Friday, June 22, 2007

Hostel 2, de Eli Roth


Eli Roth es, junto a Alexandre Ajá, Victor Salva, Zack Snyder, Marcus Nispel y Rob Zombie uno de los renovadores del género de terror, uno de esos que creció viendo la suciedad granulosa de los 70, y que se despacha a gusto en su loable intento de darle nuevos aires al género.

Su primera incursión, con Cabin Fever, era una horror movie fresca, llena de clichés pero divertidísima, que será recordada por los siglos de los siglos por la escena de la cuchilla. Luego se hizo amiguete de Tarantino, y este le produjo Hostel. Tarantino, hasta hace cuatro días, era sinónimo de taquillazo (ya veremos ahora después del fracaso EEUU de Gridnhouse), así que Roth dispuso no solo de los medios sino del respaldo comercial necesario. Recuerdo que hubo mucha gente que fue a verla diciendo hoy veremos la última de Tarantino, y tambien recuerdo que las decepciones fueron mayúsculas. Qué asco, menudo rollazo, vaya mierda... aunque tambien hubo quien se quejó que la peli fuera poco explícita (sic) o que no saliera la imagen del taladro del cartel (resic).

Hostel me pareció una cinta de lo más entretenida, con un inicio costumbristo-pechuguero (¿qué dura? ¿media hora? ¿tres cuartos de tetas y sexo sin escrúpulos?) que nos servía para presentarnos unos personajes de mierda a quienes no nos debía importar que mataran. Luego venía la parte de la fábrica, espléndida, y un final polanskiano de lo más estremecedor.

¿Cual es la diferencia de Hostel con el resto de los films de su generación? El enemigo deja de estar en el interior (como en el remake de La matanza de Texas), para ser el mundo contra América. Los yankis son cazadores de hembras a lo largo y ancho del planeta, que se convierten en presa de sus mismas víctimas. ¿Metáfora política?

El principal problema de Hostel 2 es que a duras penas innova. Dado que la primera parte se basaba en su mayor parte en la sorpresa, aquí ya vamos sobre aviso. Por eso, el funcional prólogo que ata los dos films se vuelve tedioso y presivible, alargado sin necesidad.

La estructura, la misma: chicas cachondas (creo que se repiten hasta los mismo clichés que en la primera) que de vacaciones por Europa van a parar a un pueblecito de Eslovaquia, hermosísima villa medieval de siniestras reminiscencias vampíricas, cuyos habitantes se comportan como si vivieran en la Edad Media. Jóvenes americanos modernos vs. mundo salvaje sin modernizar.



¿Por qué ver Hostel 2, si ni siquiera hay más tetas que en la primera parte?



Porque los clientes cobran protagonismo. Elite Hunting (que pasa de una empresa internacional a un tinglado de matarifes local de forma harto decepcionante) había enseñado a sus valedores de forma anónima antes: máscaras, vicio, armas chungas y puertas cerradas. A duras penas sabemos nada de ellos. En Hostel 2 les seguimos en todo el proceso que les lleva a enrolarse en semejante deporte de riesgo al estilo del Malvado Zaroff.



Así, una de las mejores escenas de Hostel 2 es la de la subhasta de las chicas, con un notable uso de la pantalla partida, rastreando a quienes son sus potenciales consumidores. Gente respetable, de bien, adinerados, padres de familia... y Richard Burgi. Siento especial afecto por este actor, protagonista de la serie Sentinel y malo maloso de la primera temporada de 24, un tipo capaz de mutar de bueno a malo y al revés en la misma escena, y ser creíble. Y Burgi se convierte en el personaje central de Hostel 2, a pesar de los intentos de Roth de dotar de vida a sus caracteres femeninos (sin resultado). Es una pena que no se dé al personaje de Burgi y de su acompañante, dos ricachones aburridos de todo que quieren probar nuevas experiencias, más entidad, porque la película hubiera sido muchísimo mejor si la historia hubiera pivotado a su alrededor. La esencia del cazador, con sus convicciones y sus dudas, es mucho más disfrutable que volver a ver a la víctima corriendo.

Afortunadamente, Roth tiene un bagaje cinematográfico notable, y se ampara en él para deleitarnos on algunas de las escenas más burras del gore comercial moderno. Esa guadaña rajando arterias de una chica colgando como un cerdo es puro giallo italiano, y la mayoría de torturas y salvajdas me recuerdan al Theater of Blood, de Vincent Price, con ese depurado gusto por la sangre. Incluso se atreve a romper unas de las normas que Hitchcock impuso para el cine, la que dice que si matas a un niño, el público no te lo perdonará.

Lamentablemente, no existe el suspense, porque la historia sigue casi al pie de la letra el argumento de su predecesora, pero algun que otro twist argumental hacen más que aceptable su visionado.

Hostel 2 es entretenida, aunque fácilmente olvidable. Solo un par de escenas perdurarán en la memoria como lo hizo el ojo colgante de la primera. Y una de ellas tiene que ver con un pene y unas tenazas.

Quiero que hagan Hostel 3, sí, pero para comprobar que Roth puede mejorar y no estancarse. Y quiero que se centren en el pueblo, en la gente que vive en él, en cómo aceptan ser parte del engranaje de muerte, en cómo se revelan (apenas hay un atisbo en Hostel 2), en qué sienten siendo el mundo aún por civilizar, a la caza de imprudentes norteamericanos.