¿Para qué caemos? Para aprender a levantarnos.
Thomas Wayne.
Dirigida por Christpher Nolan.
Escrita por David S. Goyer.
Interpretada por:
Christian Bale .... Bruce Wayne/Batman
Michael Caine .... Alfred
Liam Neeson .... Ducard
Katie Holmes .... Rachel Dawes
Gary Oldman .... Jim Gordon
Cillian Murphy .... Dr. Jonathan Crane
Tom Wilkinson .... Carmine Falcone
Rutger Hauer .... Earle
Ken Watanabe .... Ra's Al Ghul
Mark Boone Junior .... Flass
Linus Roache .... Thomas Wayne
Morgan Freeman .... Lucius Fox
Es difícil empezar la crítica de una película con tantas expectativas y tantos referentes a la vez.
Porque... ¿la vemos como un film independiente, una obra solitaria, o la situamos en su contexto? La vemos como la historia de un hombre torturado que decide afrontar su miedo convirtiéndose en él, o al enmarcamos en la actual ola de revisión cinematográfica de cómics de superheroes. O la comparamos quizá con su hermana mayor, el Batman de Burton (89) y su segunda parte... o con esas perrerías que pergeñó Joel Schumacker con cuatro plastidecor y una cámara.
Batman begins es una buena película, una gran película. Con virtudes y defectos.
Parece claro que si hay algo que el cine de superheroes necesita es un director con personalidad, alguien que aporte algo al personaje (una nueva visión), pero alguien que se deje influenciar por el personaje a su vez. Así, con realizadores nulos salen películas horrorosas, como el caso de las recientes Daredevil y Elektra, carne de videoclub pero sin ningún tipo de aliciente. ¿Nos contaban algo esos films? No.
En cambio, gente tan personal como Sam Raimi, Bryan Singer o Ang Lee, han querido contar algo más que la historia de un tipo saltando con mallas. Y cad cual lo ha hecho llevándose el cómic a su terreno. Desde la frescura visual de los Spiderman de Raimi para hablarnos del deber, y todo lo que ello comporta; pasando por el experimento más cercano al comic pero más distante al público de Ang Lee con su Hulk (Alguien debió advertirle que el humor es esencial), la tragedia de Jekyll y Hyde; hasta el alegato antidiscriminatorio de Bryan Singer y sus X-Men (habrá que ver qué hace con Superman)...
Películas con un elemento en común, la muerte de la figura paterna, que tratan problemas de nuestro mundo desde la supuesta frivolidad de un personaje de comic, alguien a priori casi invencible, un superheroe, el paraguas de los desprotegidos... pero que no dudan en humanizar hasta conseguir que nos identifiquemos con él.
Ese era quizá uno de los fallos del Batman de Burton. Su excesiva teatralización, su grandguignolesca puesta en escena, su histrionismo, en contraste con la frialdad del personaje principal: Bruce Wayne. Puede que por eso Batman, la película que abrió la veda a la moda de los superheroes en el 89 ( el Superman de Donner era una marca lejana), quedara tambien descolgada por ser en cierta manera una obra de autor. El problema del Batman de Burton es que la personalidad del director fagocitó al superheroe, y podríamos hablar mejor del Burton de Burton. Eso, y las secuelas a cual peor de Joel Schumacher, algunas de las cuales deberían ir de cabeza al museo de los horrores, para que Vincent Price la quemara en una hoguera, alejaron a Batman de lo que en realidad se merecía.
Y Batman se merecía a Batman Begins.
Tras la posibilidad (que daría para muchas especulaciones, y que no descarto para un futuro) que fuera Darren Aronofsky su director, se confirmó a Christopher Nolan. Nolan, un valor en alza con tan solo tres películas a sus espaldas, pero que ya ha demostrado de lo que es capaz y, lo que es mejor, de lo que significa un film para Nolan. Olvídemonos de los pezones en el traje. El Batman de Nolan se parece más al Lobezo de Singer que al Spiderman de Raimi. No hay grandes globos de colores, ni fiestas con niños para ser salvados. Hay un pasado, hay culpa, hay miedo, hay ira.
Nolan sabe de lo que habla. En Memento diseccionó el tiempo para mostrarnos la culpa y la venganza. En Insomnio creó la atmósfera necesaria para mostrarnos la culpa y la venganza. En Batman Begins nos arroja a la oscuridad... y nos muestra el significado de culpa y veganza. Da igual que el personaje se llame Leonard Selby, Will Dormer o Bruce Wayne.
Y para eso se toma su tiempo. Nolan no tiene prisa en enseñar a Batman. En realidad, todos le conocemos. Así que se molesta en eseñar a Bruce Wayne. Y Bruce Wayne es un impecable Christian Bale, un actor que poco a poco, miga a miga, se va ganando una carrera encomiable, porque no le tiene miedo a nada. Bale lo hace todo, y todo lo hace bien. De psicópata yuppie a guardián futurista de las emociones, de trabajador con problemas mentales a hombre murciélago. Y crea un Bruce Wayne en conflicto consigo mismo, un hombre que busca la paz interior fuera de si, por el mundo, sin saber que debe buscar dentro de él, en su culpa. Y es ahí donde radica la verdadera fuerza de Nolan como director. Nos muestra un Bruce Wayne como una especie de holandés errante, acogido por una figura paternal (¿un sustituto del padre?) encarnada por un Liam Neeson espléndido, que le da a su personaje toda la mala leche que no le pudo dar a Qui Gonn Jinn. El primer tercio de la película nos presenta a Bruce Wayne, su andar por el lado oscuro, y se basa más en los diálogos que en las escenas de acción. Pero en las que hay ya intuimos un defecto de Nolan: aún no sabe rodar acción.
Las peleas pecan de un montaje excesivamente rápido y unos planos demasiado cortos. La majestuosidad de los decorados, el exotismo de los trajes de los ninjas, la multitud de participantes, se pierde en una confusión de golpes y contragolpes. Ahí es donde Synger y Raimi aprueban con nota. ahí es donde Nolan debe mejorar. En ese apartado, que se repartirá a lo largo del film, está al nivel de Paul Greengrass y su El mito Bourne.
Pero sale conmpensado con el trayecto personal de Wayne, marcado por una sucesión de flashbacks que nos cuentan la consabida historia de la muerte de sus padres (porque aunque Wayne se empeñe en no recordarlo, tambien mataron a su madre). La escena de la muerte en ese callejón trasero (tan lujosa como se ve la ópera, tan mierdosa su salida de emergencia, sic) sobrecoge, a pesar de haberla visto un millón de veces antes.
El vasto paisaje de los primeros pasos del metraje, que parecen sacados directamente de Insomnio, contrastan con un, oh milagro, decadente Gotham. Pero Gotham no es una ciudad de marionetas, no es una pesadilla de Burton. Gotham es una ciudad sucia, a medio camino entre Chicago, Metrópolis y esa sucia urbe donde siempre llovía en Dark City. No en vano el guionista de esta última es David S. Goyer, el mismo que Batman Begins.
Y otro de los principales aciertos de la película es su guión. David S. Goyer parece que se lo ha tomado en serio. Capaz de escribir cosillas como Blade o reflexiones sobre el alma humana como Dark City, en esta ocasión se ha decantado afortunadamente por darle el tono de la última.
Conocedor de los mecanismos que mueve el cómic (más cercano al concepto que tiene Shyamalán que al que tiene Ang Lee), dosifica los momentos de mayor tensión dramática con chispas de humor (que se agradecen, y mucho, y ayudan a engrasar la película). Puede que el principal fallo resida en la exagerada variedad de personajes que aparecen el film, que si bien reúne un elenco de órdago (Caine, Hauer, Freeman, Oldman, Murphy, Holmes, Neeson, Watanabe o el mismo Bale), hace que sus apariciones sean muy fraccionadas y, por tanto, no podamos entrar tanto en ellos como querríamos. Perfilados están Alfred (fantástico Michael Caine) y su deseo de proteger el honor de los Wayne, con la flema británica por delante, o el honrado teniente Gordon (con uno de los Gary Oldman más contenidos que recuerdo), la cara legal de Batman.
Los diálogos conducen el film por el sendero de la ira, de la culpa y, sobretodo, del miedo.
Y miedo es lo que provoca la primera aparición de Batman. No es Clark arrancándose la camisa al rescate de Lois. No es Peter fotografiándose mientras realiza piruetas sobre unos cacos. La verdadera cara de Batman es Batman: Bruce Wayne es solo el disfraz (qué razón tenía David Carradine en Kill Bill v.2 ).
El diseño del personaje es fantástico, se amolda a Bale convirtiéndole en el perfecto Batman. Solo un apunte: ¿es posible que a Bale la máscara le vaya torcida en algún que otro primer plano?
La banda sonora, hecha a cuatro manos entre James Newton Howard y Hans Zimmer, saca provecho de la facilidad para crear atmósferas del primero en detrimento del histrionismo, prácticamente desaparecido, del segundo. Le falta un tema estrella, un tema con el que identificar a Batman, como lo tuvo en la soberbia partitura de Danny Elfman para Burton (y como lo tienen el Spiderman del mismo Elfman o el Superman de John Williams), pero al menos consuela saber que Símbolo, el artista anteriormente conocido como Prince, no canta aquí. Lo que ya es mucho.
Es a partir de la mitad del film cuando Nolan decide que ha llegado el momento de realizar una película de terror. Con un villano como El Espantapájaros (Cillian Murphy lo borda), que provoca en el espectador la misma psicosis que sus víctimas, y un plan terrorífico basado en la condena moral, no en la dominación mundial, tramado por un megavillano que aquí no desvelaremos. Batman aprovecha su propio miedo para provocar pánico. Y a película oscurece. Cuando Bruce se viste de murciélago, se transforma en murciélago. Los gadgets que le aporta Lucius Fox (Morgan Freeman haciendo por enésima vez de Morgan Freeman, y haciéndolo bien, claro) dan una coherencia al conjunto que de otra forma podría haber resultado ridícula. Incluso el mismo batmobil (al que no se llama así en todo el metraje, ni a la batcueva) es consecuente con la finalidad para la que fue diseñado.
En una escalada cruce entre película de superheroes (chico en mallas salva chica en apuros) y de terror (el final a lo zombie, tan Carpenter), el film gana en fuerza y en poder visual. Escenas tan poderosas como Wayne alzándose entre murciélagos, fusionándose con ellos, o el escape de la mansión donde están acorralados merecen un puesto de honor en las retinas de todo buen aficionado al séptimo arte. El Caballero Oscuro, sobrevolando Gotham, está al nivel de aquel batplano de Burton que alcanzaba la luna en su lucha contra el Joker.
Y nos deja con ganas de más. Pero no nos equivoquemos. Que la saga no la coja cualquiera. Queremos ver a Batman, sí. Pero queremos verlo en manos de Nolan, de Synger, de Arronofsky o de Fincher. No cualquier puede enfrentarse al Señor de la Noche. y no cualquiera puede salir victorioso como Nolan lo ha hecho.
6 comments:
Batman Begins es un peliculón en toda regla, a pesar de que haya gente que opine justo lo contrario. Y lo mejor de todo es que mejora con cada visionado y no tiene pinta de ir a envejecer tan mal como lo han hecho las de Burton.
Espero impaciente su secuela.
Muy de acuerdo, sí, pero yo, que tengo un alma épica-lírica-trágica-kitsch, desearía un poquito más de curro en lo visual por parte de Mr. Nolan. Por ejemplo: la pelea a sablazos y mamporros en el hielo podría tener una épica (visual) acojonante y se queda poca cosa. Aunque es probable que sea una elección consciente, teniendo en cuenta que lo que se quiere es humanizar al personaje y no rodearlo de un halo sobrehumano...
De acuerdo con los dos.
Me da en la nariz (pero no en el sentido Ramoncinero de la frase) que The Dark Knight tendrá más épica, en ese sentido.
Y que Nolan habrá aprendido a rodar acción.
(Pero Burton no)
Burton era más rígido en sus peleas que una estalactita de Altamira.
Tim Burton es mi amo y señor pero eso no es óbdice para que Batman Begins me aprezca una auténtica maravilla.
Waiting the second one...
Sé que mucha gente me odiará por decir eso, pero creo que Burton está sobrevalorado.
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