
Como quiera que sea que no soy el único que piensa así, la Marvel ha cogido a su monstruo verde, un actor deluxe como Edward Norton y un director especializado en acción vitamínica y los ha mezclado para remontar la saga pocos años después del relativo fiasco de la Masa de Eric Bana.
Por el trailer me esperaba lo peor, un refrito a lo tekken con guión del mismo guionista que perpretó la infumable Elektra.
Y debo decir que lo único que no me ha gustado de El increíble Hulk de Louis Leterrier son los pelucones que Norton lleva la mayor parte del metraje. ¿Es que no hay buenos peluqueros y maquilladores en Hollywood? ¿qué necesidad existe de ponerle esas tofas en la cabeza? ¿Hay alguna segunda lectura que se me escapa?

Por lo demás, El increíble Hulk es una de las películas de superhéroes más honestas y efectivas que he visto. No se entretiene más de lo necesario en la profundización psicológica jekylhydeana, que es uno de los lastres que suelen tener las pelis de tíos con mallas que quieren ir en serio.
Seamos francos: los que leíamos (y leemos) tebeos de la Marvel y la DC nos gusta verlos en acción. La parte seria está bien, pero no hay que sobredimensionarla. y El increíble Hulk no lo hace.
Además, afortunadamente, se salta el típico proceso de "Cómo llegué a ser un tipo con doble identidad", y no tarda más de tres segundos en condensarlo. A partir de allí, el film se estructura como un blockbuster veraniego por acumulación de escenas de acción.
Y bravo.
Bravo porque Leterrier (discípulo del sobrevalorado Luc Beson) ya había dado muestras de divertirse y divertirnos en medio del jaleo en sus entretenidísimas (y basta) Transporter 1 y 2. Esa escena de pelea de Jason Statham sobre aceite de motor era toda una garantía de buenas maneras. Y en Hulk coge el toro (verde) por los cuernos y nos mete en un tour de force digno de aplauso, lleno de influencias del género (de Michael Bay a Paul Greengrass). Las mejores escenas de acción de este año las encontraremos en El increíble Hulk. Por calidad y por cantidad. Y sobre ellas quizá la que destaca es la de Brasil, con una dirección y un montaje soberbios.

A todo eso le ayuda el tono desenfadado del discurso. Abandona cualquier pretensión de trascendencia e impregna el film del espíritu marvel. No importa que la forma no sea tan aproximada al cómic como en la peli de Ang Lee (con esas viñetas en movimiento), pero en el fondo sí se le acerca más. Y Leterrier sabe qué debe encuadrar y cómo tiene que hacerlo en cada momento.
En El increíble Hulk se introduce el humor más comiquero, igual que con Iron Man. El humor viene con forma de guiños (el por qué de los pantalones anchos, algunos personajes o corporaciones que salen de las páginas de los tebeos) o con situaciones, cameos o diálogos. Diálogos directos y tajantes, como debe ser. Y fluye perfectamente.
Edward Norton está raro. Bien, como siempre, pero raro (y con pelucones). El monstruo verde no me acaba de convencer en su fisonomía, demasiado atractiva. Liv Tyler se ha hecho mayor, sigue guapa pero ya no tiene cintura. Y Tim Roth está inmenso, pasándoselo en grande, disfrutando de cada segundo que aparece en pantalla en uno de esos personajes villanos robaplanos.
Poco más puedo decir. El increíble Hulk no es Fritz Lang. No es Orson Welles. Ya lo sabíamos. Pero es garantía de dos horas de boca abierta y mirada fascinada, de vibrar en la butaca del cine, de disfrutar y no querer bajar de la montaña rusa. Y es la confirmación de la llegada de un nuevo mundo a las salas. El Marvel definitivo. El cómic, por fin, como nos gusta leerlo.