Monday, December 27, 2010

Bruc, de Daniel Benmayor

El desafío ¿de quién? ¿a qué?

Iría veinte veces a ver Bruc.
Solo por el intento de una industria cinematográfica tan estancada en los desamores urbanos como la catalana de hacer algo diferente ya vale la pena el precio de la entrada.
Porque si vas a ver Bruc, quizá se atrevan a hacer más pelis así.
Y si hacen más, quizá alguna sea una gran película.
Así que si apuestas ahora por Bruc, apuestas por ampliar miras en nuestro cine. Y eso lo necesitamos si no queremos ver otra vez la historia de infidelidades y aprendizajes emocionales con que nos dormimos cada año.

El personaje de la novia: lo peor del film.

Dicho esto, Bruc es muy floja e inocente.

Tiene algunos detalles destacables de dirección y a nivel visual a veces es solvente (esa escena de la emboscada francesa en el bosque entre tinieblas, o aquella otra con las sábanas del monasterio), pero todo suena a ya visto. Es un dejà vu constante.

Y eso que me gusta la idea de adaptar la historia de Rambo con el timbaler del Bruc como action hero. La encuentro divertida y acertada. Y es una de las razones por las que fui a ver la película.

Lo malo es que donde en allí había una progresión en la tensión, una cierta épica (porque yo soy de los que reivindican Acorralado como una gran película en su género), aquí todo pasa porque son las cosas que tienen que pasar.
Es decir: ves venir de antemano cualquier punto de inflexión, cualquier muerte, cualquier diálogo, porque sabes que, según todos los clichés de este tipo de survival, existe un timing para que pasen estas cosas.
Y claro, como con Avatar, saber qué va a pasar de antemano aburre.

Si a eso le sumamos que la banda sonora no encaja en absoluto en el desarrollo de la película (momentos demasiado calmados para escenas de persecución, tono telefílmico), algo chirría.

La definición de los personajes es bastante ramplona, buenos y malos sin matices. El guión hace aguas por todas partes porque los protagonistas actuan en base a estereotipos, no a la realidad. El grupo heterogéneo de cazadores es gracioso pero inverosímil, y las interpretaciones son muy desiguales. Me quedo sobretodo con el gran Vincent Pérez y con Santi Millán, que están bastante bien. Juanjo Ballesta, pues pone esa cara de pobre niño abandonado bajo la lluvia todo el rato, igual que cuando se convierte en superhéroe (superbruc) al tercio final del film. Un tercio que estás esperando desde el minuto uno y que, cuando llega, es bastante descafeinado.

Ah, y por favor. Montserrat es un escenario precioso, pero no es necesario tanto plano aéreo cada tres minutos.

Amigos, lo dicho: id a ver Bruc. Vuestro dinero servirá para que se asuman más riesgos. Y con ellos llegarán las buenas películas.

Esperemos.


Y ahora, unas cuantas imágenes que salen en google cuando buscas Bruc: