Monday, August 22, 2011
Conan el Bárbaro, de Marcus Nispel (con spoilers, pero total para lo que cuenta la peli...)
Sunday, May 01, 2011
Thor, de Kenneth Brannagh
Monday, February 01, 2010
Solomon Kane, de Michael J. Bassett

Así no hay manera de entrar en la peli, ni aún cuando a la hora de proyección el (super)héroe compone su traje típico (el de peregrino que copió el Van Helsing de Sommers) y parece que la cosa va a más. Y no.
Una lástima que el verdadero Solomon Kane, el cabrón que lucha en África contra pigmeos caníbales y rescata a princesas de pechos voluptuosos (y que aparece en el prólogo con toda una declaración de intenciones: "aquí el único demonio soy yo") se quede en África.
No quiero ver al Kane que quiere resarcirse y que busca la paz en Inglaterra. No he pagado la entrada para ver como durante hora y veinte el tipo que antes fue un gran luchador se niega a combatir y se deja tundar por cuatro skin-heads del siglo XVII.
Acertada la decisión de fichar a James Purefoy, un Hugh Jackman tras veinte años en la cárcel.
Sobre la parte final, un par de apuntes:
Vale que el guión no es lo más importante en este tipo de films. Pero se podrían cuidar los detalles. Así, si Kane lleva diez minutos diciendo que se ha criado en el castillo que quieren asaltar y que sabe como entrar sin hacerlo por la puerta, lo que NO debes hacer es: que entre por una cloaca que los deja a un metro de la puerta (la sensación en el cine era que estaba viendo un remake de Top Secret) y cuando diga en voz alta "yo crecí aquí", que nadie le responda "¿tú has vivido aquí?", porque no parece serio.
Y si no tienes dinero para efectos por ordenador y te está quedando la peli la mar de apañada con cuatro prostéticos, maquillaje y látex a tutiplén (que es uno de los logros de la peli y consigue crear una atmósfera barroca, densa y sucia), si no tienes dinero, digo, no lo inviertas en el peor monstruo creado por cgi que se haya visto en pantalla en mucho tiempo. Un Spore malhecho, que no aporta nada, y al que le faltan un par de renders para dejar de parecer un garabato digital que se queda colgado cada vez que hace un movimiento.
Por lo demás, la peli se deja ver un sábado por la tarde. Lo que no es poco.
Monday, December 21, 2009
Avatar, de James Cameron

Incluso puede que hayais visto la película.
Así que no os voy a dar el coñazo. No voy a repasar la carrera de Cameron (que sería algo estúpido) ni voy a dedicarle unas cuantas líneas definiéndolo como un director clasicista en la vanguardia de la tecnología.
Porque tres horas de película impecablemente facturada me han dejado frío.
Técnicamente, Avatar es perfecta. En ningún momento te da la sensación de estar viendo efectos especiales, sino algo real. Ese es su gran (muy gran, por lo que representa en salto cualitativo en el cine) logro. Puede que no tan visible como lo fue el T1000 de T2, pero seguramente un avance notable en los fx.


Sin ser ofensiva (peor eran La Cagalera de Cristal o La Nenaza Fantasma, del desquiciado Lucas), con destellos de alguien que sabe hacer cine, Avatar produce al principio curiosidad, después resignación y finalmente cierta vergüenza ajena al reconocer los tics new age que pensábamos que Cameron

La banda sonora de James Horner provoca estupor. Y punto.
No lo he pasado mal viendo Avatar, ojo. Me ha entretenido. Con todos sus peros. Con todo lo kitsch que sabe llegar a ser. Y tiene escenas de un kitsch empalagador.
Y ahora, algunas comparaciones y sumas graciosas que podeis twittear citando la fuente y recomendando mis novelas:
- Pocahontas + Los Pitufos + Un tienda de los chinos = Avatar
- Avatar tiene la originalidad, la estética y la alegria en los colores de un catálogo del Toys'r Us.
- Bailando con Lobos + El retorno del Jedi + Ibrahimovic cianótico = Avatar
- Avatar es un especial de Navidad de Los Pitufos.
- Q-Zar + Happy Meal + Greenpeace = Avatar
PS. Ah, por mi ya pueden parar de proyectar films en 3d. Ya vale con la gracia. Aunque sea, junto a UP, la película que más ha sabido aprovecharlo hasta el momento, no es que me aporte mucho, la verdad.
PS2. Disculpen la dilatación entre post y post. Estoy terminado mi nueva novela y debo robarle tiempo al blog.
Saturday, August 08, 2009
Up, de Pete Docter (pero de Pixar en general, para qué engañarnos)

Que Pixar había alcanzado cotas técnicas elevadísimas era algo que ya sabíamos de antemano. Que Wall-E era una disección magistral de los sentimientos más inocentes quedó patente el año pasado.

¿Qué podía aportar la historia de un anciano que se embarca en un viaje con su casa atada a un puñado de globos?
Up es un dardo en el alma. La aventura soñada.
Divida en dos secciones claramente diferenciadas (como en Wall-E, en lo que empieza a ser un sello propio de plantear dos películas diferentes en una), Up envuelve al espectador de principio a fin.
Es imposible no emocionarse con esos primeros quince minutos, una lección de cómo hacer CINE con mayúsculas. Pete Docter y los chicos de Pixar se permiten el lujo de narrar la vida de alguien desde la infancia hasta la vejez con pocas palabras y concisión de imágenes. En diez minutos, la película te ha robado el corazón. Pero esos minutos no oscurecen el resto del metraje, sino al contrario, lo hacen más grande, bigger than life, inmenso y emocionante.

Prefiero no desvelar mucho sobre el argumento, que incluye perros parlanchines y pájaros esmuñidizos (una suerte de Correcaminos que el Coyote lleva años intentando cazar). La fotografía es soberbia, cuando no hipnótica, y el uso de la maravillosa banda sonora de Giachino es ejemplar.
Up nos sube al zeppelín Spirit of Adventure y nos anima a acompañarles en este periplo a los sueños. Reiremos con los canes, sufriremos vértigo en las alas de un aeroplano y lucharemos con espadas junto a Kirk Douglas y Spencer Tracy.
Pero recordad: los sueños solo son la meta. La aventura es vivir el camino hasta llegar a ellos.

Los de Pixar parece que han encontrado el sendero a seguir.
Yo pienso acompañarles, ocultando las lágrimas de emoción tras las gafas 3D en la oscuridad del cine, cogiendo de la mano a mi pareja y sintiéndome afortunado.
Tuesday, March 24, 2009
Thursday, February 12, 2009
El curioso caso de Benjamin Button, de David Fincher

Y El curioso caso de Benjamin Button es un libro abierto sobre cómo realizar una película oscarizable, a saber:
- Personaje central que convierte su defecto en virtud.
- Historia bigger than life.
- Relación tormentosa pero duradera.
- Corte de personajes secundarios curiosos cuyas vidas cambian por acción del protagonista.
- Pasajes épicos.
- Tramos intimistas.
- Fotografía y efectos especiales deslumbrantes.
- Una escena de guerra que demuestra el heroísmo del protagonista.
Como el relato de Scott Fitzgerald en el que se basa es demasiado corto, los productores contrataron a Eric Roth, el guionista de Forest Gump, para que cumpliera con su cometido. Roth, ni corto ni perezoso, debió abrir el word y le salió el dichoso clip: “Parece que está escribiendo una película oscarizable!”. Y de allí a usar la plantilla de la peli de Zemeckis solo hay un click.

Todo el tema del niño que crece entre ancianos como otro viejuno más es lo mejor de la cinta, junto a la parte de la segunda guerra mundial y la relación de Button con la mujer casada interpretada por Tilda Swinton. A decir verdad, la química entre estos dos es muy superior a la que pueda existir entre Brad Pitt y Cate Blanchet. Porque... ¿tiene Blanchet química con alguien en la gran pantalla?
Pitt está bien, sobretodo en esa caracterización de viejo (¡por fin una creíble!), más que cuando se aproxima a la juventud de tercera edad (aunque creo que hay un par de décadas en las que no cambia su aspecto en absoluto). Blanchet es fría y lleva su personaje al terreno donde los lleva todos: a la desconexión con la platea.
Pero todo lo que se pueda ganar con lo que tiene de bueno el film se pierde en su infinita previsibilidad, que lo convierte en un producto prefabricado de laboratorio, emociones plastificadas al más puro estilo Edward Zwick y sus películas de fotoprix. Los diálogos acumulan un montón de convenciones, con frases ridículas y a menudo vergonzantes (que le digan “eres perfecto” en un susurro a Brad Pitt no puede sino despertar la carcajada del respetable); los personajes secundarios están vacíos, poco definidos y no se ven en absoluto influenciados por Button; los intentos de dramatismo (como el final del capitán) son una mera excusa para colar moralejas carrinclonas; y así tres horas.

Solo hay una escena que me desconcertó: el cortometraje ameliesco que sucede en París. No me lo esperaba, y resultó ser un pegote sin ningún tipo de solución de continuidad con el tono del film, algo tan absurdo como que a alguien se ocurriría: “ya que estamos en París, “hagámoslo a la Amelie!”. ¿Por qué?
¿Y ese lucir tipo jamesdeanesco sobre una Harley? ¿Y esos descartes de la vida de Brad Pitt durante el rodaje de Siete años en el Tíbet, amortizados aquí para verlo viajar por Oriente? ¿y ese momento a cien cañones por banda?
Fincher, esto es solo un tropezón en una carrera más que estimable. Y más viniendo de donde vienes, la que quizá sea la mejor película de lo que llevamos de década, Zodiac. Pero es que El curioso caso de Benjamín Button se queda en un intento de agradar a la Academia, y poco más. Hora y media menos de metraje y la hubiera disfrutado (¿es necesario el dramón sobremesero del último tercio?), pero entonces quizá los productores no hubieran tenido la enésima gran película americana... con un epílogo que podría firmar cualquier comercial de Benetton.
Postdata: me olvidaba de la historia en el presente con la hija leyéndole el diario de Button a su madre, enferma terminal en un hospital al que se aproxima un huracán. Pues eso. Me olvidaba. Por algo será.
Sunday, December 28, 2008
The Spirit, de Frank Miller

Feliz Día de los Inocentes, pues.
Al trapo.
-Will... Will... ¿Estás ahí?
-...
-¿Will?
-Frank, déjalo. Está muerto.
-Lo he hecho antes, Robert. Te lo juro.
-Tengo la vista quemada de tanto mirar a las velas, y el terciopelo negro de la mesa me da corriente estática. Will no va a aparecer, Frank.
-Cuando estuve con los indios contacté con mis ancestros.
-Sí, pero eso era por el peyote, Frank. Will Eisner no vendrá hoy.
-Te digo que vendrá.
-Yo me largo.
-¿Y mi proyecto?
-Tú lo has dicho: tu proyecto. Yo paso. Con Sin City nos salió la cosa bien. Con Grindhouse la cagué. No vuelvo a meterme en camisas de once varas.
-¿No lo entiendes, Robert? The Spirit puede ser Sin City 2
-Ya estamos haciendo Sin City 2, Frank.
-Bueno, pero puede ser Sin City 2 antes de Sin City 2.
-Va a ser un castañazo, que te lo digo yo. No se debe tentar a la suerte.
-La suerte está de nuestra parte.
-Claro, mira lo que pasó con Spy Kids. Hice un mierdo así de grande y triunfó. Y luego versiones y reversiones y segunda y tercera partes, para aprovechar la buena suerte. Ni para los muñecos del happy meal la querían, al final.
-¿Will?
-Frank, que estás pesao... Que Sin City no es The Spirit. Que son mundos diferentes. Además tu comic ya tenía esos juegos de luces y contrastes. Eisner era más abigarrado y más dinámico. Mucho más dinámico.
-Por eso quiero hablar con él. Que me muestre el camino.
-¿Tu no me escuchas cuando hablo, verdad?
-Will, únete a nosotros...
-Lo que te dieron los indios te ha dejado secuelas, Frank.
-Secuelas. ¡Secuelas! Si podemos hacer la trilogía de Sin City y construir una saga con The Spirit ya nos retiramos. Mira Batman: me copian el Dark Knight y se hacen de oro. Yo tambien quiero una parte dels pastel.
-Un pastel es lo que va a salir como sigas con la idea de hacer esta peli. Que te he visto algunos story boards y no sirven ni como reposavasos.
-¡Qué sabrás tú de novela gráfica!
-¡Qué sabrás tú de cine! Que en el rodaje de Sin City solo te dedicabas a magrear a Jessica Alba.
-Era mi personaje.
-Una guarrada es lo que era. Que parecías un perturbado. Haz como yo, joder. Fílmalas de forma bonita, erótica, como a Salma en Abierto hasta el amanecer. Que no se note que lo haces para pajearte.
-Vale, vale. Lo haré.
-¿A quién tienes para el reparto femenino?
-A Jaime King, Eva Mendes, Scarlett Johanson...
-¡Toma ya! ¿Y quieres hacer The Spirit? Rueda una hora y media con estas chicas paseando por delante de la cámara y lo petas.
-No creas que no lo he pensado. Pero la historia es lo primero.
-No me jodas. Con todas esas tiparracas en pantalla nadie se va a fijar en la historia.
-Quiero contar algo. Quiero ser trascendente.
-Trasciende, a ver.
-Mira: la historia de Spirit. La del poli que es asesinado y vuelve a la vida de forma inmortal.
-Ajá. Como Robocop.
-No, no. Como El Cuervo.
-Pero ese no era un poli. Ese era un Charles Bronson gótico con rimmel en los ojos.
-Pero saltaba de edificio en edificio, por los tejados, en una ciudad oscura.
-Vale, te compro la moto. ¿Qué más?
-¿Cómo que qué más?
-Con eso llenas el prólogo. ¿Qué viene luego?
-Bueno... es lo que quería preguntar a Will...
-O sea que no tienes nada.
-Un poli resucitado.
-Y un puñado de tías buenas.
-Sí.
-Y muchos lápices de colores.
-No. Solo rojo y negro, por el rollo de ser anarquista e ir por libre y eso.
-Frank.
-¿Qué?
-Déjalo. Va a ser una mierda. Y te lo dice alguien que no sabe nunca cuando parar.
-Tengo a Samuel L. Jackson.
-Y quién no...
-¿Por qué dices eso?
-Porque Samu se apunta a un bombardeo. Mierda que se rueda, mierda en que actúa.
-Pues no es barato.
-¿Y de qué hará? ¿De poli duro y socarrón o de caballero galáctico duro y socarrón?
-De malo duro y sensible con los ojos pintarrujeados.
-Eso no se coge por ningún lado.
-Mira, tengo algunas pruebas de vestuario suyas. Aquí... y aquí...
-¿Pero qué mierdas es esto?
-¿A qué te refieres? ¿Al sombrero gigante o al disfraz de nazi de segunda mano?
-¡Me refiero a esta estética salida de Rocky y Bullwinkle!
-¿Lo qué?
-La farsa esa con la que engañaron a DeNiro. El principio del fin, el advenimiento del apocalipsis.
-¿No te gusta la ropa?
-(Sput sput)
-Tampoco es necesario escupir, Robert. Que el fotoprix no es barato y son las únicas que fotos que tengo.
-Ahora ya es definitivo, Frank. Yo no me meto en esto.
-Vale, vale. No te pongas así.
-Frank, tío, que esto no va a ningún lado. No tienes historia, no tienes nada.
-Haré que The Spirit vaya a la caza de Octopus.
-¿De quién?
-Octopus: Samuel L. Jackson.
-Con ese gorro.
-Sí. Voy a detener a Octopus, dirá, con semblante serio, al inicio del film.
-Vale. Pero no lo encontrará hasta el final.
-Uy, no. En la primera escena ya se enfrentará a él.
-Vaya. Tiene que ser algo trágico, épico, para poder mantener el ritmo. ¿Qué tienes pensado? Algo como la lucha entre Obi Wan y Darth Vader en la Estrella de la Muerte?
-No, no. Ahí voy a innovar. He estado viendo mucho cine español últimamente.
-¿Cine español? ¿Amenábar? ¿Almodóvar? ¿Fresnadillo?
-¿Has visto Mortadelo y Filemón?
-No.
-Ese es el camino a seguir, Robert. Lo veo. El comic toma el cine. Voy a adaptar The Spirit como se adaptó Mortadelo y Filemón.
-¿Era buena?
-Buenísima. Unas hostias como panes.
-Vale. Entonces tenemos al héroe... ¿quién es el héroe?
-Gabriel Macht.
-¿Quién?
-Gabriel Macht. Salía en Sensación de vivir.
-Te has dejado todo el dinero en actrices, ¿verdad?
-Son más resultonas en pantalla.
-Pajillero.
-Si uno no hace lo que le gusta...
-Venga, tenemos al héroe enfrentado a Octopus. ¿por qué?
-¿Cómo que por qué?
-¿Cual es su motivación?
-¿Will? ¿Will?
-Will no va a venir, Frank. Deberás responder tú a esa pregunta.
-Pues... pues Octopus era un forense loco que hacía experimentos y resucitó al poli muerto y siguió haciendo experimentos. Y ahora el poli y el forense son inmortales.
-¿Y?
-Y ya está. The Spirit quiere detener a Octopus.
-Un forense que se vuelve villano crea a un héroe inmortal.
-Y los secuaces del villano perseguirán al héroe para matarlo.
-Al inmortal.
-Sí, pero como son clones gordos y estúpidos no se dan cuenta que es imposible y siempre fracasan.
-Y Octopus es el único sensato.
-No. Octopus es un villano de perfil bajo. Muy chillón, con trajes de mafioso barato y el logo de Catalunya Radio tatuado en la nuca. Scarlett Johanson es su ayudante.
-Scarlett como dominatrix.
-No exactamente. Aún no sé muy bien como definir su personaje. Supongo que saldrá siempre como muy misteriosa.
-Enseñarás el escote, al menos.
-Sí, pero tampoco mucho, que la Mendes se pone celosa.
-Eres consciente que hay ciertas lagunas en el argumento.
-Bueno, se rellena. Pongo algo mitológico, que siempre queda muy alegórico.
-Mitológico.
-Sí, yo qué sé. La sangre de Heracles. Que si se la beben se vuelven inmortales.
-¿Pero no eran inmortales ya?
-Sí, pero eran inmortales como de ETT. Con la sangre de Heracles lo serán de contrato indefinido.
-Muy lógico, sí.
-Y tambien pondré algunos flashbacks muy largos y tediosos.
-Eso siempre apesta, bien hecho.
-¿Te ríes de mi?
-¿Quién, yo? No, no. Aún no. ¿Y también le piensas poner voz en off, como en Sin City?
-Sí, pero solo a ratos.
-Porque mucho molesta, ¿no?
-Sí. Cuando no tenga otro recurso la usaré. Pero bueno, que a malas hago que muchas escenas pasen fuera de plano y todo queda como muy intuido.
-Muy inteligente, Frank.
-¿Por qué te pones la chaqueta, Robert? Si no hace frío.
-Náh, que me he acordado que tengo que ir a hacer unos recados.
-Espera, espera, ¡que aún no te he hablado de Paz Vega!
-¿De quién?
-Que ya te he dicho que he estado viendo mucho cine español, Robert.
-¿Quién coño es Paz Vega?
-La que hizo Spanglish.
-Carrerón, vaya.
-Sí. Nos ha costado cuatro duros y tiene unas abdominales brutales. Además, se acaba de poner tetas y se le ha ido la mano. Tendrías que verla.
-Abdominales y tetas. No puedo negar que como currículum pinta bien.
-Sí. Y cuando veas el papel que le tengo reservado...
-¿No tienes fotos de esta?
-Están pegajosas.
-Vale. No sigas. ¿De qué hará?
-Será una bailarina francesa exótica experta en el uso del sable.
-O sea que saldrá en bikini.
-¡Sí!
-Frank, si quieres un consejo, haz que las tías enseñen mucha pechuga.
-Eso está hecho, Robert.
-¿Harás tú el guión, al final?
-Pues supongo que sí, porque si Will no viene...
-Si Will ha oido esto, te aseguro que no vendrá.
-Esta tarde mismo haré el guión. Tampoco es tan difícil, ¡que soy un tótem del cómic, joder! Puedo escribir muchas frases pretenciosas y vacías para rellenar minutos.
-Te creo, Frank. Oye, en serio, que me tengo que ir. Que me cierran el videoclub y quiero alquilar Dick Tracy, que tampoco estaba tan mal.
-Yo me quedo un rato más, para ver si viene Will.
-Frank.
-¿Sí?
-¿Tú sabes lo que es la vergüenza ajena?
-Más o menos.
-Que pases un buen día, Frank.
-Gracias, Robert. Quedamos para lo de Sin City 2, ¿no?
-Si de caso ya te llamo yo.
-Vale, vale.
-Adiós.
-¿Will? ¿Will?
Sunday, September 14, 2008
Hellboy II, de Guillermo del Toro

Pues parece confirmarse poquito a poco que Guillermo del Toro es un poco como Tim Burton, con sus cosas buenas y sus cosas malas.
- Las cosas buenas ya las sabemos más que de sobras: ese perfeccionismo visual, ese universo propio reconocible en cualquier fotograma de sus films, ese toque personal.
- Las malas, que se olvida de detallitos tan insignificantes como el ritmo narrativo o un argumento interesante.
Así que Hellboy II parece más un espléndido catálogo de monstruos que una película de cine. Y eso, personalmente, me aburre.
La historia (mucho menos Mignola que la primera parte), parece una versión ampliada de El laberinto del Fauno, hasta tal punto que esperava ver salir a Sergi López vestido de facha para enfrentarse a Rojo en cualquier momento (apreciese la minuciosa elección de términos para construir una metáfora que Del Toro ni siquiera habrá imaginado). La trama, un príncipe de los elfos sin carisma decide que es hora de combatir a los humanos, y Hellboy deberá impedirlo, a la vez que intentará que su relación con Liz avance. Ya está. Dos horas y pico para eso. Monstruo tras monstruo tras monstruo, la historia no va a ningún lado que no sepamos que irá de antemano. Plantas antropomórficas gigantes, mercados subterráneos que parecen el consulado de Mos Eisley, ángeles de mil ojos, rocas vivientes, bichejos carnívoros, enanos sin piernas... van desfilando para empachar al espectador. Los diseños son magistrales, sí, pero a la media hora ya estás deseando que vayan al grano. Los films de Del Toro me dejan cada vez más frío, y me cuesta empatizar con sus protagonistas.
Los diálogos en Hellboy II son superficiales, tontos o infantiles, y el montaje parece hecho a trompicones. No es una mala película, es una película aburrida y totalmente desaprovechada. Sobre las peleas, si visteis Blade II, pues son un calco.
Si a eso le añadimos que algunos de los personajes tienen un lamentable doblaje al castellano (Santiago Segura como Krauss, el moreno de Cruz y Raya como Abe, y solo se salva Buenafuente como uno del que no recuerdo el nombre), la experiencia a veces se convierte en desagradable.
Guillermo del Toro, por libre, tiene el poder de perderse. A veces sería deseable que un productor le atara corto y le hiciera ceñirse a un estilo más clásico (como Mimic, o El espinazo del diablo), aunque ello significara acotar un universo que amenaza de desbordarse.
Por cierto, el ejército dorado del título es un bluff.
Thursday, May 22, 2008
Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, de Steven Spielberg

No creo que sea justo dilatar una espera 20 años para esto. Recuerdo haber visto el Templo Maldito en el Palacio Balaña de chiquitillo, y La última cruzada en una sala de Gracia que creo que ya no existe. Ha caído mucho cine desde entonces, y cada poco se oían rumores de una nueva entrega de Indiana. Está muy viejo, decían los detractores hace ya 15 años. Náh, Indy aguanta el tipo, defendía yo.
En estos años incluso publiqué una novela en homenaje al arqueólogo, Montecristo, ¡en la que salía hasta Bellocq!
Me pregunto cómo sería el guión de Darabont que Lucas rechazó después que Ford y Spielberg dieran el vistobueno. Se rumorea que hay algunos elementos de él en el film, pero que incluía nazis escondidos en el amazonas y un macguffin diferente. Por lo visto, Lucas quería otra excusa argumental, que es la que al fin se ha plasmado en la pantalla.

Pero algunos tornillos del engranaje empiezan a fallar.
Indiana Jones nunca ha sido realista, ni lo ha pretendido, pero sí creo que ha intentado suponer un entretenimiento adulto que tambien pueden disfrutar los niños. En los primeros pasos de La Calavera de Cristal hay algunas salidas de tono impropias de la serie. Vale, el universo Indy ha cambiado, ahora es más cómic y más serie B, y Spielberg exige fe. Pero yo puedo mantener mi fe en el Grial, en el caballero inmortal, en el templo subterráneo de lava en la India o en el poder del Arca. No puedo mantener mi fe en la hipérbole porque sí, porque hasta ahora el mundo del professor Jones no había sido así. (*)Si Jack Bauer se mete en una nevera y sale despedido a dos millas de distancia por el efecto de una explosión nuclear, me lo creo. Indy lo siento pero no. Por muy bien rodado que esté, que lo está, y por mucho que tenga uno de los planos más hermosos de la saga, con la silueta de Indy recortada contra la seta nuclear.
Y aquí es donde supongo que aparece Lucas y mete droja en el colacao de Spielberg, porque la película pasa a ser mediocre. Entretenida, sí, pero completamente indigna de la trilogía original. Otra amenaza fantasma.

Observemos: El Arca, mayestática, omnipotente, perfecta. Las piedras de Shankara, peligrosas, misteriosas, místicas. El Grial, el sueño de todo hombre. La calavera de cristal, un melón enorme de metacrilato que se venderá a 39,95$ en el Toys'r'us.
Al término del film: ¿alguien puede explicarme exactamente para qué sirve la calavera de cristal?
Si ni siquiera tiene melodía propia. Todos recordamos la melodía del grial, la del arca o la del templo. No he encontrado la del melón...
Pero eso no es lo peor.
Puedo aceptar que TODO se haya rodado en interiores, y que la selva amazónica sea tan real como un pesebre, si me lo venden como un tipo de rodaje de serie B que ya no se estila (y será por algo). Lo aceptaré, aunque lo discutiré: las otras tres tenían exteriores impresionantes y por eso nos gustaban, aquí todo sabe a Chuck Norris en En busca del templo del oro. De hecho, pensándolo ahora, el argumento es prácticamente el mismo. Lo que no puedo aceptar es tal cantidad de despropósitos en todo el fragmento de la jungla (*)Aquí debería contenerme, porque puedo pasarme días escribiendo sobre las tonterías en el amazonas. El tarzaneo de Shia LaBeouf junto a un puñado de monos (sic), Marion e Indy discutiendo como niñatos, las autopistas del Bosque, todo llano y recto y sin peajes, que conducen a las tres cascadas.. La historia pierde toda credibilidad porque lo que ocurre es absurdo y tonto, más propio de Tex Avery que de Indiana Jones, y como espectador me siento dolido (*)Marion lanzando el coche por un barranco para aterrizar sobre la copa de un árbol y descender al río..

Estaría dispuesto a hacer la vista gorda a todo esto si Spielberg se hubiera dignado a incluir el elemento mágico de la trilogía: intensidad emocional.
Siempre habíamos viajado con Indy porque sufríamos con él, amábamos con él y nos traicionaban como a él. Era tan humano como nosotros. Ese final de la cruzada, cuando su padre le convence para que deje el cáliz, o cuando en el barco del arca perdida se queda dormido mientras Marion le besa. Incluso la despedida a la austríaca de la doctora Schneider nos llegaba al corazón.
Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal está vacía. Ninguno de los personajes tiene la más mínima química entre si, porque no son humanos. Son píxels de un videojuego que saltan de aquí para allá con cuatro lineas de diálogo en medio. Casi todas las frases son o innecesarias o ininteligibles, y no hay el menor atisbo de inteligencia en ellas. Los personajes nos dan igual. Y eso duele, porque Indiana Jones no nos da igual.
De hecho, incluso odiamos un poquito a Marion porque da grimilla verla dando gritos por la selva (que ya no tiene edad, señora). Y a Indy le daríamos un cachete para que espabilara y dejara de pasear.
En busca del cuentapasos perdido sería uno de los títulos para rebautizar este insulto cinematográfico. Indiana solo anda y anda y anda y se dedica a dar sermoncillos, pero de acción más bien poca (y la poca que hay, achacosa). Se comporta como el Henry Jones de Connery. Pero no queremos ver eso. Ya tuvimos un Henry Jones, ¡no queremos que Indiana sea igual! Creo que a Ford a veces le da hasta igual la película. Que se limita a cobrar y punto (*)Ahí está la escena en la que presuntamente es torturado a mirar el melón de metacrilato (lo que dice mucho también sobre lo que piensan los responsables del film sobre este engendro). Su cara es la de un tío al que le suda actuar.
.
No hay emoción, como tampoco hay suspense. Los espectadores vamos muy por delante de los personajes. Tanto, que estos acaban pareciendo tontos. Hay escenas de vergüenza ajena. Irina Spalko, la villana, es ridícula (*)Cuando comparan la sombra del cráneo con las pinturas del templo de Chuck Norris y dicen oh, son iguales. ¡Claro! ¿Qué esperabais? ¿Para qué vais, sino? Y dicen que Spalko es científica, pero yo solo la veo dar órdenes en traje de mecánico y con una espada (que ya es algo más que ver a LaBeouf llorar cada dos por tres). O eso de las tres cascadas que vaticina el profesor Oxley (uno de los personajes más fraude de la saga, del que no sabíamos nada hasta hoy y ahora resulta que era el tutor de Indy, como si Abner no hubiera existido): son las cascadas menos emocionantes de la historia de las cascadas; ideadas para su próxima construcción en un parque de atracciones. Y la dirección de Spielberg es sosa y anónima, sin su sello. Ni el de Williams, que firma una de las composiciones más aburridas en años. Y no hablemos de Kamisnki, que sí o sí quería sobreexponer la iluminación.
Y la película termina en lo que nunca debió. Spielberg falta a su palabra (y de forma tan clamorosa que incluso podría ser denunciable) y llena de efectos digitales la pantalla. Indy se convierte en un remedo de La momia (que a su vez era una copia rebajada en agua del arqueólogo), y el espectáculo happy meal patea el culo de los que crecimos y amamos esta serie (*)La parte de El Dorado es tan burda, tan incoherente y estúpida... Los apocalyptos son de un relleno espantoso, y duran cuatro minutos en pantalla (creo haber visto a Darth Maul entre ellos). La entrada al templo es cutre, y no tiene sentido que tengan que abrirlo a porrazos, o que se les escondan los peldaños. ¿por qué? ¿por qué? ¿por qué?. Y la mano de Lucas es alargada y putrefacta y destroza el universo Jones con sus masturbaciones megalomaníacas (*) No se conforma con negarnos a Abner Ravenwood. Tenía que meter naves espaciales y extraterrestres con síndrome de Diógenes. Lo que nos lleva a plantear: si tan listos y poderosos son los aliens, ¿cómo dejaron que un español analfabeto con armadura les arrancara la cabeza hace quinientos años? ¿qué sentido tiene ir a buscar a otro ET en el área 51, si luego no sirve para nada? ¿estará la mamá del pequeño Haley Joel Osment en El Dorado? ¿Y Richard Dreyfuss?

Como un servidor de ustedes ya estaba pálido, prácticamente no he prestado atención al cierre de la saga (me refiero a Cocoon, porque el final es de Cocoon, y porque la de Indy y allegados parece que tiene cuerda para rato, mientras se puedan vender muñecos y videojuegos).
Y decían que el templo maldito era mala, dice uno de los freaks del baño de los cines.
No os imaginais lo que me duele escribir estas lineas.
Saturday, March 24, 2007
300, de Zack Snyder

Zack Snyder debutó con la sorprendente Amanecer de los muertos, remake del Zombi de Romero, y en mi opinión, muy superior al original. En ella, se narraba la historia de unos tipos encerrados en un centro comercial, que padecían el acoso de miles de muertos vivientes. El mensaje de la película era claro: no hay futuro. Zack Snyder no dudó en eliminar el happy end de su concepción del cine.
Poco después, el gran éxito de las adaptaciones de cómic al cine, y la posibilidad de hacer realidad las viñetas gracias a los efectos digitales, abrió las puertas a Frank Miller a llevar su obra de culto Sin City, de la mano de Robert Rodriguez. Sus buenos resultados en taquilla debieron servir de luz verde para adaptar 300, la personal visión de Miller sobre la batalla de las Termópilas. Faltaba encontrar el director capaz de explicar con suficiente solvencia la historia de unos tipos encerrados en un desfiladero, que padecen el acoso de miles de monstruos orientales...
Y así es como Zack Snyder nos trae su Amanecer de los persas.
Personalmente, Frank Miller me aburre. Sus historias siempre tratan lo mismo: el héroe asocial, que es repudiado por la misma gente a la que protege. Ya sea Batman, Hartigan o el Rey Leónidas. Pero dentro de este esquema siempre encuentro algo, sobretodo en los diálogos, en cierta pedantería narrativa, que me atrae.
Por lo que tenía mis miedos con 300. Tras ver el trailer, temía que se tratara de un peplum estático, aviñeteado, donde los protagonistas gritarían mucho. Atrás queda el canónico Gladiator de Scott, o la Troya de Petersen (que solo se puede ver en clave western, haced la prueba). ¿Sería capaz de insuflar la suficiente vida y personalidad Snyder al film?
La respuesta es sí.
300 es todo un espectáculo de principio a fin y, sobretodo, algo nuevo. Toma cierta distancia con la fantasía épica tradicional en la imaginería, pero sigue los patrones de los clásicos en el fondo. A saber, la lucha por la libertad y la negación al sometimiento de la mencionada Gladiator o la infravalorada Braveheart. Comparte también con el film de Gibson un gusto por la violencia fuera de la corriente imperante en USA los últimos años. Si bien una violencia estilizada, distante, que permite ser salpicado por la sangre sin sentir repulsión.

Porque en ningún momento Snyder intenta recrear un episodio histórico. El director, apoyado fielmente en el comic-book de Miller, crea un nuevo mundo, con sus propios códigos, sus propias leyes físicas, con razas e imperios que nos son conocidos, pero que no pertenecen a nuestra realidad. El rey Leónidas puede escalar una montaña a base de brincos, las persas pueden lanzar granadas contra los espartanos, un ser deforme puede cambiar el curso de una guerra. Dentro de ese mundo, son hechos no solo posibles, sino verosímiles. Un mundo de color ocre, de fotografía desaturada y textura granulada, aceitosa como los torsos de los espartanos.


Los personajes empiezan siendo mayoritariamente humanos, para ir apareciendo en escena más y más bestiales progresivamente. Los orcos inmortales, el ejecutor con manos de cangrejo, el gigantón de la cúpula de trueno... se suceden en una pesadilla interminable para el grupo de espartanos locos por el fitness. Es imposible tratar de decir que tal casco no corresponde a esa época, o que los elefantes no entraron en Europa hasta el año tal... las típicas cosas que hacen los listillos que van al cine a dar lecciones de historia a sus amigos en lugar de a disfrutar de la película. Que lo intenten siquiera con Amanecer de los persas.

300 es a la vez hiperviolenta y poética. Habla de grandes hechos y mima los detalles. Las gotas de sangre saliendo disparadas hacia delante cuando una lanza se clava en el enemigo, las sandalias hundiéndose en la arena al resistir la primera embestida, el vello de la espalda de la reina antes de la batalla, el caballo blanco apareciendo de la nada para dejar un espartano sin cabeza, de pie, muerto sin saberlo.
Amanecer de los persas confirma la ascención de Zack Snyder como uno de los cineastas más interesantes de la actualidad, buen recopilador de cultura freak reciclada a blockbuster. Cine de masas bien facturado, diferente y fresco, cuya proxima parada parece ser otra adaptación, el Watchmen de Alan Moore.
Sentaos en la sala, olvidaos de los niñatos que teneis al lado y que gritan cada vez que aparece un pezón, y dejaos llevar por la historia de un puñado de macarras empeñados en morir antes que arrodillarse, en su peculiar mundo ocre de respeto y honor.

Sunday, August 27, 2006
La joven del agua (2006)
El principal escollo al ver una película de M. Night Shyamalan (MNS) son las expectatitvas creadas.
No es algo que le pase solo a él, existe un buen puñado de directores cuyas películas son esperadas casi como la palabra de Dios, y sobre las que se forma una corriente de opinión antes de ser estrenadas. Lynch, Cronenberg, Spielberg, Tarantino y demás son los más representativos.
¿Por qué en el caso de Shymalan esto juega en su contra?
Porque las vende mal.
Spielberg no vendió Munich como el encuentro entre dos civilizaciones alienígenas, ni Tarantino promoció Pulp fiction como una historia de amor entre un currela y la mujer del jefe. Shyamalan se equivoca en todas las promociones, y nos da detergente cuando queremos sal de frutas. Y el detergente lava más limpio que nadie, pero si uno busca algo contra la acidez, os aseguro yo que reaccionará a las malas.
Así, la pequeña (y muy estimable) obra de fantasmas que fue El sexto sentido se convirtió en un gran éxito porque nadie esperaba nada de ella. Catapultó a MNS a la fama, le convirtió en el nuevo Hitchcock (sic), e hizo que todo el mundo esperara siempre otra repetición de tal film. Infectado por el Síndrome Rod Serling (cuyo principal síntoma es el tener que crear un final sorpresa siempre, lo quieras o no), Shyamalan ha buscado distanciarse de su primer gran éxito pero sin perder las coordenadas que le hicieron lograrlo.
Esa artificiosidad ha conseguido que mucha gente se sienta defraudada con sus películas: todas son valoradas según el rasero de El sexto sentido, ninguna de forma autónoma o independiente. De El protegido, que vendió como un drama familiar cuando en realidad era un acercamiento íntimo a la mitología de los superhéroes, se criticó su frialdad. De Señales, que intentó colar como la explicación a los signos de los maizales (de hecho, un discurso sobre la fe y el destino), se le achacó su estrecha visión de una invasión alienígena reducida a un nucleo familiar. De El bosque… de El bosque se le puede criticar todo lo que quiera, porque es el resumen de los defectos de Shyamalan: vendió una peli de terror cuando es undrama rural, coló algunos de los miedos más ridículos de su filmografía en escenas patéticas (la persecución de la ciega en el bosque es de corto amateur); e intentó meter un final sorpresa para contentar a todo el mundo que es, cuanto menos, sonrojante.
Ese deseo de contentar a todos los espectadores, de hacer cine familiar a la par que fantástico, de no querer reducir su público, es lo que le ha hecho enfrentarse a él. Si todos tenemos una función en la vida, Shyamalan la está buscando en el cine, y le cuesta encontrarla.
Y La joven del agua trata de lo que tratan todas las pelis de MNS: nuestro lugar en el universo. Intenta responder a la pregunta: ¿Qué **** hacemos aquí? (Los asteriscos son porque Shyamalan no acepta tacos, por dios, que esto lo van a leer niños).
Como en todas su anterior filmografía, MNS cree en el destino, en la función vital de cada hombre (y mujer, siempre políticamente correcto), y lo plasma en un cuento infantil.
A ver, seamos francos, la película me ha parecido preciosa. Todo esto rollo que he soltado y espero por vuestro bien que hayais saltado hasta encontrar el título del film en cuestión, es solo para decir que me esperaba un truño del tamaño de Andoni Ferreño. Me daba miedo el primer trailer que vi en que parecía que MNS había hecho el remake de 1,2,3 Splash. Me daba miedo el segundo trailer en que parecía que MNS había hecho el remake de Un hombre lobo en Londres. Me daba miedo no saber a qué atenerme.
Y por fin Shyamalan (fijaos que el director es siempre lo más importante en sus películas, algo quiere decir, aparte de que tiene un ego tan grande como el estómago de Orson Welles) se deja de tonterías y explica algo con riesgo. Sabe que le caerán tortas (de hecho, ya ha tenido alguna pataleta que otra), pero es consciente que su película será valorada a medida que pase el tiempo. A partir de aquí se hace referencia a algunas escenas de la película; no son realmente spoilers, no se desvela nada, pero estais avisados.
La joven del agua bebe del pasado mitológico de El protegido y de muchas de las coordenadas de Señales, para tejer un cuento infantil moderno. No es la nueva versión de caperucita, ni la enésima de la bella durmiente, es una amalgama de creencias, culturas, relatos e invenciones propias, que encajan entre ellas de un modo brillante. Es el sincretismo particular de este hindú de Filadelfia. La joven del agua (LW, entre nosotros, porque LJA es otra cosa) estaría más cerca del En compañía de lobos de Jordan que de La bella y la bestia de Disney.
Así, hay que afrontar el film con ojos de niño, con ganas de ser sorprendido en el sentido más cándido de la palabra, como el personeje de Giamatti hace cuando pide que a la extravagante madre japonesa que le cuente el cuento que le permitirá ayudar a la ninfa que ha aparecido en la piscina. Shyamalan nos pide que nos liberemos de prejuicios, que volvamos a ser niños y a creer en la bondad, porque es la única forma en la que podremos salvar el mundo podrido.
Shyamalan introduce el humor de forma constante. Una vez dijo que el fracaso en taquilla de El protegido se debió a su frialdad, al distanciamiento respecto a al público. En Señales ya introdujo el humor de forma abundante, pero sin emplear apenas el recurso fácil de gag físico, sino basándose en las situaciones y los diálogos. En LW repite, impregnando todo el relato (que en el fondo no deja de ser agrio) de un sentido del humor que va de lo más sutil (los risueños adiós señor Heep de Soon después de contarle los detalles más escabrosos del cuento de las narf), a lo más cotidiano (la vidad particular de cada inquilino, en especial los porretas), pasando por la ternura (la lectura de los cereales) hasta el brochazo grueso contra los críticos (que tienen aquí una representación en un personaje caricaturesco en el que Shyamalan se ceba a gusto).
El director se mueve bien en los espacios cerrados. Es su especialidad contar grandes historias con pequeñas anécdotas. Pasa de lo íntimo a lo universal de forma natural, lo que se traduce en películas sin grandes efectos especiales ni despliegue de medios, pero con gran capacidad para emocionar. Como el Lasseter de Pixar, conoce los resortes del ser humano donde hay que pulsar para lograr la emoción pura, que al fin y al cabo es lo que el cine debería hacer cada vez que te sientas en una butaca dispuesto a entregar dos horas de tu vida (y un dineral de tu bolsillo). LW emparenta sobretodo con Señales en la elección de un único espacio de acción (la granje en aquella, el bloque de apartamentos en esta, rodeadas ambas por bosques y maizales donde se esconde la amenaza), y en muchas más cosas tambien. El uso del agua como elemento puro, salvador, la amenaza permante en el exterior del nucleo familiar, la pérdida de seres queridos que hacen tambalear las creencias del protagonista y el encuentro del destino de cada persona en el mundo, como un gran puzzle, hacen que estos dos films estén más próximos de lo que a primera vista parece.
El bloque de apartamentos, un mundo autárquico, aislado, solo conectado con la realidad a través de la televisión (donde SIEMPRE hay imágenes y noticias sobre la guerra de Irak) es el microcosmos donde Shyamalan aplica su plan de choque, al introducir un elemento fantástico (la ninfa) que, como en las viejas pelis de Spielberg, abrirá los ojos a todo aquel que esté dispuesto a creer. En la primera descripción de los habitantes de tal bloque (The Cove, se llama), uno se da cuenta de la imaginación desbordante de MNS: su mimo por los secundarios, a cual más extravangante sin caer en la parodia (salvo un caso), le confiere la capacidad de definir con un apincelada, una frase un gesto, toda una personalidad. Cobrará más importancia hacia el final del film, cuando uno ya se siente un vecino más. La elección de casting para los secundarios está lograda: actores desconocidos (alguno con apariciones esporádicas en alguna serie y poco más) para roles de cierta importancia en el desarrollo del film, lo que no destruye la credibilidad de una historia que, desde un principio, es fantástica.
Los protagonistas, Paul Giamatti como el encargado de todo, y Bryce Dallas Howard como la narf, se salen con la suya en una interpretaciones que no resultan fáciles. Al fin y al cabo, todo posee un aire irreal en medio de la realidad, y lo más tentador sería caer en el ridículo y la cursilería (por donde MNS bordea a menudo).
De Giamatti, un tipo que no me gustaba hasta que se ganó mi respeto con American Splendor, decir que el papel le va como anillo al dedo. La fragilidad y la torpeza que da a su personaje, junto con la solidez con la que afronta el tramo final, con una carga emotiva muy intensa, hacen que soporte casi por entero el peso de una película repleta de personajes que interactuan con él.
De la hija de Ron Howard, pues a poner cara de acelga mustia y virginal, que no debe ser fácil sin que se te escape la risa, y a conectar bien en pantalla con Giamatti, que es lo más importante al fin y al cabo.
Sobre la trama, poco o nada diré, si bien es mínima, casi una excusa para Shyamalan. Pero al fin y al cabo, lo importante en los cuentos no es lo que pasa, sino la moraleja, y LW no carece de ella: todos tenemos nuestra función en la vida. Para ello, MNS repite sus obsesiones cinematográficas: el uso del color rojo cuando hay peligro o muerte cerca (la lavadora con un jersey centrifugando junto al scar), los reflejos en cristales y espejos como forma de ver la verdadera realidad, los movimientos suaves de cámara durante todo el relato (excepto en los ataques del scar, sin duda, lo más terrorífco de la función).
Si a esto le añadimos que MNS es un excelente narrador, tenemos un escenas de lo más atractivas, como aquella en la que
Si lo que quereis es una historia de terror, id a ver Las colinas tienen ojos. Si lo que quereis es una historia de gente que las pasa putas, id a otra (no tengo ni idea cual hay en cartel ahora mismo). Si quereis tener pesadillas, id a ver cine español.
La joven del agua no es una película, es un cuento para los que creemos que todo está podrido, pero quizá aún haya ninfas en el jardín que puedan salvarnos.