Sunday, August 27, 2006

La joven del agua (2006)

La joven del agua, de M. Night Shyamalan

El principal escollo al ver una película de M. Night Shyamalan (MNS) son las expectatitvas creadas.

No es algo que le pase solo a él, existe un buen puñado de directores cuyas películas son esperadas casi como la palabra de Dios, y sobre las que se forma una corriente de opinión antes de ser estrenadas. Lynch, Cronenberg, Spielberg, Tarantino y demás son los más representativos.

¿Por qué en el caso de Shymalan esto juega en su contra?

Porque las vende mal.

Spielberg no vendió Munich como el encuentro entre dos civilizaciones alienígenas, ni Tarantino promoció Pulp fiction como una historia de amor entre un currela y la mujer del jefe. Shyamalan se equivoca en todas las promociones, y nos da detergente cuando queremos sal de frutas. Y el detergente lava más limpio que nadie, pero si uno busca algo contra la acidez, os aseguro yo que reaccionará a las malas.

Así, la pequeña (y muy estimable) obra de fantasmas que fue El sexto sentido se convirtió en un gran éxito porque nadie esperaba nada de ella. Catapultó a MNS a la fama, le convirtió en el nuevo Hitchcock (sic), e hizo que todo el mundo esperara siempre otra repetición de tal film. Infectado por el Síndrome Rod Serling (cuyo principal síntoma es el tener que crear un final sorpresa siempre, lo quieras o no), Shyamalan ha buscado distanciarse de su primer gran éxito pero sin perder las coordenadas que le hicieron lograrlo.

Esa artificiosidad ha conseguido que mucha gente se sienta defraudada con sus películas: todas son valoradas según el rasero de El sexto sentido, ninguna de forma autónoma o independiente. De El protegido, que vendió como un drama familiar cuando en realidad era un acercamiento íntimo a la mitología de los superhéroes, se criticó su frialdad. De Señales, que intentó colar como la explicación a los signos de los maizales (de hecho, un discurso sobre la fe y el destino), se le achacó su estrecha visión de una invasión alienígena reducida a un nucleo familiar. De El bosque… de El bosque se le puede criticar todo lo que quiera, porque es el resumen de los defectos de Shyamalan: vendió una peli de terror cuando es undrama rural, coló algunos de los miedos más ridículos de su filmografía en escenas patéticas (la persecución de la ciega en el bosque es de corto amateur); e intentó meter un final sorpresa para contentar a todo el mundo que es, cuanto menos, sonrojante.

Ese deseo de contentar a todos los espectadores, de hacer cine familiar a la par que fantástico, de no querer reducir su público, es lo que le ha hecho enfrentarse a él. Si todos tenemos una función en la vida, Shyamalan la está buscando en el cine, y le cuesta encontrarla.

Y La joven del agua trata de lo que tratan todas las pelis de MNS: nuestro lugar en el universo. Intenta responder a la pregunta: ¿Qué **** hacemos aquí? (Los asteriscos son porque Shyamalan no acepta tacos, por dios, que esto lo van a leer niños).

Como en todas su anterior filmografía, MNS cree en el destino, en la función vital de cada hombre (y mujer, siempre políticamente correcto), y lo plasma en un cuento infantil.

A ver, seamos francos, la película me ha parecido preciosa. Todo esto rollo que he soltado y espero por vuestro bien que hayais saltado hasta encontrar el título del film en cuestión, es solo para decir que me esperaba un truño del tamaño de Andoni Ferreño. Me daba miedo el primer trailer que vi en que parecía que MNS había hecho el remake de 1,2,3 Splash. Me daba miedo el segundo trailer en que parecía que MNS había hecho el remake de Un hombre lobo en Londres. Me daba miedo no saber a qué atenerme.

Y por fin Shyamalan (fijaos que el director es siempre lo más importante en sus películas, algo quiere decir, aparte de que tiene un ego tan grande como el estómago de Orson Welles) se deja de tonterías y explica algo con riesgo. Sabe que le caerán tortas (de hecho, ya ha tenido alguna pataleta que otra), pero es consciente que su película será valorada a medida que pase el tiempo. A partir de aquí se hace referencia a algunas escenas de la película; no son realmente spoilers, no se desvela nada, pero estais avisados.

La joven del agua bebe del pasado mitológico de El protegido y de muchas de las coordenadas de Señales, para tejer un cuento infantil moderno. No es la nueva versión de caperucita, ni la enésima de la bella durmiente, es una amalgama de creencias, culturas, relatos e invenciones propias, que encajan entre ellas de un modo brillante. Es el sincretismo particular de este hindú de Filadelfia. La joven del agua (LW, entre nosotros, porque LJA es otra cosa) estaría más cerca del En compañía de lobos de Jordan que de La bella y la bestia de Disney.

Así, hay que afrontar el film con ojos de niño, con ganas de ser sorprendido en el sentido más cándido de la palabra, como el personeje de Giamatti hace cuando pide que a la extravagante madre japonesa que le cuente el cuento que le permitirá ayudar a la ninfa que ha aparecido en la piscina. Shyamalan nos pide que nos liberemos de prejuicios, que volvamos a ser niños y a creer en la bondad, porque es la única forma en la que podremos salvar el mundo podrido.

Shyamalan introduce el humor de forma constante. Una vez dijo que el fracaso en taquilla de El protegido se debió a su frialdad, al distanciamiento respecto a al público. En Señales ya introdujo el humor de forma abundante, pero sin emplear apenas el recurso fácil de gag físico, sino basándose en las situaciones y los diálogos. En LW repite, impregnando todo el relato (que en el fondo no deja de ser agrio) de un sentido del humor que va de lo más sutil (los risueños adiós señor Heep de Soon después de contarle los detalles más escabrosos del cuento de las narf), a lo más cotidiano (la vidad particular de cada inquilino, en especial los porretas), pasando por la ternura (la lectura de los cereales) hasta el brochazo grueso contra los críticos (que tienen aquí una representación en un personaje caricaturesco en el que Shyamalan se ceba a gusto).

El director se mueve bien en los espacios cerrados. Es su especialidad contar grandes historias con pequeñas anécdotas. Pasa de lo íntimo a lo universal de forma natural, lo que se traduce en películas sin grandes efectos especiales ni despliegue de medios, pero con gran capacidad para emocionar. Como el Lasseter de Pixar, conoce los resortes del ser humano donde hay que pulsar para lograr la emoción pura, que al fin y al cabo es lo que el cine debería hacer cada vez que te sientas en una butaca dispuesto a entregar dos horas de tu vida (y un dineral de tu bolsillo). LW emparenta sobretodo con Señales en la elección de un único espacio de acción (la granje en aquella, el bloque de apartamentos en esta, rodeadas ambas por bosques y maizales donde se esconde la amenaza), y en muchas más cosas tambien. El uso del agua como elemento puro, salvador, la amenaza permante en el exterior del nucleo familiar, la pérdida de seres queridos que hacen tambalear las creencias del protagonista y el encuentro del destino de cada persona en el mundo, como un gran puzzle, hacen que estos dos films estén más próximos de lo que a primera vista parece.

El bloque de apartamentos, un mundo autárquico, aislado, solo conectado con la realidad a través de la televisión (donde SIEMPRE hay imágenes y noticias sobre la guerra de Irak) es el microcosmos donde Shyamalan aplica su plan de choque, al introducir un elemento fantástico (la ninfa) que, como en las viejas pelis de Spielberg, abrirá los ojos a todo aquel que esté dispuesto a creer. En la primera descripción de los habitantes de tal bloque (The Cove, se llama), uno se da cuenta de la imaginación desbordante de MNS: su mimo por los secundarios, a cual más extravangante sin caer en la parodia (salvo un caso), le confiere la capacidad de definir con un apincelada, una frase un gesto, toda una personalidad. Cobrará más importancia hacia el final del film, cuando uno ya se siente un vecino más. La elección de casting para los secundarios está lograda: actores desconocidos (alguno con apariciones esporádicas en alguna serie y poco más) para roles de cierta importancia en el desarrollo del film, lo que no destruye la credibilidad de una historia que, desde un principio, es fantástica.

Los protagonistas, Paul Giamatti como el encargado de todo, y Bryce Dallas Howard como la narf, se salen con la suya en una interpretaciones que no resultan fáciles. Al fin y al cabo, todo posee un aire irreal en medio de la realidad, y lo más tentador sería caer en el ridículo y la cursilería (por donde MNS bordea a menudo).

De Giamatti, un tipo que no me gustaba hasta que se ganó mi respeto con American Splendor, decir que el papel le va como anillo al dedo. La fragilidad y la torpeza que da a su personaje, junto con la solidez con la que afronta el tramo final, con una carga emotiva muy intensa, hacen que soporte casi por entero el peso de una película repleta de personajes que interactuan con él.

De la hija de Ron Howard, pues a poner cara de acelga mustia y virginal, que no debe ser fácil sin que se te escape la risa, y a conectar bien en pantalla con Giamatti, que es lo más importante al fin y al cabo.

Sobre la trama, poco o nada diré, si bien es mínima, casi una excusa para Shyamalan. Pero al fin y al cabo, lo importante en los cuentos no es lo que pasa, sino la moraleja, y LW no carece de ella: todos tenemos nuestra función en la vida. Para ello, MNS repite sus obsesiones cinematográficas: el uso del color rojo cuando hay peligro o muerte cerca (la lavadora con un jersey centrifugando junto al scar), los reflejos en cristales y espejos como forma de ver la verdadera realidad, los movimientos suaves de cámara durante todo el relato (excepto en los ataques del scar, sin duda, lo más terrorífco de la función).

Si a esto le añadimos que MNS es un excelente narrador, tenemos un escenas de lo más atractivas, como aquella en la que la Story habla con la hermana de Vick, en la ducha, a través de gestos. El acompañamiento musical de Newton Howard le da un aire épico, un crescendo, magnífico. Tal planteamiento se repite en la escena de la cura/exorcización de demonios de Heep, en la que a un servidor se le ha puesto la piell de gallina y el corazón en un puño.

Si lo que quereis es una historia de terror, id a ver Las colinas tienen ojos. Si lo que quereis es una historia de gente que las pasa putas, id a otra (no tengo ni idea cual hay en cartel ahora mismo). Si quereis tener pesadillas, id a ver cine español.

La joven del agua no es una película, es un cuento para los que creemos que todo está podrido, pero quizá aún haya ninfas en el jardín que puedan salvarnos.








Sunday, August 20, 2006

Freddy contra Jason


El género slasher tiene sus propias reglas, que no deben ser quebrantadas bajo ningún concepto. Fueron expuestas en la trilogía cinéfila de Wes Craven Scream , precisamente uno de los creadores de este tipo de films.

Desde un modosito Norman Bates, pasando por el delirante Leatherface (ambos basados en el rural Ed Gein, personaje real de la América profunda), los piscópatas han sido un caramelo para Hollywood. Pero fue con tres películas que el género sentó las bases. Me refiero a Halloween , Viernes 13 y Pesadilla en Elm Street.

Las tres narraban, con más o menos divergencias y puntos de encuentro, la historia de tres asesinos que clamaban venganza y se cebaban para ello en docenas de adocenados jovenzuelos con la única finalidad de desvirgarse en los sitios más insospechados.

Halloween, de John Carpenter, parió a Michael Myers, que perseguía a la reina del grito del momento, Jamie Lee Curtis, con un cuchillo en la mano y una máscara blanca que le oculta el rostro de un demente. Mil continuaciones y el personaje sigue igual que en el primer día.

Más curiosos son los casos de los dos villanos que se enfrentan en la presente peli.

Freddy Krueger, el asesino pedófilo que fue quemado en vida por los padres de sus víctimas, y regresó de la muerte dispuesto a inmiscuirse en las pesadillas de los hijos de sus verdugos, es quizá el que ha sufrido la evolución más marcada. En la peli de Craven, era un despiadado asesino que usaba un guante con cuchillas, un sombrero de fieltro y un jersey verdigrana, al que llamaban Fred. La secuela de rigor fue un despropósito horroroso que no respetaba el juego de la dualidad sueño/realidad, pero que se vio compensado por una tercera y una cuarta partes remarcables, una de ellas (no lo recuerdo) dirigida por Renny Harlin y llamada Los guerreros del sueño que debería reivindicarse, y en las que se fue dotando a Freddy de un sardónico sentido de l humor que iría en aumento y que haría de sus asesinatos un verdadero circo, digno de Thomas de Quincey. El exceso autoparódico le mató... o le hivernó.

Jason Vorhees, el niño que se ahogó en el lago y que no aparecía como asesino en la primera peli (la mala era la madre!), destaca por su gran corpulencia, su machete tirando a tizona, y su máscara de jugador de hockey, dispuesto a frustrar las intenciones libidinosas de los adolescentes que campen por Camp Crystal Lake. Su afición por la tripas es mucho más directa que la de Freddy, y no se está por tonterías. Cuando mata, lo hace a piñon, sin miramientos y sin recrearse, pero sin compasión. Su personaje, evolucionado hasta convertirse en austronauta, tambien había sufrido la decadencia de su compañero de Elm Street, relevado por los psicópatas de Scream o el hombre del garfio de Sé lo que hiciste el último verano.

Pero una mina es una mina, y los productores deseaban que Freddy y Jason llenaran las plateas de nuevo de chicos dispuestos a abrazar a sus rolletes en los momentos de máxima tensión, y se dejaran el dinero en la taquilla y las palomitas.

Y aquí viene el primer acierto de Freddy vs Jason . La historia es original, y el crossover curioso. Y aquí terminan sus aciertos. O no.

Hay dos maneras de disfrutar de la película:

1) Con auténtica devoción nostálgico-freakie.
2) Teniendo quince años y poco criterio.


En la primera, los estímulos llegan rápido, la primera parte de la peli no deja de ser una introducción de los dos villanos, con sus características y algunas escenas de anteriores pelis de sus sagas, como recordatorio y homenaje a los orígenes.
Entonces aparecen los teens de Elm Street, que cumplen todos los cánones de este género: ellas son guapas con las tetas grandes y ellos americanitos con cara de tener un funeral caro. Los pectorales femeninos en pleno espléndor aparecen injustificadamente en dos ocasiones, solo para aplauso y regocijo del personal ( ami me gustó, ya basta de puritanismo).

A partir de aquí, y durante la siguiente hora, uno solo desea que les maten, cada uno con su técnica. Freddy es refinado, una especie de Doc Phibes, y retorcido, Jason es una máquina de destripar. Así, aunque con demasiadas explicaciones sobre los chavales y mucha cháchara de relleno (pero si vais a morir, por dios, dejad que los psychos hagan su trabajo!), la sangre mancha la pantalla cada dos por tres. Freddy campa a sus anchas (en lo mejor de la película en términos visuales), y Jason se luce en la magnífica escena de la rave en los campos de maiz, auténtico delirio gore que al final sabe a poco y todo, dad la inercia que coge. Ronny Yu, el director, no se está por tonterías, y nos muestra primeros planos de cortes, amputaciones, decapitaciones, etc... Eso, en este tipo de pelis, y viendo los tiempos que corren, es un punto a favor.

Pero la peli tiene un montón de bajones, a la espera de la confrontación final entre los dos protas, que parece no llegar nunca, porque te están explicando la historia de una parejita que no le interesa a nadie, y que además es una bobada.

Al fin, sin que tenga que explicar por qué, viene la lucha final, aquello por lo que uno ha pagado la entrada, y que los guionistas han demorado demasiado. Primero en el mundo de Freddy, el de las pesadillas, incluso cercano al de la peli La celda de Lee Tamahori, donde el cara de pizza hace lo que quiere y más, porque para eso allí es el rey. Son minutos de lucimiento para Robert Englund. Y qué le vamos a hacer, el lagartito Willy se los merece. Luego, para compensar, y otra vez sin venir a cuento, la acción se desplaza al mundo real, donde las fuerzas están más igualadas, y el combate se recrudece.

Esa parte, por ser la esperada, quizá pueda decepcionar algo, y además es repetitiva. No hay sentido de la mesura.

¿He dicho que la protagonista tiene las tetas grandes? Porque llega un momento en que el ánimo freakie decae por lo reiterativo de la lucha y gana la partida la visión del chaval de 15 años, que al menos se entretiene mirándole los pechos (¿qué hubiera hecho Russ Meyer?) a la prota, lo mejorcito del film.

El film, con final abierto, muy abierto, abiertísimo, promete ser una franquicia nueva. Vale, una tiene gracia, con las demás, que no cuenten conmigo.

Por cierto, Freddy siempre fue mi favorito.

Monica Keena, lo mejor de la película:


Wednesday, August 16, 2006

Yo, Robot (2004)







Empiezo a estar un poco escaldado de los puristas. Se trata de una especie que últimamente ha proliferado en el cine, y que exige un rigor que roza el ridículo. Puede que sea que vivimos en el mundo de google, donde ya no hace falta abrir un libro para conocerlo, sino que estamos sobreinformados a través de internet. Puede que esto nos haya hecho perder la inocencia. Puede que no nos acordemos que en los ochenta se pasaban las adaptaciones literarias por el forro, y salían películas simpáticas algunas, interesantes otras, magníficas unas cuantas (¿o acaso hoy escandaliza que el videoclipero Ridley Scott dirigiera Blade Runner basado en un relato de Philip K. Dick?).


Pues bien, parece ser que hoy no se pasa ni una por alto. Después de oir críticas a la excelente saga de Peter Jackson por no haber respetado la novela de Tolkien (sic), le toca el turno al excelentísimo Dr. Asimov.

Yo, Robot, la película, ha adoptado del profesor tres parámetros para ser llevada a la pantalla:

1)El título. Pagando sus derechos, se aseguran una mayor convocatoria comercial. ¿Es acaso ilegítimo? Yo creo que no.

2)Las leyes de la robótica. Que, taxtativa o tácitamente, han aparecido en todas las historias de robots desde que asimov las promulgara.

3)Algún que otro personaje como la doctora Susan Calvin. Si bien no enteramente protagonista, si imprescindible.

Entonces es cuando empiezan los ataques. Creo que el neointegrismo literario ha calificado como mínimo de blasfemia esta nueva película (y sale Will Smith, arguyen algunos, como prueba del pecado capital).

Señoras y señores: no he leído las obras sobre los robots de Asimov (he leído otras que no vienen a cuento, y que me plantearon algunas cuestiones muy interesantes más cerca de la filosofía que de la tecnología), pero he visto la película de Alex Proyas y me ha parecido un film con suficiente empaque como para callar a los que se llevan las manos a la cabeza.

Primer punto: Will Smith, guste o no guste, está demostrando tener una intuición comercial comparable a la de Michael Douglas. Sabe escoger los títulos en los que aparece, y dosifica su carrera a pesar que todo el mundo le recuerde por el príncipe de Bel Air. Sin embargo, ahí estando sus interpretaciones en Ali o Seis grados de separación. Y, por qué no, en [BIndependence day[/B], donde demostraba que tiene un magnetismo capaz de llenar la pantalla aunque se tratara de una película tan estúpida (y entretenida) como aquella.

En Yo Robot (YR), Will cumple con su papel de policía chapado a la antigua, que desconfía de la tecnología en un mundo que se ha entregado a ella de pleno. Un personaje demasiado arquetípico (calcadito al Nathan Never de los comics), con poca profundidad (el momento trauma es superfluo, solo el esbozo de una excusa), pero al que Smith se entrega para darle vida... y lo consigue. ¿O acaso alguien se cree que el Obi Wan de Guinness recita Shakespeare? A menudo son los actores los que lidian con personajes demasiado planos o vacíos, y donde demuestran su valía.

Porque ésta no es una peli de personajes perfilados. La doctora Susan Calvin tiene el trasfondo que le implica la obra de Asimov, supongo, pero en la película poco sabemos de ella, y muy poco de sus motivaciones. Los personajes son un vehículo para transportar dos cosas: la historia (una historia de evolución/revolución) y el mensaje.

Afortunadamente, YR nos intenta dar un mensaje, o más de uno, que cada espectador habrá de extraer. Los diálogos, las situaciones, siempre dentro del empaque visual hollywoodiense, presentan algunas reflexiones más que interesantes, que elevan los grados de interés del film.

Son esas reflexiones las que emparentan directamente YR con sus ya hermanas mayores Blade Runner (dependencia de la tecnología en el futuro, necesidad de la tecnología de tener sentimientos), Minority Report (el control policial/militar del futuro como garante de las libertades... que a su vez se ven menguadas), Inteligencia artificial (que los robots quieran ser alguien, lo que significa que quieran ser amados) y un largo etc.

YR le da sopa con ondas a las dos últimas parte de Matrix (usando sus mismas armas de fx, Proyas demuestra que Dark city no fue solo un oasis del que los wachowski bebieron) o, en un caso clarísimo que debería avergonzar a George Lucas, a El ataque de los clones.

Me pregunto que hubiera hecho Proyas si le hubieran dado una de las partes de la nueva trilogía galáctica. Seguro que mucho. Atención, retengan este nombre: Alex Proyas. Tiene un discurso, y sabe como comunicar.

Si bien El cuervo, al ser su primer film, se resentía deun estilo demasiado adrenalítico, se vislumbraba una preocupación por la religión, la vida después de la muerte, y todas esas cosas que nos preguntamos ante un cielo estrellado o ante dos botellas de Jack Daniels. Pero con Dark City, una historia de retrosci-fi, que tomaba referencias de Kafka, nos habló de la alienación del hombre en un mundo que le supera, que decide por él. Nos habló de los recuerdos y los sueños como parte principal del alma humana, de la libertad de elección. Y lo hizo de forma brillante. Lamentablemente, Dark city pasó sin pena ni gloria por las carteleras de medio mundo, y solo los Wachowski confesaron haberla tenido presente durante el rodaje de su trilogía (lo que es evidente comparando los films).

Proyas no pierde su tono mesiánico (el individuo, solo, que debe luchar por la humanidad) para seguir con la misma temática, pero con más presupuesto, y cambiando a Kafka por Asimov. Y se sale con la suya, porque su dirección es elegante, su temple firme, y su talento narrativo ágil.

Es una película de acción, sí, y de ciencia-ficción. Pero sus set-pieces de film veraniego se reducen a cuatro o cinco en dos horas de metraje. Bien elaboradas, con soluciones visuales innovadoras (esos giros de cámara de 360º), pero que se dosifican (como ya lo hizo Spielberg en Minority Report) en medio de una HISTORIA interesante de cine negro, de detectives, de interrogatorios, que culmina (como el Blade Runner de Scott) en lo alto del émulo de la Tyrell Corporation, la sede de la USR de Chicago, en la cima de un nuevo mundo que ha cambiado, que ha (r)evolucionado, un poco a la manera del Espartaco de Kubrick.

Los efectos especiales,gentileza de la Weta (ESDLA), son impresionantes, y cumplen su función, de servicio a la historia. Aunque es inevitable quedarse maravillado por esa visión del Chicago futuro, multiétnico-robótico.

Uno de los mejores personajes del film, por cierto, nos lo brindan esos efectos: se trata de Sonny. No hay palabras para describir el imapcto que causa su actuación (y que se ve ayudada, aquí sí, por la solidez del guión).

Un punto en contra de la película (pero que no desmerece el conjunto) es el contínuo injerto de anuncios publicitarios de las marcas que se han encargado de invertir el dinero). Así, una conocida casa de zapatillas desportivas, un fabricante de automóviles nada baratos, y una firma de aparatos de audio, acaparan algunas líneas de guión o algunos metros de rollo solo porque veamos cómo molan... y salgamos dispuestos a comprarlas.

Al salir del cine, sin embargo, queda la sensación de haber visto un film entretenido, bien tejido, y del que se pueden sacar algunas conclusiones. Y queda esperar que el tiempo lo ponga en su lugar, cuando los puristas se encarguen de ir a rajar a otro lado porque estarán adaptando mal a Cervantes o a Capote.

Hata el momento, esperaré a que Proyas ruede una nueva película, porque con gusto pagaré la entrada del cine.


Friday, August 11, 2006

Paycheck (2004)

PAYCHECK


Director: John Woo.
Actores: Uma Thurman, Ben Affleck.

No escarmiento. Creo en la reinserción.

Aún recuerdo cuando hace unos años vi The Killer y Hard Boiled , dos peliculones hechos en Hong Kong con cuatro perras y mucho talento. El director, John Woo. Del que se decía que había inspirado a Tarantino, Coppola y Scorsese. Realmente uno podía ver la influencia, sobretodo en la ópera prima del Quentin, Reservoir Dogs , bañada por su estética, por su ética, y por ese inconfundible aroma a pistolas cruzadas y tiroteos orgiasticos.

Fueron estos directores los que llevaron a Woo a Hollywood, y todo empezó a ir de mal en peor. Yo no sé si este tipo tenía un negro en Hong Kong, o solo fue un golpe de suerte, porque sus primeros films en USA fueron los siguientes: Blanco Humano con Jean Claude Van Damme (sic), y Broken Arrow, alarma nuclear , con Travolta (recién recuperado para el cine y a punto de volver a decaer si no elige mejor) y un aun consciente Christian Slater (¿este chico debe haber muerto ya, no?).

Woo mantenía su estética, pero se olvidaba de su ética: tipos apuntándose el uno al otro, palomas volando, cámaras lentas a tutiplén, explosiones a saco detrás del protagonista, etc... Pero eran pelis sin alma, auténticas pelis de acción soft, superadas por realizadores norteamericanos con más garra (no nos engañermos, lo que ha hecho Michael Bay con Bd Boys II es la peli de acción más pura y dura de los últimos años, una descarga de adrenalina). Solo algo salvaba a Woo: su infantil maniqueismo. Sus pelis no tratan de ir más allá: buenos contra malos. El Bien contra el Mal. La Luz y las Sombras. El yin y el yan, las dos caras de una misma moneda.

Y apuntalándose en esa muleta, consiguió las que son hasta el momento sus dos mejores pelis en Hollywood (lo que no quiere decir que sean buenas). Cara a Cara (con Travolta de nuevo y un pasadísimo Nicholas Cage), y Misión imposible II , con Tom Cruise. La dualidad en estas pelis es lo principal, y de ese defecto hace su virtud. Incluso consigue algunos planos de belleza plástica (su constante uso de los espejos), que enseguida se ven mermados por una filosofía de estar por casa. Pero bueno, logran entretener a pesar de sus múltiples defectos (esa semana santa en la de Cruise, por ejemplo).

Pero John Woo se ha dado un golpe en la cabeza. O ha tenido un accidente. O se ha quedado ciego, como en la peli de Woody Allen.

Realiza (con Nicholas Cage ya muy lejos de Las Vegas, y de nuevo con Christian haceunasemanaquenomepico Slater) la horrorosa Windtalkers , peli sobre los indios americanos en la segunda guerra mundial, que está la primera en mi ránking de peores películas de guerra nunca vistas.

Y digo, bueno, ha sido un tropezón. Y voy a ver Paycheck . Porque está basado en un relato de Philip K. Dick, porque sale Uma Thurman, y porque igual se salva algo de la peli.

Señoras, señores:

Paycheck es, quizás, una de las peores películas que yo haya visto jamás.

Como apunté en la crítica de Infiltrado (una peli flojilla que parece una obra maestra al lado de esta), las constantes de PKD han sido siempre tres, muy interesante: Control, Identidad y Culpabilidad.

Esta premisa, a John Woo, le dura los diez primeros segundos del film. La historia es lo de menos, lo que importa es que lleguemos rápido a las escenas de acción, debe pensar Woo. Una premisa inicial acertada (la pérdida de la memoria voluntaria conduce a ser acusado de asesinato y a ser perseguido por policía y asesinos, con la ventaja que, oh, sorpresa, él mismo se ha mandado las herramientas imprescindibles para sobrevivir a cada situación) se pervierte hasta el punto en que a los siete minutos de proyección uno ya no sabe muy bien qué pretende corriendo de un lado para otro. Con la muerte en los talones , la peli de Hitchcock con Cary Grant, está permanentemente en la cabeza de un servidor, como un recuerdo sublimado, como una nostalgia del buen cine.

El guión resulta negasto, porque Woo lo quiere supeditar a la acción, y lo convierte en tan esquemático como prescindible. Da pena. Los personajes no son más que títeres que entran y salen de la pantalla sin criterio, sin ningún tipo de definición, planos y sosos. Se diría que todos los personajes de la peli son intercambiables. Si a uno le haces decir la frase de otro, no notarías la diferencia.

Y si aun Woo rodara bien las escenas de acción, pues al menos te reconfortarías, pero es que el estilo de Woo es patético. Se ha convertido en un realizador de telefilm, en un lamentable tipo que solo dice acción y corten, sin ponerle salsa al asunto. Los planos que antes molaban en Woo han desaparecido por completo, siendo sustituidos por una planificación tan llana como a veces ridícula.

Y sus señas de personalidad, su firma, ha caido en una autoparodia peligrosa, risible. La paloma que entra en una nave ultrasecreta antes del tiroteo final, hecha por ordenador, es de carcajada. Las pistolas cruzadas no tienen emoción. Los ralentís (que no abundan, raro en él) están más puestos, en planos en los que no aportan nada.

¡Si hasta Uma Thurman sale fea! Pero fea con ganas, eh! que te la encuentras en la calle de noche y cambias de cera. Y no tiene nada de química con su pareja, ese tal... ay, lo que he dicho...

Ben Affleck. Esto es lo peor. Lo peor de lo peor de lo peor. El lastre del film. El peor actor de la historia del cine. Incluso Steven Seagal tiene más garbo que el señorito Affleck, que parece sacado de un instituto de Oklahoma (un repetidor, claro), y al que le han enseñado que actuar es poner cara de oler mierda (Joey dixit en Friends ), en todas y cada una de las escenas. Este tio de es de risa. Qué digo de risa! De hostia, pero bien dada, con la mano abierta que duele y humilla más. En plena cara, a ver si espabila. Porque primeros planos no faltan en la película. Vaya si no hay. Prácticamente todo el metraje está lleno a petar del jeto de Affleck, que bien podría ser una repetición del mismo plano puesto en diferentes momentos. No podía evitar las carcajadas cada vez que este sujeto (que en su día me llegó incluso a caer bien) ponía cara de sufrimiento, de te quiero mucho, o de te voy a matar.

Junta todos estos elementos en una coctelera, y te sale una bebida que da asquito verla. Pero es que eso no es todo. Lo que al principio me indignaba (hubo gente que abandonó la sala), al final hasta llegó a ser hilarante. Un argumento con más lagunas y torpezas por segundo no puede existir. El guión se deshilacha por todos lados, no se aguanta más de tres minutos sin ser contradictorio. Y el diseño de la película (que incluso en la barata Infiltrado evocaba decentemente las otras adaptaciones de Dick) es de representación de final de curso de párvulos. O peor aún, de paso del ecuador. Que no me digan a mi que los malos, el ejército de villanos de una fábrica de hi-tech (sic) no son los esbirros del Doctor Maligno de Austin Powers. O que las escenas de riesgo máximo es ver a un Ben Affleck corriendo más que el Metro dentro de un túnel (esa escena es más propia de los Monty Python), o ser un experto piloto de motos (en escenas clavaditas a las de MI2 , pero peor); o, atención damas y caballeros, cuando le extraen los recuerdos, estos aparecen en una pantalla de video, en un monitor. Pues desde aquí puedo asegurar que Ben Affleck es como Aída de Gran Hermano: se ve a si mismo en tercera persona. Sus recuerdos son vistos desde fuera de él, ¡¡¡¡usan los mismo planos que han usado antes para mostrarnos esas escenas en la pantalla del cine!!!! Y es un fallo que se repite y se repite y se repite a lo largo del film, como la tontería de la explicación pseudocientífica que dan sobre cómo uno puede verse a sí mismo en el futuro.

Es demasiado. Pero el detalle final, el que me hizo contenerme las lágrimas en el cine, de la risotada que pegué, es el siguiente. Affleck y Thurman saltan justo a tiempo de esquivar una bala (sic) de una pasarela metálica, mientras todo el complejo (que parece sacado de una mala peli de Bond) va explotando porque ya se sabe que hasta los coches mal aparcados explotan en una peli de Woo. Al saltar, los dos se quedan agarrados a una especie de cortina de baño (lo juro, esa es la impresión que da), que cuelga del techo del vestíbulo (¿?). Cada uno en una cortina diferente, la que primero se rompe es la de la Uma Thurman (claro, como pesa mucho más que el Affleck...), y el machote WASP la agarra al vuelo como el Stallone de Máximo Riesgo y la sujeta para que no caiga. Affleck resiste como puede, mientras se suceden explosiones varias (no hay nada como trabajar en una empresa forrada de nitrógeno líquido), pero la cortina al final se da cuenta que el peso es excesivo, se rompe, y se precipitan al vacío... de un metro de altura. En el mismo plano, se ve la caída sobre el suelo que estaba a un metro de altura. Lamentable. ¿Dónde estaba el peligro? ¿Sabe calcular las distancias Affleck?
Porque yo lo valgo.


Claro que el final feliz apesta a sentimentalismo barato, pero uno ya no podía para de reir y casi no le dio importancia. Solo quería llegar a casa, sentarme ante el ordenador, y recomendaros dos cosas:

-No vayais a ver Paycheck .
-Si un día viene Ben Affleck a venderos una enciclopedia a la puerta de vuestra cas, abridle, es que ha tomado consciencia de sí mismo.


Por cierto, si Philip K. Dick levantara la cabeza, volvería a suicidarse.


Infiltrado (2002)

Infiltrado , de Gary Fleder.

Con Gary Sinise, Madeleine Stowe, Vincent D´Onofrio.

El mundo creado por Philip K. Dick ha sido llevado muy a menudo a la pantalla grande, la mayor parte de las veces con resultados satisfactorios. El factor más importante es que el relato sea adaptado por un director con personalidad, que pueda dar una nueva perspectiva a la obsesiva temática de Dick. Así, tenemos el Blade Runner de Ridley Scott, Desafío total de Paul Verhoeven, Minority Report de Steven Spielberg, o la próxima Paycheck de John Woo. Grandes firmas que (a falta de visionar la última) han dado grandes películas.

La obra de PKD gira indefectiblemente entorno a tres ejes:
-Identidad.
-Culpabilidad.
-Control.

El film de Gary Fleder incide sobre esta temática pero, como todos sabemos, Fleder no es un autor. Apenas es un director...

Infiltrado es una película correcta. Tiene tantas virtudes como defectos, lo que hace que su visión sea entretenida sin más, y que , aunque no deje mal sabor de boca, pueda ser fácilmente digerida y olvidada con el paso de las semanas.

Lo peor de Infiltrado es la dirección horrorosa de Gary Fleder. Se nota que no sabe, o no puede, llevar una historia con una carga de suspense a priori muy intensa, y se pierde en una realización demasiado televisiva. Usa recursos infantiles y abusa de la subjetividad de la cámara en escenas donde no es necesario (esos temblores para demostrar que el prota está mareado). El montaje es demasiado videoclipero, lo que llega a molestar: ¿realmente es necesario hacer cuatro planos diferentes sobre el rostro de un personaje que solo dice una frase? El personaje interpretado por D´Onofrio se pasa la peli desfilando por la Cibeles, a cámara lenta, en una de las peores apariciones que se han visto en la pantalla en mucho tiempo (abrigo al viento y cara de perro durante todo el metraje). Si a eso le unimos un guión que avanza a trancas y barrancas (y donde las costuras de diferentes reescrituras cantan a la legua), y que pierde fuelle a medida que avanza la película, va a parecer que el film es un desastre.


Y no lo es. Es previsible, sí (si has visto más cosas del género, sabes cómo van a ir los acontecimientos), aunque al final es agradable porque quizá da un microgiro inesperado en el guión. Pero recurre al mundo ya trasladado a la pantalla de Dick, con un montón de referencias a otras películas. La más evidente es el uso del término (y concepto) replicante , o una ambientación que ya nos resulta familiar de los otros films (un futurismo que no aporta nada, pero por el que hemos transitado tantas y tantas veces). Se agradece tambien que no se abuse de las peleas a lo Matrix, tan de moda en la sci-fi actual, y que por otro lado no vendrían a cuento. El uso de la violencia es adecuado, y nada remilgado.

Y los conceptos de identidad, culpabilidad y control (aunque desaprovechados) son de los mejorcito de la peli, como siempre. La huida del falso culpable (o no), que no sabe si lo es (o sí), en una sociedad militarizada, donde las medidas de represión y control social son enormes.

Para acabar, un detalle: Los actores están horrendos. Gary Sinise no transmite nada (con lo que me gustaba a mi este actor), Vincent D´Onofrio solo pasea su cuerpo gordo y sobreactua en las pocas escenas de dialogo que tiene (parece un actor aficionado), y Madeleine Stowe da una angustia tremenda. Esta señorita se ha visto seriamente afectada por su obsesión de pasar por el cirujano plástico, hasta el punto que ha pasado de actriz a muñeco (al que se le nota el plástico por todos lados), y que impide cualquier tipo de actuación. Además, ella no encaja nada de nada en su personaje, lo que la convierte en una ¿protagonista? absolutamente disfuncional.

Y esta es la crónica/crítica de Infiltrado. Esperad a que salga en DVD, sinceramente, porque en un cine sabe mal gastar tantos cuartos para esto.


Tuesday, August 08, 2006

La Isla

La Isla

Dirigida por Michael Bay
Guión de Caspian Tredwell-Owen, Alex Kurtzman y Roberto Orci

Ewan McGregor .... Lincoln Six Echo/Tom Lincoln
Scarlett Johansson .... Jordan Two Delta/Sarah Jordan
Djimon Hounsou .... Albert Laurent
Sean Bean .... Merrick
Steve Buscemi .... McCord
Michael Clarke Duncan .... Starkweather

Hubo un tiempo en que la poesía sirvió para reflejar el anhelo de la humanidad por comprender su origen. Fueron esos días en los que los recuerdos se perdían en el tiempo como lágrimas en la lluvia.

La identidad, la culpabilidad, el destino, eran temas abordados desde una perspectiva diferente en el ciencia-ficción. Un No Future que había nacido las más de las veces de la mente enfermiza de de Philip K. Dick, pero que solo con la llegada de Ridley Scott había conseguido la categoría de discurso filosófico.

El ansia de unos seres por ser humanos. Humanos en búsqueda del alma. El alma escondida tras los recuerdos. Los recuerdos como una mentira. Una mentira convertida en la base de la creación. Roy Batty comprendió que la vida era lo más importante, cuando rescata a Rick Deckard antes de morir...

Pero eso fueron otros tiempos.

El cine ha cambiado. No puede pararse, no debe pararse, debe ser un estímulo constante, como las imágenes implantadas en la retina de Alex para cambiar su comportamiento en La Naranja Mecánica. El cine ha cambiado, el espectador ha cambiado.

El discurso, afortunadamente, resucita.

Y es que The Island, la última superproducción del verano, el último desfile de dólares y actores de generation next, el último fracaso en taquillas estadounidenses, no es otra cosa que un remake encubierto de Blade Runner.

Un grupo de clones (llámalos replicantes, llámalos agnates, llámalos cuarto de lomo genéticamente mejorado) que cobran conciencia y deciden cuestionarse su mundo, conocer su origen, obtener sus propios recuerdos, mientras son perseguidos por un cazador despiadado que tiene más cosas en común con ellos de lo que en un principio pudiera creer.

La Tyrell Corporation y la indústria Merrick son los dos nombres que recibe el Cielo, y tanto Tyrell como Merrick son los mad doctors que se creen Dios. Son los nuevos Víctor Frankenstein, creadores de vida para un futuro mejor, pero que creen disponer de ella a su voluntad.

Pero no nos engañemos, la última vez que Michael Bay leyó poesía fue cuando le pasaron el listado de marcadas que debía incluir en primer plano para recaudar fondos para la película. Si en Yo, Robot era escandaloso el uso de artículos comerciales de nuestra era en un futuro próximo, La Isla nos inclina a invertir en bolsa en estos productos. Que Puma, Aquafina, Audi, Nokia y otras tantas gocen de tan buena salud de aquí unos veinte o veinticino años, ¡es un buen indicador para tener seguridad en una compra de acciones a largo plazo!
Afortunadamente, no se convierte en obstáculo para el devenir del film, sino en un aliciente más para un segundo visionado (¿para cuando el juego descubre todas las marcas y gana un viaje a la Isla?) de carácter más jocoso.
Y ahora centrémonos. Que es lo que le debió decir Steven Spielberg, en la producción, a Michael Bay. No soy Jerry Bruckheimer. No quiero hacer solo otra peli de tiros más. Pero sé que vales, tío. He visto todas tus películas. Pearl Harbour era una mierda, caquita de la buena, pero tenía los mejores 45 minutos de combates aéreos que se hayan filmado jamás para la gran pantalla. Dos policías rebeldes era tu prueba de fuego, tu targeta de presentación, y Will Smith te ayudó, y lo sabes. Pero con Dos policías rebeldes II te despachaste a gusto. No me extraña que te pegues estos batacazos. Eres un tío duro, sin concesiones, que si debe mostrar sangre e higadillos lo hace. Yo mismo soy incapaz muchas veces de atreverme, y cuando lo hago lo filmo en blanco y negro, no vaya a ser que alguien se ofenda. La única vez que filmé cámara al hombro fue al inicio de Salvar al soldado Ryan y cuando veo esa escena creo que la has rodado tú. Sí, chico, tú. El que tuvo el valor de hacer un remake de Doce del patíbulo en el espacio, llamarlo Armaggedon y dejar en bragas a mi superproducción superaburrida, Deep Impact. Y no te doy más la brasa, porque sé que tienes muy claro lo que quieres hacer con tu carrera. Estás rescatando el cine que más te gusta, como yo hice en los setenta. Has producido el remake de La Matanza de Texas y de Horror en Amityville. Sabes que tu padre, John Frankenheimer, estaría muy orgulloso de ti. Así que, chico, aquí tienes el guión de La Isla, cuya historia compré hace años de una novela malísima llamada Clones, de la que apenas queda nada. Yo pongo el dinero. Dime, ¿qué quieres?

Coches, coches que hagan mucho ruido. Y helicópteros. Y un par de esos chismes voladores de la guerra de las galaxias. Y quiero a Obi Wan.

Y Michael Bay ha demostrado de lo que es capaz y, aún mejor, de lo que puede llegar a conseguir. Ahora mismo, es el mejor director de secuencias de acción que existe en Hollywood, un auténtico entertainer, un maestro de pista del circo que, cuando cuenta con los recursos adecuados, da lo mejor de si mismo. Alejado del clasicismo, reivindicando sus raíces del video-clip, depurando el arte de la imagen por milisegundo, es el único director capaz de explicar una historia con un ritmo incesante, agotador, multifragmentado, y que se entienda a la perfección. Es un ilusionista, el rey del más difícil todavía, encajado dentro de una estructura antigua, la de la presentación nudo desenlace. Hace tres películas en una y se queda más ancho que largo.


La primera hora, un drama de ciencia-ficción, que tiene la fortuna de no querer engañarnos. Nadie se iba a creer que la devastación era verdad. En Doce monos sí era pausible el fin de la humanidad por un virus. Aquí no. Es todo demasiado irreal, bonito, de anuncio de Loreal con Ben Affleck y su pelo de Madelman. Bay no nos quiere engañar. Nos dice, esto es lo que hay, pero esto es lo que está pasando.Vemos que es todo una farsa, como los muñecos autómatas de Almas de Metal. Pero desde el primer minuto de película Bay va al grano. Lincoln 6 Echo es defectuoso: se cuestiona el mundo en el que vive. ¿Cómo, pero esto no era un film de acción? Sí, lo es. Pero no está vacío. Como en el film de Spielberg, el (injustamente) denostado Jurassic Park, somos presentes de un hecho fenomenal. Como decía el personaje de Jeff Goldblum en el clásico de los dinosaurios: por mucho que nos empeñemos, por mucho que creamos tener el control, la vida se abre camino.
¿Es humano un cacho de carne alimentado con nutrientes artificiales? ¿Tiene alma? ¿Tiene recuerdos?

El guión nos va planteando estas preguntas. Un guión escrito por los culpables de Goonies 2 (si alguien la ha visto que levante la mano), pero tambien por los descerebrados y retorcidos perpretadores de la serie Alias y de la próxima entrega de Mission: Impossible. Y Bay tiene planos verdaderamente magistrales. Cuando el personaje de Ewan McGregor se pregunta dónde van los tubos que cada día llenan de sol a sol, no obtiene respuesta. Unos minutos después, Bay los sigue de manera ejemplar, y hace que un escalofrío nos recorra el espinazo.

Este primer acto, con un mundo bonito, todo me parece bonito, asistimos a la presentación de los protagonistas. Ewan McGregor parece estar en un tratamiento de desintoxicación de Trainspotting 2, mientras que Scarlett Johanson corre el riesgo de morir de asfixia si le acercan un pincelito más de Margaret Astor. Sale Sean Bean, aunque yo creo que es Lluís Homar, en su despacho (si será malo que hasta tiene un Picasso), y Steve Buscemi (fetiche de Bay) haciendo de... Steve Buscemi.

Todo va bien, hasta que se destapa la caja de los truenos. La desgarradora escena del parto, o la caza de Micharl Clarke Duncan, trastocan este mundo ideal (ideal si nunca has leído a George Orwell, claro).


Me imagino el primer día de rodaje del segundo acto. Michael Bay se levantaría, desayunaría huevos con bacon, y diría algo así como me encanta el olor a napalm por la mañana. Porque en este segundo tramo Michael hace lo que se le da mejor. Desde el momento en que vemos el mundo exterior, sabemos que todo ha cambiado. Si dentro, los planos eran más cerrados, el color se aproximaba a los sueños eróticos del osito de Mimosín, la sensación de plató era incluso claustrofóbica, cuando Lincoln y Jordan salen al exterior, Bay abre campo. Y nunca mejor dicho. Acompañado de una banda sonora que no chirría en ningún momento, Bay se lo pasa en grande, y da rienda suelta a su fantasías erotico-cinematográficas. Bares de carretera, motards, coches de gran cilindrada, baños sucios (sí, Ewan, este debe ser el lavabo más sucio de Arizona), chistes a costa de la virginidad de los protagonistas, desierto, futuro, y cosas que vuelan.

Aparece entonces en escena Rick Deckard. O lo que es lo mismo, el personaje encarnado por Djimon Hounsou, a mi parecer, el actor con más presencia de todo el film. Un cazador, lider de un escuadron paramilitar impagable, fans de ZZ Top, que son los responsables de “retirar” a los replicantes huidos. No, no tocan el piano mientras hacen reflexiones con la voz en off. La profundidad de estos cazadores se limita a un comentario, en plena y sangrienta persecución, en un ascensor con música lounge. Un día duro, eh? . Parece que Garth Ennis esté entre ellos.
Es en esta larga persecución (el juego del ratón y el gato, el corre-corre que te pillo), en la que Ewan McGregor dice unas quince mil veces la palabra run, cuando asistimos, atónitos, a un despliegue de explosiones, efectos especiales y luchas sin parangón. Dir /list
Helicópteros, camiones, coches, motos y, la set-piece de acción más impactante del film (que me mantuvo con la boca abierta durante minutos), las abejas negras. No diré nada más, porque sería como joder la escena de los spiders en El retorno del Jedi.

Deckard se comporta como Tommy Lee Jones en El fugitivo (¿he dicho Deckard? Bueno, ya sabeis, Djimon), y ves venir los tiros (que tambien es lo que tienen estos films, son bastante previsibles, pero no por eso menos entretenidos).

Y se va acercando el momento cumbre. Los clones van a conocer a sus originales.

Estoy convencido que esa imitación de english pose la ha hecho mil millones de veces Ewan McGregor con sus colegas en los pubs de Edimburgo.


Vamos que, Tercer acto. Mientras el personaje de Jordan va perdiendo entereza (en particular porque Scarlett Johanson está desubicada en esta película), absorvida en parte por el negro zumbón y enorme, Lincoln sale a flote. Y es que esta vez Roy Batty no se conformará con salvar a Harrison Ford y a una paloma, no.
¿Ha llegado el electricista? ¿Y los bomberos? De acuerdo. Apaga esos ordenadores, que no quiero nada digital para el final. ¿Dónde están los extras? No, no. Aquí solo veo trescientos. Pedí tres mil. Está bien... oh, vaya, el teléfono. ¿Sí? Oh, sí, hola Steve... sí, sí, estoy acabando... ajá... ¿nazis? No, no creo que pueda poner nazis en esta película ya... hombre, a lo sumo podría convertir a Merrick en Mengele... ajá... sí, un crematorio sí lo podría meter... sí, incinerados...sí, sí, como corderitos... ajá, ajá... gracias, Steve... oye, por cierto, ¿para cuando la próxima de Indiana Jones?

Sube la música, aumenta la épica, salta el fuego, se corren las cortinas, el ser humano es iluminado.


Y vive.

Al menos, hasta el siguiente verano.

Thursday, August 03, 2006

MI:III (2006)

Mission:Impossible III, de JJ Abrams

Salgo del cine con una sonrisa de oreja a oreja. Comento escenas y recuerdo diálogos, y de mis retinas no se desprende el espectáculo pirotécnico que acabo de presenciar. Pero, ante todo, hay una sensación muy intensa. Algo que es muy difícil de explicar. Ese impulso que lleva a los niños a escuchar una y otra vez el mismo cuento cada noche. Enciendo el motor del coche para salir del párking, vuelvo a sonreir. Qué cabron eres, JJ.



10 years earlier
Tom Cruise estrena productora. Ahora ya no solo es uno de los actores luyentes de Hollywood. Ahora tambien mete el dinero. El tipo ha sido objeto de rumores toda su vida. Rumores que básicamente se resumen en Tom Cruise es gay. Rumores que ha ido atajando con papeles de guaperas (Cocktail), o de héroe de acción guaperas (Top Gun) o de conductor guaperas (Días de trueno), entre otros. Y lo de Nicole Kidman ya ni lo explico porque es de sobras conocido.
Pero el caso es que Tom quiere demostrar algo más. Quiere demostrar que es un buen actor (Nacido el cuatro de julio, El color del dinero), y que tiene olfato para elegir películas. Desde luego, la mejor manera de tener olfato es tener el uficiente dinero como para invertir en lo que a uno le apetece. Y Tom, el carismático Tom, lo tiene.
Y como hace lo que le da la gana, su primer film como productor será una adaptación de Mission: Impossible, uan serie que, por lo visto, le gustaba de chiquillo. Y además tiene las ideas muy claras: para no competir con la saga Bond (en la que podría parecerse en muchos puntos), intentará que cada película tenga una personalidad independiente, propia. De momento lo ha conseguido, con un primer film dirigido por Brian DePalma. LA película lo tiene todo: intriga, una trama enrevesada, mucha acción y espectacularidad, así como unos cuantos actorazos arropando al protagonista absoluto, el rey del primer plano, mister Cruise (al que toda la vida había llamado Cruis hasa que se puso de moda decir Crús).

2004
¿Alguien apuesta por la continuidad de la serie? A pesar de su rendibilidad, la segunda parte era un buen truño. John Woo hizo un collage de escenas de acción, algunas simpáticas, algunas bochornosas, y creó el primer revoltijo de tradiciones españolas que se ha visto en el cine. Ya sabeis, los pamplonicas quemando vírgenes en Sevilla.
A Cruise le costó sacar adelante el tercer film, debido a la dificultad de financiarlo, a las deserciones de los actores y a las idas y venidas de los directores (el interesante David fincher, que espero que se lo repiense y vuelva, y el semidesconocido Joe Carnahan).

En otra parte, en el mismo momento, la televisión, al igual que hizo con la original Mission: Impossible, está reinventando el género. Y todo gracias a un estudiante de cine, con pinta de empollón aplicado y freakoso, al que sus amigos llaman Jeyjey. Jeyjey había tenido cierto éxito con una serie de estudiantes y lios amorosos, a lo Sensación de vivir pero que daba menos ganas de entrar con un cinturón de explosivos dentro de su instituto. Se llamaba Felicity, y se puede decir que prácticamente sufrió una digievolución cuando Jeyjey decidió crear otra serie nueva, cruzando los romances estudiantiles de una chica WASP con una trama de alto espionaje.
Jeyjey había creado Alias. En ella, un grupo de agentes secretos se disfrazan, mienten, disparan, corren (sobretodo corren) y conspiran para alcanzar misiones imposibles. ¿Familiar, verdad? Y Jeyjey debe ser o un genio o un enfermo mental (no se descarta que sea ambas cosas), cuando decidió que, además, la serie tendría un componente mítico. Y emparentó los estudiantes y los espías con las profecías milenaristas. Y le salió perfecto.

De ahí a que Tom y JJ se encontraran, solo había un teléfono.

Ring, ring.

Tengo entendido que JJ le regaló a Cruise (Cruis i Crús, a gusto de cada uno) los DVDs de Alias, y le dijo: Esto es lo que yo quiero hacer con Mission Impossible. A los pocos días, el olfato de Cruise (que se mide por su bolsillo y por el tamaño de la tocha), le devolvió la llamada y le dijo: Esto es lo que quiero que hagas con Mission Impossible.

Creo que andamos sobre el 2005, y creo que poca gente tiene tanta pocavergüenza como JJ Abrams. Y encima se hace querer...
Mientras sigue Alias en antena, con un rocambolesco argumento, JJ recibe el encargo de darle vida a una serie sobre un grupo de naufragos en una isla desierta. Reciclando ideas e innovando, consigue otro superéxito: Perdidos. Ya anda metido con MI3, y con tanto frente abierto, no tiene tiempo para pensar un argumento original. O si lo tiene, no le da la gana.

Present day
MI3 es una muy buena película de espías. No puede compararse con sus dos predecesoras (con la maestría serena y tensa de DePalma, o con el oligofrenismo simplista de Woo), porque se diría que no pertenece a la misma saga.

Porque MI3 es la adaptación de Alias al cine.
Ignoro qué sensaciones causará en los no iniciados. No es una película que no pueda entenderse sin Alias, claro, porque los protagonistas son los de M:I, y el personaje de Ethan Hunt encarnado por Cruise/Cruis/Crús sigue siendo el eje vertebrador. Pero está claro que si uno le tiene aprecio a los Bristow, la película gana muchos enteros.

Y es que MI3 tiene dos lecturas.

La primera, que es la tercera parte de la saga, y que cambia radicalmente (como prometió Tom) el estilo de las dos anteriores. Mantiene ciertos juegos y recupera algunas ideas de las dos anteriores, pero esta es diferente.
Vemos a Hunt colgando de un cable a un palmo del suelo (esto ya es marca de la casa, como cuando Bond dice lo de Bond, James Bond), vemos las máscaras perfectas (mejor aún, se hace creíble el proceso de caracterización, en un plano meritorio donde Hunt se convierte en Owen, el villano), y tenemos traiciones y más traiciones.
Además, se ha aumentado la carga pirotécnica. Con respecto a la primera, seguro (la escena del helicóptero y el TGV era el clímax y casi casi su única escena imponente de acción), y con respecto a la segunda... bueno, de la segunda solo recuerdo motos que cambian de rueda sobre la marcha, un tiroteo en un laboratorio y palomas, muchas palomas, que no son más que ratas con alas.

Aquí, en la tercera, se establece una estructura casi mántrica: acción, tensión, acción, tensión... Y consigue escenas tan logradas como la persecución de helicópteros entre los molinos, o el salto entre las torres en Shangai (si uno tiene vértigo, acaba clavado en la butaca del cine). Todo esto con un desparpajo y un ritmo frenéticos.

Abrams imprime carácter a la película, y le da un tono dramático diferente al de la saga. En el primer film, la traición y el falso culpable (tant hichcockiano todo, ¿verdad Brian?) eran el leit motiv. En el segundo, lo era todo el peñazo ese del héroe y su génesis (bueno, en realidad era la chupa de cuero de Hunt, pero había que dar una excusa pseudomitológica). En el film de Abrams, es el drama personal: la imposibilidad (esto es mission impossible, ¡recuerden, amigos!) de mantener la vida profesional como agente y la privada como hombre. En la saga, Hunt era un espía. En MI3, Hunt es un hombre que trabaja de espía. He ahí uno de los grandes aciertos del film.
El drama se plantea en la memorable primera escena del film. No es una superoperación de infiltración, no es la espectacularidad llevada al máximo exponente. No es Bond saltando de un precipio y entrando en un avión en pleno vuelo. Es mucho más simple que todo eso. Es la amenaza y el miedo del protagonista. Es la escena clave que marcará todo el tono de la proyección.

Aunque tambien hay elementos que chirrían. Cruise se está haciendo mayor. Eso, que no solo no es malo, sino en muchos actores es un factor positivo, en él se nota. Intenta aparentar que sigue siendo el mismo tipo de la primera película, y ya no lo es. Se le ve envejecido, pero sigue intentado aparentar juventud. A veces es como si el fantasma de Sara Montiel atravesará la pantalla, y eso, no me lo negareis, produce escalofrios. Su interpretación es correcta (como siempre, nunca me ha parecido mal actor, pero no es el Rey de la Interpretación), y corre un poco raro. El personaje, como los últimos que ha venido eligiendo muy acertadamente, es un hombre torturado y con cargos de conciencia.
Michelle Monaghan estaba mucho mejor en la reivindicable Kiss kiss bang bang. Aquí es más florero, para qué mentir. Ni siquiera en el tramo final, donde su personaje podría lucirse, no deja de ser un maniquí disparando.
Ving Rhames es Marcellus Wallace, otra vez (que se cambie el nombre ya!), y Laurence Morfeo Fishburne pasaba por allí. Del resto del grupo de Hunt, pues casi ni mencionarlos, porque pa lo que hacen...
Mención especial a Billy Cudrup, cuya presencia es SIEMPRE inquietante.


La segunda es con la que yo disfruté más. Solo para seguidores de Rambaldi, amantes de Sydney Bristow, babeadoras por Michael Vaughn y fans de Irina Derevko.

MI3 es la versión cinematográfica de Alias. De hecho, lo es literalmente. El argumento reproduce los hechos acontecidos durante el episodio piloto de la serie. Empieza igual (Syd y Ethan están en la misma situación, yo diría que hasta en la misma silla), y sigue con tal cantidad de similitudes que da miedo.
Jeyjey ha querido complacer a sus fans, a los seguidores de la serie que finaliza definitivamente este año, y ha introducido toda la cosmogonía Alias en MI3.
Un espía que contrae compromiso y no puede separar su vida personal de la profesional, con los problemas que eso comportará. La búsqueda de un artefacto que puede ocasionar el AntiDios, la destrucción total del mundo ( ), y que sirve como perfec
to McGuffin para ir desarrollando la trama. Los agentes secretos que no son del bando que parecen, o que sí, pero hacen ver que no, en el mejor estilo Arvin Sloane. Los compañeros de grupo, como Luther (Ving Rhames) haciendo de Dixon, y aconsejando a Hunt sobre los riesgos del matrimonio por el pinganillo en medio de una misión. Los disfraces (más en la linea de Alias que en la clásica MI), los torturadores (son los mismos). De hecho, la primera misión de Syd es en Berlín, al igual que Ethan.
O la enorme cantidad de guiños. Uno de los alias de Hunt es Pavel Sovogda (como la ciudad devastada por el dispositivo Mueller en la cuarta temporada), o la terrorífica Toxina 5 recuerda al Prophet 5, o el personaje del ingenioso técnico informático (interpretando por Simon Shaun apunta a la cabeza Pegg), que no es otro que Marshall Flinkman. E infinidad más que se iran descubriendo con nuevos visionados.

Así, si Mission: Impossible 3 puede disfrutarse como una buena película de acción de argumento sobadísimo pero entretenida al máximo. Pero con una relectura bajo su piel, hecha con los monóculos de Rambaldi, nos lleva a un muy disfrutable juego de espejos, a volver a escuchar el mismo cuento de cada noche, a la fábula ya conocida de caperucita y el lobo feroz... pero con un par de helicópteros más.


Batman Begins (2005)

Batman Begins (2005)
¿Para qué caemos? Para aprender a levantarnos.
Thomas Wayne.


Dirigida por Christpher Nolan.
Escrita por David S. Goyer.

Interpretada por:

Christian Bale .... Bruce Wayne/Batman
Michael Caine .... Alfred
Liam Neeson .... Ducard
Katie Holmes .... Rachel Dawes
Gary Oldman .... Jim Gordon
Cillian Murphy .... Dr. Jonathan Crane
Tom Wilkinson .... Carmine Falcone
Rutger Hauer .... Earle
Ken Watanabe .... Ra's Al Ghul
Mark Boone Junior .... Flass
Linus Roache .... Thomas Wayne
Morgan Freeman .... Lucius Fox



Es difícil empezar la crítica de una película con tantas expectativas y tantos referentes a la vez.

Porque... ¿la vemos como un film independiente, una obra solitaria, o la situamos en su contexto? La vemos como la historia de un hombre torturado que decide afrontar su miedo convirtiéndose en él, o al enmarcamos en la actual ola de revisión cinematográfica de cómics de superheroes. O la comparamos quizá con su hermana mayor, el Batman de Burton (89) y su segunda parte... o con esas perrerías que pergeñó Joel Schumacker con cuatro plastidecor y una cámara.



Batman begins es una buena película, una gran película. Con virtudes y defectos.

Parece claro que si hay algo que el cine de superheroes necesita es un director con personalidad, alguien que aporte algo al personaje (una nueva visión), pero alguien que se deje influenciar por el personaje a su vez. Así, con realizadores nulos salen películas horrorosas, como el caso de las recientes Daredevil y Elektra, carne de videoclub pero sin ningún tipo de aliciente. ¿Nos contaban algo esos films? No.
En cambio, gente tan personal como Sam Raimi, Bryan Singer o Ang Lee, han querido contar algo más que la historia de un tipo saltando con mallas. Y cad cual lo ha hecho llevándose el cómic a su terreno. Desde la frescura visual de los Spiderman de Raimi para hablarnos del deber, y todo lo que ello comporta; pasando por el experimento más cercano al comic pero más distante al público de Ang Lee con su Hulk (Alguien debió advertirle que el humor es esencial), la tragedia de Jekyll y Hyde; hasta el alegato antidiscriminatorio de Bryan Singer y sus X-Men (habrá que ver qué hace con Superman)...

Películas con un elemento en común, la muerte de la figura paterna, que tratan problemas de nuestro mundo desde la supuesta frivolidad de un personaje de comic, alguien a priori casi invencible, un superheroe, el paraguas de los desprotegidos... pero que no dudan en humanizar hasta conseguir que nos identifiquemos con él.

Ese era quizá uno de los fallos del Batman de Burton. Su excesiva teatralización, su grandguignolesca puesta en escena, su histrionismo, en contraste con la frialdad del personaje principal: Bruce Wayne. Puede que por eso Batman, la película que abrió la veda a la moda de los superheroes en el 89 ( el Superman de Donner era una marca lejana), quedara tambien descolgada por ser en cierta manera una obra de autor. El problema del Batman de Burton es que la personalidad del director fagocitó al superheroe, y podríamos hablar mejor del Burton de Burton. Eso, y las secuelas a cual peor de Joel Schumacher, algunas de las cuales deberían ir de cabeza al museo de los horrores, para que Vincent Price la quemara en una hoguera, alejaron a Batman de lo que en realidad se merecía.


Y Batman se merecía a Batman Begins.

Tras la posibilidad (que daría para muchas especulaciones, y que no descarto para un futuro) que fuera Darren Aronofsky su director, se confirmó a Christopher Nolan. Nolan, un valor en alza con tan solo tres películas a sus espaldas, pero que ya ha demostrado de lo que es capaz y, lo que es mejor, de lo que significa un film para Nolan. Olvídemonos de los pezones en el traje. El Batman de Nolan se parece más al Lobezo de Singer que al Spiderman de Raimi. No hay grandes globos de colores, ni fiestas con niños para ser salvados. Hay un pasado, hay culpa, hay miedo, hay ira.

Nolan sabe de lo que habla. En Memento diseccionó el tiempo para mostrarnos la culpa y la venganza. En Insomnio creó la atmósfera necesaria para mostrarnos la culpa y la venganza. En Batman Begins nos arroja a la oscuridad... y nos muestra el significado de culpa y veganza. Da igual que el personaje se llame Leonard Selby, Will Dormer o Bruce Wayne.

Y para eso se toma su tiempo. Nolan no tiene prisa en enseñar a Batman. En realidad, todos le conocemos. Así que se molesta en eseñar a Bruce Wayne. Y Bruce Wayne es un impecable Christian Bale, un actor que poco a poco, miga a miga, se va ganando una carrera encomiable, porque no le tiene miedo a nada. Bale lo hace todo, y todo lo hace bien. De psicópata yuppie a guardián futurista de las emociones, de trabajador con problemas mentales a hombre murciélago. Y crea un Bruce Wayne en conflicto consigo mismo, un hombre que busca la paz interior fuera de si, por el mundo, sin saber que debe buscar dentro de él, en su culpa. Y es ahí donde radica la verdadera fuerza de Nolan como director. Nos muestra un Bruce Wayne como una especie de holandés errante, acogido por una figura paternal (¿un sustituto del padre?) encarnada por un Liam Neeson espléndido, que le da a su personaje toda la mala leche que no le pudo dar a Qui Gonn Jinn. El primer tercio de la película nos presenta a Bruce Wayne, su andar por el lado oscuro, y se basa más en los diálogos que en las escenas de acción. Pero en las que hay ya intuimos un defecto de Nolan: aún no sabe rodar acción.

Las peleas pecan de un montaje excesivamente rápido y unos planos demasiado cortos. La majestuosidad de los decorados, el exotismo de los trajes de los ninjas, la multitud de participantes, se pierde en una confusión de golpes y contragolpes. Ahí es donde Synger y Raimi aprueban con nota. ahí es donde Nolan debe mejorar. En ese apartado, que se repartirá a lo largo del film, está al nivel de Paul Greengrass y su El mito Bourne.

Pero sale conmpensado con el trayecto personal de Wayne, marcado por una sucesión de flashbacks que nos cuentan la consabida historia de la muerte de sus padres (porque aunque Wayne se empeñe en no recordarlo, tambien mataron a su madre). La escena de la muerte en ese callejón trasero (tan lujosa como se ve la ópera, tan mierdosa su salida de emergencia, sic) sobrecoge, a pesar de haberla visto un millón de veces antes.

El vasto paisaje de los primeros pasos del metraje, que parecen sacados directamente de Insomnio, contrastan con un, oh milagro, decadente Gotham. Pero Gotham no es una ciudad de marionetas, no es una pesadilla de Burton. Gotham es una ciudad sucia, a medio camino entre Chicago, Metrópolis y esa sucia urbe donde siempre llovía en Dark City. No en vano el guionista de esta última es David S. Goyer, el mismo que Batman Begins.


Y otro de los principales aciertos de la película es su guión. David S. Goyer parece que se lo ha tomado en serio. Capaz de escribir cosillas como Blade o reflexiones sobre el alma humana como Dark City, en esta ocasión se ha decantado afortunadamente por darle el tono de la última.

Conocedor de los mecanismos que mueve el cómic (más cercano al concepto que tiene Shyamalán que al que tiene Ang Lee), dosifica los momentos de mayor tensión dramática con chispas de humor (que se agradecen, y mucho, y ayudan a engrasar la película). Puede que el principal fallo resida en la exagerada variedad de personajes que aparecen el film, que si bien reúne un elenco de órdago (Caine, Hauer, Freeman, Oldman, Murphy, Holmes, Neeson, Watanabe o el mismo Bale), hace que sus apariciones sean muy fraccionadas y, por tanto, no podamos entrar tanto en ellos como querríamos. Perfilados están Alfred (fantástico Michael Caine) y su deseo de proteger el honor de los Wayne, con la flema británica por delante, o el honrado teniente Gordon (con uno de los Gary Oldman más contenidos que recuerdo), la cara legal de Batman.

Los diálogos conducen el film por el sendero de la ira, de la culpa y, sobretodo, del miedo.

Y miedo es lo que provoca la primera aparición de Batman. No es Clark arrancándose la camisa al rescate de Lois. No es Peter fotografiándose mientras realiza piruetas sobre unos cacos. La verdadera cara de Batman es Batman: Bruce Wayne es solo el disfraz (qué razón tenía David Carradine en Kill Bill v.2 ).


El diseño del personaje es fantástico, se amolda a Bale convirtiéndole en el perfecto Batman. Solo un apunte: ¿es posible que a Bale la máscara le vaya torcida en algún que otro primer plano?

La banda sonora, hecha a cuatro manos entre James Newton Howard y Hans Zimmer, saca provecho de la facilidad para crear atmósferas del primero en detrimento del histrionismo, prácticamente desaparecido, del segundo. Le falta un tema estrella, un tema con el que identificar a Batman, como lo tuvo en la soberbia partitura de Danny Elfman para Burton (y como lo tienen el Spiderman del mismo Elfman o el Superman de John Williams), pero al menos consuela saber que Símbolo, el artista anteriormente conocido como Prince, no canta aquí. Lo que ya es mucho.

Es a partir de la mitad del film cuando Nolan decide que ha llegado el momento de realizar una película de terror. Con un villano como El Espantapájaros (Cillian Murphy lo borda), que provoca en el espectador la misma psicosis que sus víctimas, y un plan terrorífico basado en la condena moral, no en la dominación mundial, tramado por un megavillano que aquí no desvelaremos. Batman aprovecha su propio miedo para provocar pánico. Y a película oscurece. Cuando Bruce se viste de murciélago, se transforma en murciélago. Los gadgets que le aporta Lucius Fox (Morgan Freeman haciendo por enésima vez de Morgan Freeman, y haciéndolo bien, claro) dan una coherencia al conjunto que de otra forma podría haber resultado ridícula. Incluso el mismo batmobil (al que no se llama así en todo el metraje, ni a la batcueva) es consecuente con la finalidad para la que fue diseñado.

En una escalada cruce entre película de superheroes (chico en mallas salva chica en apuros) y de terror (el final a lo zombie, tan Carpenter), el film gana en fuerza y en poder visual. Escenas tan poderosas como Wayne alzándose entre murciélagos, fusionándose con ellos, o el escape de la mansión donde están acorralados merecen un puesto de honor en las retinas de todo buen aficionado al séptimo arte. El Caballero Oscuro, sobrevolando Gotham, está al nivel de aquel batplano de Burton que alcanzaba la luna en su lucha contra el Joker.

Y nos deja con ganas de más. Pero no nos equivoquemos. Que la saga no la coja cualquiera. Queremos ver a Batman, sí. Pero queremos verlo en manos de Nolan, de Synger, de Arronofsky o de Fincher. No cualquier puede enfrentarse al Señor de la Noche. y no cualquiera puede salir victorioso como Nolan lo ha hecho.