Echo es defectuoso: se cuestiona el mundo en el que vive. ¿Cómo, pero esto no era un film de acción? Sí, lo es. Pero no está vacío. Como en el film de Spielberg, el (injustamente) denostado Jurassic Park, somos presentes de un hecho fenomenal. Como decía el personaje de Jeff Goldblum en el clásico de los dinosaurios: por mucho que nos empeñemos, por mucho que creamos tener el control, la vida se abre camino.
¿Es humano un cacho de carne alimentado con nutrientes artificiales? ¿Tiene alma? ¿Tiene recuerdos?

El guión nos va planteando estas preguntas. Un guión escrito por los culpables de Goonies 2 (si alguien la ha visto que levante la mano), pero tambien por los descerebrados y retorcidos perpretadores de la serie Alias y de la próxima entrega de Mission: Impossible. Y Bay tiene planos verdaderamente magistrales. Cuando el personaje de Ewan McGregor se pregunta dónde van los tubos que cada día llenan de sol a sol, no obtiene respuesta. Unos minutos después, Bay los sigue de manera ejemplar, y hace que un escalofrío nos recorra el espinazo.

Este primer acto, con un mundo bonito, todo me parece bonito, asistimos a la presentación de los protagonistas. Ewan McGregor parece estar en un tratamiento de desintoxicación de Trainspotting 2, mientras que Scarlett Johanson corre el riesgo de morir de asfixia si le acercan un pincelito más de Margaret Astor. Sale Sean Bean, aunque yo creo que es Lluís Homar, en su despacho (si será malo que hasta tiene un Picasso), y Steve Buscemi (fetiche de Bay) haciendo de... Steve Buscemi.

Todo va bien, hasta que se destapa la caja de los truenos. La desgarradora escena del parto, o la caza de Micharl Clarke Duncan, trastocan este mundo ideal (ideal si nunca has leído a George Orwell, claro).


Me imagino el primer día de rodaje del segundo acto. Michael Bay se levantaría, desayunaría huevos con bacon, y diría algo así como me encanta el olor a napalm por la mañana. Porque en este segundo tramo Michael hace lo que se le da mejor. Desde el momento en que vemos el mundo exterior, sabemos que todo ha cambiado. Si dentro, los planos eran más cerrados, el color se aproximaba a los sueños eróticos del osito de Mimosín, la sensación de plató era incluso claustrofóbica, cuando Lincoln y Jordan salen al exterior, Bay abre campo. Y nunca mejor dicho. Acompañado de una banda sonora que no chirría en ningún momento, Bay se lo pasa en grande, y da rienda suelta a su fantasías erotico-cinematográficas. Bares de carretera, motards, coches de gran cilindrada, baños sucios (sí, Ewan, este debe ser el lavabo más sucio de Arizona), chistes a costa de la virginidad de los protagonistas, desierto, futuro, y cosas que vuelan.

Aparece entonces en escena Rick Deckard. O lo que es lo mismo, el personaje encarnado por Djimon Hounsou, a mi parecer, el actor con más presencia de todo el film. Un cazador, lider de un escuadron paramilitar impagable, fans de ZZ Top, que son los responsables de “retirar” a los replicantes huidos. No, no tocan el piano mientras hacen reflexiones con la voz en off. La profundidad de estos cazadores se limita a un comentario, en plena y sangrienta persecución, en un ascensor con música lounge. Un día duro, eh? . Parece que Garth Ennis esté entre ellos.
Es en esta larga persecución (el juego del ratón y el gato, el corre-corre que te pillo), en la que Ewan McGregor dice unas quince mil veces la palabra run, cuando asistimos, atónitos, a un despliegue de explosiones, efectos especiales y luchas sin parangón. Dir /list
Helicópteros, camiones, coches, motos y, la set-piece de acción más impactante del film (que me mantuvo con la boca abierta durante minutos), las abejas negras. No diré nada más, porque sería como joder la escena de los spiders en El retorno del Jedi.

Deckard se comporta como Tommy Lee Jones en El fugitivo (¿he dicho Deckard? Bueno, ya sabeis, Djimon), y ves venir los tiros (que tambien es lo que tienen estos films, son bastante previsibles, pero no por eso menos entretenidos).

Y se va acercando el momento cumbre. Los clones van a conocer a sus originales.

Estoy convencido que esa imitación de english pose la ha hecho mil millones de veces Ewan McGregor con sus colegas en los pubs de Edimburgo.


Vamos que, Tercer acto. Mientras el personaje de Jordan va perdiendo entereza (en particular porque Scarlett Johanson está desubicada en esta película), absorvida en parte por el negro zumbón y enorme, Lincoln sale a flote. Y es que esta vez Roy Batty no se conformará con salvar a Harrison Ford y a una paloma, no.
¿Ha llegado el electricista? ¿Y los bomberos? De acuerdo. Apaga esos ordenadores, que no quiero nada digital para el final. ¿Dónde están los extras? No, no. Aquí solo veo trescientos. Pedí tres mil. Está bien... oh, vaya, el teléfono. ¿Sí? Oh, sí, hola Steve... sí, sí, estoy acabando... ajá... ¿nazis? No, no creo que pueda poner nazis en esta película ya... hombre, a lo sumo podría convertir a Merrick en Mengele... ajá... sí, un crematorio sí lo podría meter... sí, incinerados...sí, sí, como corderitos... ajá, ajá... gracias, Steve... oye, por cierto, ¿para cuando la próxima de Indiana Jones?

Sube la música, aumenta la épica, salta el fuego, se corren las cortinas, el ser humano es iluminado.


Y vive.

Al menos, hasta el siguiente verano.

4 comments:

Rafael P. said...

Es posible que Bay no sea el mejor director de los que hay ahor mismo, pero sus películas siempre son interesantes y nunca las ves una vez y ya.
Espero con ansia transformers.

Anonymous said...

With thanks for an excellent blog post

Anonymous said...

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Anonymous said...

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