Tuesday, November 11, 2008

JCVD, de Mabrouk El Mechri



No siento una simpatía especial por Van Damme. He asistido atónito a al auge de su carrera, de Kickboxer a Time Cop, pasando por Lionheart o la nada desdeñable Soldado Universal, que brilló con cierto éxito en un corto período de cinco años (del 89 al 94).

Quien más quien menos recuerda ese Van Damme. Una época de videoclubes en la que las pelis de mamporros seguían siendo las reinas del alquiler, y Van Damme se abría de piernas como solo Jeena Jameson sabía hacer por aquel entonces. Recuerdo que, incluso, alguna chica se excusaba cuando era pillada dentro de una sala viendo Double Impact diciendo que el belga tenía un buen culo.

Cuando el luchador cayó en desgracia (y, con él, todo un género), dio el paso a guionista, firmando piezas tan naif (y malas) como The Quest, The Order o Legionario.
Hace ya un tiempo que Jean-Claude Van Damme se ha perdido en su propio personaje, repitiendo clichés en películas de bajo presupuesto que ni se estrenan en cine. Y ahí es donde JCVD empieza su juego.

Quizá el referente más directo es la película de Spike Jonze Cómo ser John Malkovich, en la que el actor se interpretaba a si mismo. O la serie Extras, donde algunos actores hacen gala de un sensacional sentido de la autoparodia.

Van Damme as himself: un actor decadente que no encuentra papeles más allá de films de muy bajo presupuesto y que vive aún en el imaginario de la gente como una especie de estrella belga que supuestamente triunfó en Hollywood. Van Damme acosado por los problemas más mundanos: la pérdida de la custodia de su hija, la falta de liquidez o el constante uso de su filmografía en su contra.

Y en este drama irrumpe de golpe una película de atracos. Van Damme, la persona, deberá vivir lo que tantas veces protagonizó como personaje. Aquí está el núcleo de JCVD: hasta qué punto el hombre depende de su pasado, y en este caso de un pasado público, conocido, y juzgado por todo el mundo.

JCVD no es una película redonda, pero aporta algunas reflexiones muy interesantes. La parte inicial se resiente de un exceso de hincapié de lo bajo que ha caído Van Damme. Podría hacerse más breve o más sutil, porque se acentua el drama innecesariamente y alarga una introducción que, al fin y al cabo, somos capaces de intuir. La parte del atraco, rodada fragmentando los puntos de vista (muy a lo Kubrick en Atraco Perfecto) es más interesante, porque pone a Van Damme donde queremos. Y le desnuda de toda épica. No hay patadas ni grandes aspavientos, no hay el heroismo que nos ha vendido en la primera (y magnífica) escena. Es un rehén más o, peor, un rehén famoso, que convierte un simple robo en una oficina de correos en un acontecimiento mediático.




El film juega con las expectativas que el propio Van Damme genera, tanto en la policía como en los atracadores. Los rehenes quedan demasiado desdibujados en favor del trío de delincuentes (aunque nadie se crea que Arthur tiene 32 años, cuando aparenta 52). Van Damme se comporta como un humano más, aunque la gente espere de él que sea un héroe. Y él se sabe perdedor.

JCVD me recordaba, en ciertos momentos, a Rocky Balboa, en la que Stallone da el merecido homenaje a su personaje más entrañable desde la decrepitud. JCVD es un homenaje a Van Damme, pero de una forma cruel, dura, y sin ningún tipo de concesión. El mismo Van Damme habla de su adicción a las drogas (ya superada, por lo visto) en un monólogo desgarrador, en la que es la mejor interpretación de su carrera (también es mala suerte que haga de él mismo). Es una quema de demonios en la prisión dorada de la fama. Hay ciertos guiños irónicos que no deben pasar por alto al espectador, como por ejemplo que el negociador de la policía monte su base de operaciones en un videoclub, o que uno de los atracadores acuse a John Woo de haber olvidado al actor en su consagración en Hollywood.

Van Damme se muestra como un personaje casi Shakespearano, el Hamlet que sabe que debe actuar pero no lo hace por cobardía, y que se plantea hasta qué punto es merecedor de las desgracias que le ocurren. Y en este punto es donde el film gana enteros, más allá de la anécdota del atraco y las conversaciones sobre Steven Seagal.

Y como en Hamlet, las acciones pueden ser tardías y erróneas, y traer trágicas consecuencias.
Vivimos en un mundo sin videoclubes, donde Van Damme se sentía a salvo.

4 comments:

SisterBoy said...

Tenia dudas de si ir o no a verla sobre todo por el doblaje pero ahora que ya la han quitado (al menos en mi ciudad) tendré que comprarla. Ya te contaré

micoparanoico said...

Por lo que veo otro de sus films que va directo al video club, y lo que es peor sin la publicidad de sus mediocres y en ocasiones entretenidos trabajos, sería una suerte que la llegara a pillar por estos lados.

Aun así, la tendré en cuenta, pero como dato curioso, no es la primer vez que Van Damme hace de Van Damme, hay un par de capitulos en la serie de TV Friends en los que sale grabando una película, y claro, las chicas Friends le echan el ojo, y el ahí de conquistador, gracias a su fama pasada. En ese entonces me pareció curioso como se burlada de si mismo.

Borja Veganzones Cañizares said...

Interesante crítica... Puede que merezca la pena.

Ya se echaba de menos un post nuevo :) .

VISIONADOR said...

Para mi, la mejor de su carrera... aunque no puedo opinar mucho, pues me sobran dedos de las pelis que he visto de él. Podria decirse, no hay mal que por bien no venga. ;P