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Monday, June 15, 2015

Jurassic World, de Colin Trevorrow (2015)




Ring ring riiiiiiiing

–Stevie! El teléfono!
–¿El teléfono?
–Sí, ¡suena el teléfono!
–¿Dónde lo tenemos, Kate?
–En tu despacho.
–¿Dónde está mi despacho?
–Es la habitación que hay al lado del cuarto de baño de la segunda planta.
–¿La que está cerrada?
–Esa.

Ring ring riiiing

–Voy.
...
Ring riiiiiing ring

–¿Hola?
–¿Señor Spielberg?
–Sí, ¿con quién hablo?
–Con Colin.
–¿Colin Hanks? ¿Qué tal, muchacho? ¿Cómo está tu padre? Hace mucho que no os veo...
–No, señor, no soy Colin Hanks. Soy Colin Trevorrow.
–¿Quién?
–Usted me contrató. El director de Safety not guaranteed...
–No la he visto.
–Sí, señor. La peli de los viajes en el tiempo.
–¿Eres Bob Zemeckis?
–No, señor. Colin. Colin Tremorrow. La de Robert Zemeckis ya tiene treinta años, señor.
–De acuerdo, muchacho, ¿qué es lo que quieres? Soy un hombre muy ocupado.
–Me dijo que le llamara, señor.
–¿Perdón?
–Antes de rodar. Que no dudara en llamarle si tenía alguna duda. Que le encontraría en casa, seguramente. Por... por eso que me dijo.
–No sé de qué me hablas.
–Es usted Steven Spielberg, ¿verdad?
–Sí, Bob.
–Colin... me llamo Colin. Me dijo que se le habían pasado las ganas de hacer películas. Que las últimas ya las rodaba por inercia. Que prefería ver crecer la hierba del jardín.
–Tengo un jardín muy grande.
–Lo sé, señor. Me invitó a una barbacoa hace un par de meses.
–¿Te gustó mi jardín?
–Mire, señor, si es mal momento puedo llamar más tarde.
–No, no, no, por favor. Ahora que he encontrado el teléfono me apetece usarlo un poco. Hace tiempo que no me llama nadie, ¿sabes?
–¿Entonces le puedo hablar de la película?
–Lo siento, chico. No he visto tu película de viajes en el tiempo. Seguramente te dije que la vi, pero no lo hice. ¿Te dije que me había emocionado? ¿Que había llorado con ella?
–Sí, señor.
–Se lo digo a todo el mundo que me da lastimica. Viene algún desarrapado, de esos que huelen mal y dicen que son soñadores, me muestran su peli o su serie y les digo que la miro. Pero no lo hago. Me da mucha pereza. Y no sé decir que no, pobrecillos. A ver si van a hacer alguna tontería y luego me siento culpable.
–Bueno, yo en realidad quería hablarle de la otra película.
–¿De cuál?
–De Jurassic World.
–Esa es mía, chico. ¡De cuando aún se me ponía dura rodando cine! ¿Te quieres creer que la hice el mismo año de La Lista de Schindler?
–Usted habla de Jurassic Park.
–Sí, claro.
–He dicho Jurassic World.
–¿Y eso? ¿Es la continuación?
–La cuarta parte.
–¡¡¡¿Ya llevan cuatro?!!!
–Eh, bueno... usted dirigió la segunda.
–¿Ah, sí?
–Se.
–Hum... sí. La de la pelirroja, ¿verdad?
–Exacto.
–¿Te gustó?
–Bueno, tenía sus cosas.
–No te gustó.
–Sí, sí. Los raptores atacando al convoy en las hierbas altas, el cristal que se rompe... bueno, había chispazos. De hecho, nos quedamos con la idea de los soldados yendo a cazar dinosaurios para esta, señor.
–¿Y la tercera también es mía?
–Señor Spielberg, si no se encuentra bien, o ha dormido poco, puedo llamarle en otro momento. Esto es un poco incómodo.
–No recuerdo nada de la tercera.
–Es bastante común. Había pterodáctilos.
–Esos son los que vuelan.
–Sí.
–¿Y saldrán en la cuarta?
–Entiendo que no se ha leído la última versión del guión, ¿verdad?
–¿Del guión? Sí, claro, claro. Pero hazme un breve resumen, Bob.
–Colin, soy Colin.
–Hace tanto que no trabajo con tu padre...
–Señor Spielberg, mire, el caso es que el rodaje empieza la semana que viene y tengo algunas dudas sobre la película.
–¿Pero de qué va?
–Bueno, a grandes rasgos, vendría a ser la misma historia de la primera: dos niños enchufados y algo repelentes van al parque gestionado por un pariente para disfrutar de un fin de semana entre dinosaurios. Hay un problema y el dinosaurio más gordo se escapa y les persigue.
–Y al final se salvan.
–Claro.
–Así me gusta. Los niños siempre deben escaparse en el cine. Como en La guerra de los mundos, cuando el hijo de Tom Cruise corrió hacia una explosión enorme y luego...
–...resultó que estaba en casa de sus abuelos, sano y salvo.
–¿La has visto?
–He visto todas sus películas, señor. Es usted Steven Spielberg.
–¿Viste la del caballo?
–Sí, eh... esa también.
–¿Y cuáles son tus dudas, chico?
–La verdad es que el proyecto me da un poco de miedo. Me viene grande, no le engañaré. Yo vengo del cine de pequeño formato y... vamos, aquí hay dinero a cascoporro.
–Cuanto más dinero, mejor.
–Cuanto más dinero, más presiones, señor.
–Tú haz tu película.
–Es que en realidad no lo siento muy mía. Tengo una lista de marcas que deben aparecer en la película y es bastante larga. Escuche: Mercedes Benz, Starbucks, Ben & Jerry's, Triumph motorcycles, Hilton Hotel, Verizon, Margaritaville, Beats by dre, Pandora... si incluso el centro de innovación del parque está patrocinado por Samsung.
–¿Hay Coca Cola?
–Sí, claro. Siempre hay Coca Cola. La nueva botella, concretamente. Incluso hacemos un chiste sobre bautizar a dinosaurios con el nombre de Pepsi.
–Había una serie de televisión en México... no, espera, en España. ¿España está en Europa, verdad?
–Supongo.
–Había una serie de televisión en España sobre un médico viudo con mucha família que le gorroneaba constantemente.
–Suena interesante.
–No, escucha, la serie es lo de menos. El caso es que ahí tenían quince o veinte minutos por episodio en los que los personajes desayunaban. ¿Y sabes qué hacían? Se zampaban tranquilamente todas las marcas de los patrocinadores mientras la chacha les daba la vara.
–Pero en Jurassic World no hay ninguna chacha, señor.
–Da igual. Encuentra el momento y que el protagonista se beba la Coca Cola a gusto.
–Aunque no venga a cuento.
–Lo vas entendiendo.
–En cierta manera, mi intención era criticar esto, pero veo que no me van a dejar.
–Explícate.
–Mire: la peli va sobre un parque de dinosaurios que necesita tener bichos más grandes, más temibles y más espectaculares para que la gente siga yendo a visitarlo. Ya nada es igual que hace veinte años, ¿sabe? La gente se ha acostumbrado a los dinosaurios. Por eso los responsables del parque están creando dinosaurios nuevos, para atraer a más visitantes. Y un poco es lo que pasa en el cine de hoy en día. Ya nada es igual a cuando rodó Jurassic Park. Aquello fue un revelación, algo nuevo, algo impresionante, pero hoy no es suficiente. El público está curado de espantos. En casi todos los blockbusters de los últimos siete años ha habido una destrucción parcial o total del planeta. Cuatro lagartos no pueden competir contra eso.
–Y quieres hacer una peli más a lo bruto.
–Quiero hacer un Jurassic Park hormonado.
–Me parece bien. Nunca he tenido muchos escrúpulos con eso.
–Pero el dinosaurio grande...
–¿El T-Rex?
–No, uno nuevo. El Indominus Rex. El Indominus Rex se escapa y la lía parda. Y yo tengo miedo que me pase algo parecido. Que se me vaya de las manos. Por eso le llamaba, señor.
–...
–¿Señor?
–...
–¿Está usted ahí?
–Oops, perdona, Bob. Estaba intentando cambiar de canal en la televisión y no sé qué botón tocar.
–Pruebe con los que tienen números.
–A ver... ah, sí, mira. Dan una serie de las que he producido.
–¿Cuál?
–No lo sé. No las he visto nunca. No sé distinguirlas.
–¿Es la de los aliens?
–¿He producido una serie con aliens?
–Con el chaval ese de Urgencias.
–¿Y qué tal está?
–Tengo más preguntas sobre la película, señor.
–Sí, perdona, dime.
–Mire, hay algunas cosas... el guión no lo he escrito yo, ¿sabe? Es de Rick Jaffa, Amanda Silver y Derek Connolly.
–No les conozco.
–Usted les contrató.
–Sí, sí. Me imagino. ¿Cuál es el problema?
–Que no es muy bueno.
–¿Cómo no va a ser bueno con tanta gente metiéndole mano?
–No sabría por dónde empezar...
–Por el principio, claro.
–Bien. Mire, los dos protagonistas son un niño melenas que se sabe de memoria muchas cosas de biología y física porque sí.
–Como el niño de la primera.
–Sí, pero este no siente admiración por el personaje principal ni se proyecta como su pánico a la paternidad.
–Eh...
–Y su hermano, un adolescente al estilo de Zach Effron que tiene pinta de no haber dormido mucho o haber esnifado pegamento, y que está obsesionado con mirar fijamente a las chicas.
–¿Y bien?
–Pues que la peli empieza con ellos despidiéndose de sus padres y yendo a Jurassic Park.
–¿Ese es el primer plano?
–Sí.
–Cámbialo.
–Mil gracias, señor, sabía que me ayudaría Su experiencia...
–Sí, bien, bien. Mira, te daré este consejo: abre la película con un primer plano de un animalito. Algo que parezca una amenaza primero y resulte que es una criaturita tierna e inofensiva. Podrías poner, yo que sé, una garra monstruosa que acabe siendo la patita de un pajarillo. Yo lo hice con La Calavera de Cristal y resultó muy gracioso. Era un perro de la pradera que salía de un montoncito de arena que simulaba la montaña de la Paramount. Gracioso, ¿verdad?
–Qué buena idea, señor. No dude que haré eso.
–Sigamos con los críos.
–Bien, se despiden de sus padres y llegan a Jurassic World.
–Dile a John que ponga la fanfarria bien alta del parque ahí.
–John ya no está en el proyecto.
–¿Y quién hace la música?
–Giacchino.
–No lo...
–No lo conoce, ya. Es el músico favorito de Abrams.
–Ah, bien. Si le gusta a JJ me gusta a mi.
–Le digo que ponga la fanfarria, pues.
–Sí, claro, esa nunca falla. El factor nostalgia puede con todo. Ya te digo que en La Calavera de Cristal metía la marcha de Indy incluso cuando no venía a santo de nada solo para disimular que la peli era mala...
–Yo no diría tanto de la calavera...
–Bob, tú y yo sabemos que eso no se salvaba.
–Entonces pongo la fanfarria. Es que tal como está planificado, los niños llegan en avión, tren, ascensor, habitación de hotel y balcón. Vamos, que si pongo la fanfarria estoy dándole épica a una road movie, prácticamente.
–Tú ponla.
–No encaja mucho pero bueno, la pondremos.
–¿Y qué más? ¿Su padre está muerto?
–No, el padre está vivo.
–¿Ausente? Eso siempre funciona.
–No. Les quiere mucho y se preocupa por ellos.
–Pues debería haber una figura paterna conflictiva.
–Tenemos a la tía.
–¿Qué tía?
–La hermana de la madre. Bryce Dallas Howard.
–¿Ese es su nombre de verdad?
–La chica del agua, la hija de Ron.
–¿Y qué problema hay con ella?
–Pues que no quiere ocuparse de los niños porque es una señora muy fría con muchas responsabilidades en la empresa.
–¿Y cómo va vestida?
–Aún está por decidir.
–Ponle un traje blanco. Algo muy frío. Y ponle hombreras. Y el pelo corto así como muy de los ochenta.
–¿Y eso para qué?
–Para que se vea que no vive en nuestro mundo, que es una ejecutiva centrada en los negocios.
–Ese tipo de ejecutivos hace treinta años que no existen.
–Alguno habrá.
–Pero solo con la ropa no tenemos conflicto.
–Pues haz como lo de Sam Neill, que le tenga miedo a ser padre.
–Madre.
–Eso, que le tenga miedo a ser madre. Que no quiera asumir responsabilidades.
–¿Y cómo hago eso?
–Pues no sé, pon un diálogo con su hermana. Que la hermana le diga algo así como "tú no cuidas de mis niños porque no eres madre y no sabes lo que se siente siendo madre porque ser madre es algo muy especial y tú no lo eres así que no lo sabes y por eso no los cuidas".
–...porque no eres madre y no sabes lo que se...
–¿Estás apuntando?
–Sí.
–Bien, me espero.
–...y por eso no los cuidas. Ya.
–Pero la chica debe tener un interés romántico. Debe haber un hombre que la pueda preñar, claro, porque si no no sería una mujer completa.
–Vaya, señor, pensaba que era usted algo más moderno.
–¿Perdón?
–No, nada, nada. Un interés romántico. En realidad no estaba planificado, pero podríamos liarla con el protagonista. Cambio un par de escenas y hago ver que los han reunido expresamente en el parque por su antigua relación. La verdad es que no encajan ni con cola y hay poca química entre ellos, pero les haremos besarse en algún momento tenso de la película.
–Ponle tacones.
–¿Qué?
–A la hija de Ron. Ponle tacones. Eso puede ser muy cómico. Podría correr delante de un dinosaurio con tacones. Es de mucha risa.
–Correr delante dinosaurio tacones.
–Sí.
–Creo que ya sé cuándo podrían besarse.
–¿Cuándo?
–El Indominus se escapa y destruye medio parque. Entonces, hay un momento en el que se abre la bóveda de los pterodáctilos y estos atacan a la gente, como en Los pájaros de Hitchcock.
–Sí, por qué no. Un buen beso mientras los pterodáctilos destripan a gente inocente a tu alrededor siempre funciona.
–Lo único que me estoy mirando el guión y esa es la única escena con pterodáctilos.
–¿Cómo que la única?
–Sí. Mire, se escapan de la bóveda y atacan a la multitud. Ya lo tengo todo pensado. Para crear más dramatismo haré que haya gente montando a sus hijos sobre dinosaurios bebé mientras los pájaros, digo los pterodáctilos atacan. Com si más que un ataque de pterodáctilos fuera un mosquitazo enorme que no has visto venir.
–Gente jugando mientras hay una matanza alrededor.
–Sí. Y gente que no quiere tirar sus cervezas al suelo aún a riesgo de morir.
–Vale, compro.
–Entonces la chica se sube a un coche y empieza a gritar como una loca.
–¿En medio de un ataque de pájaros antediluvianos rabiosos?
–Sí.
–Pero no le pasa nada.
–No, ya se han zampado a la niñera, que les encuentra como de chiripa entre el caos del gentío en desbandada.
–Una figura paterna muerta por escena es suficiente, sí.
–Y le digo más. El último plano será un homenaje a Misión Imposible, con el pico de un pterodáctilo deslizándose hasta casi ensartar a los niños.
–¡Los niños no deben morir!
–No, no, no, claro. Ya lo tengo presente. Pero pienso que podría ser cómico.
–Si te hace gracia, a mi me está bien, Bob.
–Colin.
–Tengo que llamar a tu padre algún día.
–Como le decía, señor: después de esto, en el guión no hay más escenas con pterodáctilos.
–¿Por qué? ¿Se mueren?
–No. Desaparecen.
–¿Se cansan de atacar a la gente y se van?
–Creo más bien que Rick, Amanda y Derek se olvidaron de ellos.
–Pero hay más bichos.
–Incluso holográficos.
–Pues tira.
–Está usted siendo de gran ayuda, señor Spielberg. Mil gracias de nuevo.
–No hay de qué... ahora que lo pienso. ¿Quién es el prota con el que se besa la chica ochentera?
–Chris Pratt.
–No lo conozco.
–Er... en realidad sí, señor. Es el nuevo Indiana Jones.
–¿Shia?
–No, definitivamente no es Shia.
–Me gustaba Shia.
–Solo a usted, señor.
–Entonces no es Shia.
–No, no es Shia. Pero Pratt es mejor que Shia. Tiene la capacidad de hacer que parezca que la mierda no le salpica. Siempre parece pasárselo bien. Y tiene una vis cómica muy acentuada. A veces demasiado, pero para el guión que me han dado...
–¿Y da como Indy?
–Da como Indy y da como el protagonista de Jurassic World, sí. Es el entrenador de raptors. El que lleva la Triumph por la selva tropical y se tiene que beber la Coca Cola.
–Pero has dicho que no había química entre ellos.
–Ni un gramo.
–Ni con los niños.
–Esos niños no tienen química con nadie.
–Entonces tampoco les hará de falso padre como en la primera.
–Para eso ya está la joven del agua.
–Ya, pero esos niños deberían sufrir algún conflicto con sus padres, también.
–Claro.
–Algo que les afecte mucho.
–Sí, cómo no.
–Que se estén divorciando, por ejemplo.
–Los padres se divorcian.
–Sí. ¿Se escapan los niños en algún momento?
–Evidentemente. En lo más chungo de la crisis del parque.
–Pues antes incluye una escena con lloros porque sus padres se divorcian. Haz que hayan leído sus mails y que el pequeño llores desconsoladamente por la separación de sus padres y que el mayor no sepa como consolarlo.
–Quizá deberíamos retocar la primera escena, en la que a los padres se les ve felices...
–No hace falta, hombre.
–Pues entonces cerraremos la subtrama al final, cuando los padres entren en la isla a pesar que esta está siendo evacuada y se dirijan al hospital de campaña...
–No, no, no. No pierdas el tiempo. Una escena suelta de niño llorando bastará. Tampoco es que influya mucho en la trama, ¿verdad?
–En absoluto.
–Los niños nunca deben morir pero deben llorar por sus padres. Lo que yo te diga, Bob, una escena y basta.
–Niños que lloran. Divorcio. Bien. Así lo haremos.
–¿Y el malo? Siempre debe haber un malo.
–Pues tenemos dos. El Indominus Rex, que es muy malo requetemalo. Y un militar de la InGen que quiere usar a los raptors como arma de guerra.
–Militares malvados. Bien. Un clásico. ¿Y quién lo interpreta?
–Vincent D'Onofrio.
–¿Y qué te parece?
–En Daredevil ha hecho un Kingpin cojonudo. A ver lo que saca de este guión.
–¿Qué problema hay?
–Pues que no hay por dónde coger a su personaje. Es un obseso emperrado en usar raptors amaestrados incluso cuando ve que no responden del todo al instructor. Un codicioso en la línea de la primera peli.
–¿Y también hay un infiltrado?
–Más o menos. Un chino del laboratorio que también se mueve por la pasta.
–¿Y el director del parque? Ese al menos es bueno, ¿no?
–No queda claro. Al principio queda como que se preocupa por la felicidad de los animales y que el parque sea una experiencia maravillosa, pero hay un momento en el que se vuelve un déspota cegado por el dinero.
–Y recibe su castigo.
–Muere en un accidente de helicóptero que él mismo pilota.
–¿Y eso?
–Llega un momento en el que es el único piloto que queda en el parque.
–¿El director del complejo?
–Sí.
–El único piloto.
–Sí. Y debe transportar militares con armamento pesado. Ahí muere.
–El director.
–Sí.
–Del parque.
–Eso es lo que dice el guión.
–Porque los militares no tienen pilotos.
–Es que hay diferentes tipos de militares. Están los de contención, que parecen superpreparados pero mueren todos en el primer ataque del Indominus porque este se puede camuflar entre la maleza.
–¿Cómo?
–Tiene genes de sepia. Pero bueno, es un detalle. Tampoco lo usaremos más. Las habilidades del raptor solo le duran una escena. Como la de camuflar su temperatura corporal.
–¿También puede hacer eso?
–Sí, claro, es la única manera que el prota y unos secundarios que van a morir entren en su jaula.
–¿El experto en dinosaurios entra en la jaula del bicho más peligroso de la isla sin comprobar al cien por cien que aún sigue ahí?
–Sí, esa es la idea.
–Algo descabellado, ¿no?
–Es que no se les ocurrió otra manera de ponerle en peligro. De todas formas, mueren los secundarios, como le digo. Un par de gordos que trabajan de técnicos y de seguridad.
–¿Muertes cómicas?
–Si eso existe.
–Lo digo por lo de gordo.
–Es que, mire, he estado echando una ojeada al cásting y todos los empleados del parque son muy feos. No solo los gordos de la jaula: hay dos delgaduchos que también tienen sus momentos de peligro cómico.
–Si crees que funciona...
–Espero que sí.
–Aunque el protagonista tiene un amigo fiel que destensa las situaciones, aunque aporte más bien poco.
–¿Otro alivio cómico?
–Sí.
–Al menos será negro.
–Claro. Es el de Intocable.
–...
–¿Le conoce?
–Esa película me hizo llorar. Me emocionó.
–Señor Spielberg.
–¿Sí?
–En realidad yo quería pedirle permiso para copiar algunos de los planos más memorables de la primera.
–¿Y eso?
–No tengo mucha imaginación y la verdad es que soy bastante de rodar al mogollón, así que he pensado que poner algún plano suyo y llamarlo guiño funcionaría.
–¿Cuáles?
–No sé. El de la bengala delante del T-Rex. El del vaso de agua temblando. El de los bichos en el retrovisor.
–Quita lo del agua, que está muy sobado. Y en el de los bichos en el retrovisor, sácale el mensaje de "objects in the rear view mirror" que era lo que le daba gracia al chiste, para que no se note.
–¿Entonces puedo hacerlo?
–Sí, claro. ¿Tú crees que a mi me preocupa mucho lo que estéis haciendo con la película?
–No, no. Ya veo que no.
–Consígueme dinero, resucita la franquícia. Con eso basta.
–Faltan los otros militares.
–¿Qué?
–Que había dos clases de militares. Los de contención y los otros.
–Mercenarios chungos.
–Sí.
–Bien. Ahí. Me gustas, muchacho. ¿Y cómo mueren?
–Los devoran los raptors.
–¿Pero no eran buenos?
–Van cambiando de opinión, como casi todos los personajes de la peli. En realidad, nadie es muy coherente, ni siquiera los dinosaurios.
–Pero se ve como mueren.
–Les han puesto cámaras en la cabeza y vemos primeros planos de sus caras gritando.
–Son dinosaurios que saben encuadrar.
–Mejor que usted y que yo.
–Chico, no te pases.
–Perdón, mejor que yo.
–Oye, mira, que se está haciendo tarde y me apetece salir a tomarme un batido. ¿Tienes algo más que preguntarme?
–Miles de cosas. Ya le digo que estoy acojonado. No sé qué hacer con muchas de las escenas.
–Da igual. La gente no quiere verte a ti. Ni siquiera quieren un suspense bien construido, ni escenas muy complejas. La gente va a ver a dinosaurios luchando. Termina la peli con muchos bichos saltando unos encima de otros y mordiéndose y desgarrándose, y el público saldrá de la sala con un buen sabor de boca.
–No todo el mundo, señor. Seguro que a algunos no les gusta.
–Amargados. Se les hace creer que con quince años hubieran disfrutado muchísimo de esta película y que es la edad lo que los ha vuelto una cínicos. Se les intenta hacer que se sientan culpables para que compren el blu ray o vayan a ver la segunda parte, cuando la hagas.
–Sería la quinta.
–¿Cinco, ya?
–Muchos dinosaurios al final, pues.
–A piñón. Y cuantos más grandes mejor.
–Ahora tenemos uno acuático que es como cinco ballenas juntas.
–Pues ese se lleva el gato al agua. Y pon el T-Rex. El T-Rex tiene que salir.
–En el guión no está.
–Sácalo una escena. Y que la prota corra con tacones delante de él.
–Sí, eso ya me lo ha dicho.
–Eso da mucha risa, verdad.
–Sí, sobretodo a los militares que llevan tres películas muriendo devorados con todo el equipamiento de guerra que llevan encima.
–Pues más risa aún. Saca al T-Rex y verás como la gente aplaude al final de la peli.
–Muchas gracias, señor Spielberg.
–A ti, Bob. Que tengas un buen rodaje.
–Gracias, gracias, gracias.

Clanc

–¡¡¡¡Stevie!!!!
–¿Qué quieres, Kate?
–¿Quién era?
–¿Quién era quién?
–El pesado de la llamada. Te ha retenido un buen rato.
–Ah, nada. El hijo de Tom Hanks.
–¿Y qué quería?
–¿Qué quería quién?
–El hijo de Tom.
–No sé qué de unos dinosaurios. Oye, Kate, ¿has visto el teléfono por aquí? Tendría que hacer una llamada.








Friday, August 16, 2013

Elysium, de Neil Blomkamp



Basta ya de cámara en mano. Basta ya de peleas que no se entienden. 
Si teneis un diseño de producción acojonante, mostradlo bien, que luzca. 
Los robots, las armaduras, las naves, las armas, todo en Elysium, se muestra como de pasada, borroso, por el movimiento de la cámara.
Y si ya no podemos disfrutar de eso, entonces debemos centrarnos en lo que pasa. Y en Elysium no pasa nada que no sepamos de antemano. Todo está visto y recontravisto. Previsible en cada segundo de la película.
Pues ya que la historia no tiene nada del otro mundo (ja, ja, qué irónico, del otro mundo, hablando de Elysium), al menos empaticemos con sus protagonistas.
Y tampoco. Porque me dan igual. Porque son planos. Porque no me importa lo que les pase, ni sufro con ellos. Ni el Bourne con los hierros de Forest Gump, ni la chica, ni la niña, ni nadie. Jodie Foster pasaba por ahí y Sharlton Copley hace lo que puede con su personaje para salvar los muebles.
Es más, me molesta ver que intentan crear una cierta épica y ésta no despega. Estaba fuera de la película, frunciendo el ceño, preguntándome por qué, si lo tenía todo para gustarme, me ha parecido un film del montón.
Ah, y la resolución es tan simple que da hasta cosica. Si la piensas dos veces, ves que en realidad esa solución no es solución a nada.
Lástima.


Tuesday, September 18, 2012

Total Recall, de Len Wiseman


Para empezar, la mujer de las tres tetas va en sujetador y no tiene ninguna explicación en el contexto de la trama porque no hay mutantes en este remake.

Con esto ya debería estar todo dicho sobre este despropósito aburridísimo, pero hay un detalle que no quiero pasar por alto.

En la escena final (y si sois gente lista, que lo sois, entendereis que esto significa spoilers, pero también sabréis que da igual) Colin Farrell sale malherido y con el pecho al aire de una ambulancia. Por lo que parece, hace calor, en este mundo futurista. Jessica Biel sale del interior de otra ambulancia y se abraza a Colin. Ella va tapadita, vestida de pies a cabeza, y lleva una tirita en un pómulo para que el espectador sepa que está herida. Entonces llega un camillero y le pone una manta. A ella. La tapa, en plan es una víctima que necesita conservar todo el calor en su cuerpo. Y mientras, Colin Farrell la está abrazando despechugado. Se acaba la película.

Anteriormente, en otra escena, había apasado algo parecido. Un compañero de trabajo de Farrell le avisaba que todo era un sueño, mientras una multitud los contemplaba asustados. Entre el gentío, la desdichada esposa de Farrell, interpretada por Kate Beckinsale. Bueno, interpretada es un decir. De toda la gente que hay ahí, Kate es la única que lleva una mantita encima. Porque es la víctima. Porque es la preocupada. Y claro, hay que conservar el calor, aunque seas una ilusión.

Por lo demás, la película es una sucesión lamentable de escenas de acción alargadísimas y tediosas sin a penas conexión entre si, que llegan al paroxismo en esa set-piece de los ascensores, un PacMan en toda regla. 

Lamentable.

Deseaba que alguien me tapara con una manta al final de la proyección.

 

Friday, August 19, 2011

Super 8, de JJ Abrams


El gran hype del verano. La madre de todas las nostalgias. La suma de los talentos más palomiteros de Hollywood.
Super 8, desde los primeros teasers hasta el póster final, prometía. Y mucho.

Una historia como las de los ochenta. De esas con las que flipábamos porque nos sentíamos identificados con sus protagonistas. Esos niños que vivían aventuras extraordinarias en un mundo de adultos al que empezaban a asomarse. Ese dejar atrás la infancia.

Éramos pequeños y teníamos bicicletas.

Éramos los Goonies con nuestras cabañas secretas y el mapa del tesoro. Éramos los exploradores fabricando naves espaciales. Éramos la panda de amigos que iban a buscar una cadáver... bueno, eso no me ocurrió nunca, pero ya entendeis lo que quiero decir.

Así que estaba entusiasmado y asustado con el estreno de Super 8.  Porque la mano de Spielberg es la que me ha criado cinematográficamente. Y porque JJ Abrams tiene talento para dejar su sello (esa fusión de costumbrismo tierno y sci-fi/aventuras/terror/misterio/espionaje). Las sensaciones eran positivas.

Tanto como cuando estrenaron La Cagalera de Cristal.

Y no hace falta que recuerde lo que pasó.



Los ingredientes son, pues, apetitosos: un grupo de niños que rueda una peli de zombies en super 8 y presencia un accidente ferroviario del que escapa un ****** tremendo.

Toda la primera parte del film, con ese amor por el cine más inocente, más puro, es deliciosa. Los personajes son puro cliché, pero los críos se hacen querer. Para mi gusto, le faltan chicas (solo está la protagonista y la hermana mayor del director, de aparición fugaz) y hermanos mayores (me remito al anterior paréntesis). Básicamente, no hay adolescentes. O críos o adultos. Blanco y negro. Tengo la impresión que los adolescentes daban mucho juego en este tipo de films porque no pertenecían a ninguno de los dos bandos (pro-fantasía, anti-fantasía). Querían ser mayores pero eran inocentes al mismo tiempo. Y creo que en Super 8 se ha obviado este elemento.

Luego, cuando ya aparece la parte del monstruo, la cosa se vuelve más convencional. Escenas de sustos dignas de la serie B de los ochenta, algunas gotas (muy poquitas) de paranoia de guerra fría, militares malísimos y abundantes dosis de azúcar (imaginaos Alien, imaginaos ET; juntadlo).

La película no pierde el ritmo en casi ningún momento, y las dos horas se pasan en un suspiro. Abrams se mueve cómodo aunque poco reconocible con la correa de Spielberg. Los críos están sensacionales y muy bien definidos. La película supura amor por el cine en cada uno de sus fotogramas (sobretodo en aquellos en los que la cámara se encuentra en el lugar de la pantalla, con lo que los protagonistas se convierten en espectadores, y nosotros los espectadores somos, en cierta manera, los protagonistas).

¿Por qué salgo con esta sensación de que me falta algo, entonces?

Super 8 es un facsímil. Una copia casi perfecta de un estilo de películas de hace más de veinte años. Películas que llevan dos décadas sin rodarse. Películas que nos encantaban. Un film idéntico.

El que ha cambiado en todo este tiempo, soy yo. No soy el niño de diez años que viajaba al pasado en un DeLorean. No soy el chico que luchaba contra criaturas del espacio codo a codo con unos cazarecompensas alienígenas. No vivimos en un mundo analógico, donde tus compañeros de clase me explicaban las películas antes de verlas y exageraban y creaban nuevas historias. Hemos pasado por muchas cosas: la caída del muro, el 11S, naves arder más allá de Orion, las Mama Chicho, el final de Perdidos, Mourinho...

¿Qué sentido tiene reproducir un mundo que ya no pertenece más que al terreno de los recuerdos?
Si sirve para relativizar-lo y jugar con él, como hizo Paco Plaza con su maravilloso Cuento de Navidad, perfecto. Si se trata tan solo de un ejercicio de nostalgia teledirigida a un sector muy concreto del público (aquellos que nos encontramos en los treinta), sin más intención que clonar algo que en su momento funcionó...

puede que guste, claro. Es muy entretenida.

...o puede que te haga sentir que aquel niño de diez años hace tiempo que dejó de buscar mapas del tesoro.



Saturday, April 16, 2011

Código Fuente, de Duncan Jones


No voy a hacer un análisis frío. Ni puedo. Lo siento.

He salido emocionado del cine. He salido eufórico, con muchas ganas de volver a entrar y disfrutar de nuevo de la película.
Todos los que fuimos seguidores de aquella serie de televisión llamada Quantum Leap llevábamos desde su final en 1993 esperando la adaptación a la gran pantalla. Personalmente ya lo daba por perdido.
Hasta que llega Duncan Jones y hace una versión encubierta de la aventura de Sam Beckett. Encubierta pero reconocible.
De ahí a que me encuentre aturdido por la sorpresa y el placer de reencontrar ese viejo argumento en una gran, gran, gran pel·lícula.



Quizá ese es uno de los defectos que le adjudican a Jones, ¿no? El no hacer nada novedoso. El repetir fórmulas ya conocidas, realizar un cine deja vu. De Moon criticaron que era una mezcla de Solaris, 2001 y Atmósfera Cero. De Código Fuente se le achaca que combina Atrapado en el tiempo, 12 monos, Deja Vu o el ya citado Quantum Leap, por ejemplo. De hecho, tenía la sensación de estar viendo un capítulo de Twilight Zone dirigido por Hitchcock.



Pero, personalmente, Moon me encantó y Código Fuente me ha entusiasmado. Y parece que este director tiene más personalidad de la que se le quiere restar. Parece que tiene cosas a decir. Y que su mensaje no está tan lejos de aquellos Blade Runner de Scott o Almas de Metal de Crichton, por ejemplo. Jones aprovecha la sci-fi para hablar de los humanos, de aquello que nos mueve, que nos hace sentir vivos, en el pequeño lapso de tiempo que pasamos por la Tierra. Ya sean ochenta años, treinta y seis meses u ocho minutos. Tanto Moon como Código Fuente no están tan lejos como pueda parecer desde un principio.

Jake Gyllenhaal solo hace que mejorar con los años (no lo tenía difícil, es cierto), y desde Zodiac se ganó mi respeto. Aquí está impecable. Como Vera Farmiga. No puedo decir lo mismo de Michelle Monagan, pero es que su personaje tampoco da mucho más de sí. Y el único que patina es Jeffrey Wright, sobreactuado y paródico, se toma la película demasiado como una serie B (que en el fondo lo es, pero hay que disimular, por Dios).



No explicaré la historia (que ya habréis oído o leído en cualquier otro sitio) ni me extenderé mucho más. La película funciona como un reloj, un engranaje que no falla nunca, a pesar de lo que os digan sobre el final. 



Ay, el final. Tranquilos que no habrá spoilers. He leído a gente decepcionada por el final. Que si es incoherente, que si es simplón.  Pero mirároslo bien. No es lo que parece a simple vista, amigos. En realidad, simple es la palabra menos indicada, y el final es el verdadero argumento de la película, no el que aparece en las sinopsis...



Y señor Duncan Jones: gracias por esa sorpresa a los seguidores de Quantum Leap. Gracias por esa llamada teléfonica. Un millón de gracias. 



Qué ganas tenía de inyectarme una dosis de sci-fi directa al cerebro.

Saturday, April 02, 2011

Invasión a la Tierra, de Jonathan Liebesman



No sabía yo que el cuerpo de los marines estaba tan mal de vocaciones para tener que realizar un publireportage de hora y media que haga que la juventud estadounidense corra en masa a alistarse.
Básicamente, si te haces marine:


  • Podrás surfear a placer.
  • Tendrás un buffet libre de armamento a tu disposición.
  • Sabrás lo que es vivir con honor.
  • Tendrás la posibilidad de morir con honor.
  • Por tu país, ojo.
  • Lucharás contra aliens.
  • Te sabrás el nombre, grado y número de tus compañeros de corrillo.
  • Llevarás un traje molón.
  • Rescatarás niños indefensos que te querrán como a un padre.
  • Bombardearás naves extraterrestres.
  • Cuando te jubiles, podrás volver a disparar al día siguiente.
  • Abortarás invasiones del espacio exterior.
  • Salvarás a pobres immigrantes que te aplaudirán para que se vea que no es una metáfora contra los immigrantes. Es más, los immigrantes son bienvenidos en el cuerpo de marines porque es una de las pocas maneras que tienen de prosperar en USA y conseguir puestos en la administración pública, por ejemplo.


En definitiva: join us, USA needs you.



Por cierto, cuando dicen Invasión a la Tierra, "Tierra" es un eufemismo para Los Ángeles.
Me gustó bastante más Monsters, que sin toda la parafernalia iba algo más allá.
Porque esta se queda en el título. No aporta nada (NADA) al género. No hay ninguna innovación, ninguna idea nueva. Es la clásica aventura ultramilitarista de los años 50 con más efectos especiales. Un par de secuencias de acción bien resueltas (la del puente y parte del tramo final) y basta.

Jonathan Liebesman, o su guionista (me da pereza buscar quién es en el imdb) o el ejército de los Est los productores del film deberían aprender un poquito de Ridley Scott. En Black Hawk Derribado la presentación de los personajes duraba... oh, espera: no había! Prácticamente se iban a pegar tiros de buenas a primeras. Y aún así, conseguía que te acabaran importando. En Invasión a la Tierra Los Ángeles hay una introducción eterna de los personajes haciendo su vida diaria de marine (¡quiero alistarme! ¡quiero alistarme!) hasta que no llega el ataque (¡quiero alistarme ya!). Tras eso, te da exactamente igual si viven o mueren o se convierten en héroes o en mártires, porque todo es una sucesión de clichés y lugares comunes que provocan somnolencia.



Un dato: en toda la película solo hay un chascarrillo. Solo uno (y tiene que ver con la única soldado femenina y sustancias viscosas). Se toma muuuy en serio a si mismo, el film.

Un diálogo:
-Mirad si es inocente mi hijo, que al principio decía: ¿no podemos hablar con ellos?
-Con el primer disparo demostraron que no venían en son de paz.

Por una centésima parte del presupuesto de Invasión a la Tierra, se me ocurre una historia de colonizaciones alienígenas a través de, no sé, ¿eucaliptos?

PS. Por cierto, muy gracioso lo de basado en hechos reales con que venden la peli.

PS2: Me comentan que el título original es Battle: L.A. Pues eso.

Sunday, August 29, 2010

Predators, de Nimrod Antal


Bueno, a ver qué tal está Predators, que después de las mierdas de Alien vs Depredador ya apetece que la saga se revitalice un poquillo.
Va, que produce Robert Rodríguez, que ahora le ha dado por producirlo todo. Eso es garantía de entretenimiento. Aunque, a mi, Nimrod Antal me aburrió muchísimo con Blindado.
Venga, un noche en el cine viendo a humanos siendo cazados. El plan no pinta mal.
Mira, el trailer de Los ojos de Julia, dirigida por Guillem Morales y escrita por Oriol Paulo. Mola. Mola mucho.
Ah, ya empieza la peli. Adrien Brody aparece en una selva con gente diversa. Un ruso, una israelí, un mejicano, un negro... bueno, qué más da. Parece el principio de un chiste o la premisa de un capítulo de La Dimensión Desconocida.  Bueno, es una serie B: hay que ser conciente de lo que uno va a ver. No seas tan exigente.
No me molesta ver a Brody como héroe de acción. No me cae especialmente mal, y es gracioso que un tipo tan escuchimizao haga aquí de tipo duro. Mooooaaaoooo. Uy, perdón por el bostezo.
Andan por la selva.
Bostezo.
Hablan. Bla bla bla.
Bostezo.
Va, venga, que la palme alguien ya.
Caras de sorpresa cada vez que encuentran algo.
Qué incómodas son las sillas de este cine.
Selva.
Selva.
Adrien Brody da lecciones de supervivencia y combate.
Bostezo.
¿Y si le mataran a él primero? Sería un punto.
Selva.
Cara de sorpresa.
Cháchara.
¡Ah! Ya se a quién me recuerda. Es el último superviviente. ¡Es Bear Grylls! Bear Grylls en el planeta de los predators.
Tiros.
Vaya, ahora empieza la acción. Ha tardado, pero era lo que venía a ver.
Buf. ¿Ya está?
Caras de sorpresa.
Selva.
Bostezo.
Adrien Brody as Bear Grylls.
Butacas del cine muy incómodas. Tengo una contractura en las cervicales y esto no me ayuda.
Hace calor en la sala.
Selva.
Se dan cuenta que no están en la Tierra.
Sale unos bichos, descartes de los fx de Avatar. Hubiera preferido que fueran osos polares. Así la gente se hubiera estado seis años preguntado por qué había osos polares en el planeta de los predators.
Acción muy mal rodada.
Tengo sed.
Tiros, tiros y tiros, pero todo muy confuso.
Bear Grylls.
Bostezo. Bostezo.
Pasan cosas. Pero no cosas importantes. Está Shane Vendrell, de The Shield, al que hace gracia volver a ver. Los diálogos son de relleno.
Salen los predators. Ahora. Un buen rato después de que haya empezado la peli. Qué poco carisma tienen estos bichos aquí. Son cazadores, sí, pero desganaos. Se ve que han perdido toda la motivación por la caza. Se ve que esta afición ya no les llena. Sería interesante ver la precuela de Predators, con ellos como protas.
Sería más interesante que esto, al menos.
Ahora sale Laurence Fishburne. ¿Ahora? Un poquillo tarde, ¿no? Ya da como pereza. Hace de Tim Robbin en La Guerra de los Mundos.
Cháchara.
¿Sabes qué? Me está entrando sueño. Voy a cerrar un ratillo los ojos y cuando vuelva la acción ya me despertará.
Ay, qué descanso, qué bien se está así.
Bostezo.
Abro los ojos. Sigue igual.
Mierda de butacas, qué cosa más incómoda.
Y mira que son las mismas que donde vi Inception. Y eso fueron dos horas y media.
¿Cuanto tiempo debemos llevar en la sala viendo Predators? Seis días?
Ah, mira, se mueren casi todos de golpe. Vaya mierda de survival.
Va, que los maten ya.
Y a Bear Grylls el primero, que es cansino.
Tiro, tiro, hachazo, hachazo.
Plan para matar y escapar del planeta.
Fuego.
Predators enfadados.
Humanos enfadados.
Público enfadado.
Explosión.
Explosión.
Bostezo.
Madremía, lo que se parece Adrien Brody a Pablo Motos con el torso desnudo y esa cabecilla jíbara.
Explosión.
Última escena abriendo la posibilidad de una continuación.
A mi ya no me engañan.


Atención: el minuto 1:17 de este video es una estafa. En la película solo aparece un puntero de triláser o como demonios se llame. Los demás han sido añadidos para el trailer. Patético.

Saturday, August 07, 2010

Inception / Origen, de Christopher Nolan


La semana pasada visitamos la exposición Per laberints en el Centre de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Si teneis ocasión, no dejeis de visitarla. En ella descubrimos cómo el ser humano ha disfrutado creando laberintos desde sus orígenes. Y cómo Giovanni Fontana creó los laberintos multicursales, aquellos en los que hay más de una ruta a seguir y, por tanto, puedes perderte en ellos.

Christopher Nolan experimenta con los laberintos en Origen. Y lo hace tanto a nivel argumental como formal. 
Si algo ya conocíamos de Nolan es que no es un director corriente, que desee explicar una historia del modo más clásico. Memento fue su tarjeta de presentación, fragmentando el tiempo. En Insomnia exploraba las secuelas físicas y psicológicas de la culpabilidad mediante imágenes. El truco final, siendo una buena película, cojeaba al descubrirse la trampa demasiado fácilmente. Y en los dos batmans apostó por narrarlos como historias policíacas, con lo que dio en la diana (aunque pienso que la segunda está demasiado sobrevalorada). Esto le ha llevado a tener detractores, evidentemente, y a ser acusado de grandilocuencia y pedantería. Si bien es cierto que, hasta el momento, Nolan mostraba ciertos defectos muy habituales (escenas de pelea y de acción muy confusas, cierto ritmo fatigoso), es con Inception donde ha dado con la fórmula clave. Los conceptos básicos de la filmografía de Nolan, culpa e identidad, laten aquí con más fuerza que nunca. Es entrando en su propio laberinto cuando Nolan ha encontrado su película.



¿Revolucionar el cine? Eso es muy difícil, ya. Además, como he leído en otros lares, Inception se trata de un film tan personal que resulta complicado pensar que pueda abrir una línea, un camino.Ni siquiera creo que pueda ser considerado algo nuevo, tampoco. Hay en Origen mil padres bien reconocibles, de Matrix a Dark City, pasando por 2001, Heat, la saga de James Bond, En busca del arca perdida, La trilogía Bourne  y Ciudadano Kane.

Y sin embargo, al ver el film, experimentamos la sensación de ver algo nuevo. Porque Inception es el sueño del cine. Así como soñamos acerca sobre aquello que hemos vivido durante el día, en Inception soñamos aquellas películas que nos han marcado; aunque de una manera diferente. Nolan no imita ni copia: filtra, licua y teje un organismo vivo, que se reproduce en nuestro cerebro y crece en todas direcciones. 



Nolan crea un laberinto delante de nuestros ojos. Introduce explícitamente una Ariadna, como creadora del laberinto argumental, pero es Nolan quien deviene un Dédalo que juega a placer con las matrioshkas del guión y el montaje, arrastrándonos por sus corredores y recovecos, traslándandonos a diferentes niveles visuales y cognitivos. Y consigue que no nos perdamos porque, sorprendentemente, su realización es diáfana. Uno sabe en todo momento en qué parte del laberinto está, aunque no sepa si va a poder salir de él.



Poco más se puede decir de Origen sin estropear el placer de sumergirse en su laberinto, salvo que cualquier apuesta en ella funciona a la perfección. De la banda sonora de Hans Zimmer (arriesgada, mecanizada, angustiosa) a la fotografía de distintas texturas para cada sueño, del cameo de Michael Caine a la acertadísima elección de cásting de todos sus protagonistas (si bien Leonardo DiCaprio se ha especializado en personajes que nunca ríen y ponen cara de me duele mucho el alma, me cuesta encontrar otro actor en sus papel), de las localizaciones (Mumbassa, Tokyo, París, Nepal...) al diseño de interiores (con un guiño inmenso a la escena final de 2001, una Odisea en el espacio), todo brilla con luz propia.

Hace miles de años, los hombres tallaban caminos sinuosos en las piedras. Hoy, Nolan descubre un extraordinario sendero por el que perderse, sentados en la oscuridad de una sala de cine.

No hemos cambiado tanto.     

Thursday, August 05, 2010

Splice, de Vicenzo Natalli



Hay cuatro constantes en el cine de Natalli, y Splice las reune las cuatro:

  • El concepto de un ente superior omnipotente cuya capacidad de control se ve entredicha.
  • La frialdad emocional de sus personajes.
  • La capacidad para crear imágenes y atmósferas perturbadoras.
  • Cierta deriva hacia finales precipitados o descontextualizados. 

Con Splice, Natalli sigue sus propias pautas para ofrecernos un relato incómodo e inquietante. Splice es un remedo de Frankenstein sin necesidad de disimularlo. El matrimonio protagonista se llaman Clive y Elsa, lo que no es baladí.

Como en Frankenstein, o como en un cualquier otra película de Mad Doctors, el cruzar los límites de la ciencia, impuestos por la ética personal del científico, llevará a sus protagonistas a  pisar el pantanoso terreno de lo desconocido, en un viaje del que no habrá vuelta atrás. La pareja protagonista crea vida, en una especie de alegoría de la paternidad, mediante un experimento genético. 



Lo que Natalli nos relata es el aprendizaje de un hombre y una mujer que van más allá de todos las fronteras conocidas. El enfoque no es el de dos seres endiosados jugando con su criatura, sino más bien el de dos padres que no saben cómo afrontar su nueva situación. Pero Natalli es perro viejo y decide envenenar poco a poco la trama, irla zurciendo de rencores y pesadillas, como es el caso de los antecedentes familiares de Elsa, que guiarán sus actos para con respecto a la criatura.

Así, lo que incluso puede parecer una versión cronenbergiana de Tres solteros y un biberón, se transforma en un relato de horror, una historia de maduración violenta tanto del ser creado como de sus creadores, que no solo tomarán conciencia de sus actos sino que deberán pagar por ellos. ¿No les recuerda mucho al viejo cuento de Mary Shelley?

Splice da algunas pinceladas sobre el peligro que representa no solo la experimentación genética (que puede ser beneficiosa en su búsqueda de curas para enfermedades), sino también sobre los pocos escrupulos que demuestran las grandes compañías en busca del beneficio económico por encima de lo ético. Se utiliza como trasfondo de la historia, pero aporta una de las escenas más impactantes de la película: el momento de la presentación de Fred y Ginger al gran público.

Y es que, desde que despedazó a aquel pobre infeliz que se había equivocado de portezuela en el minuto uno de Cube, Natalli sabe cómo dejarnos anclados en la butaca con unas pocas imágenes.



Vicenzo Natalli es capaz de pintar cuadros terroríficos que se quedan marcados en nuestra corteza cerebral. Véase (spoilers, pero no muchos) ese ojo de Dren mirando a través de un agujero de la caja cuando la transportan a la granja, o el despliegue de alas durante la cópula.(fin de spoilers). Son esos fotogramas los que el espectador retiene una vez finalizada la proyección, y a los que recurrirá como en una pesadilla a partir de entonces. El tono enfermizo, irreal y paradójicamente bello de Splice choca de frente con el estilo frío tras las cámaras.

Natalli no suele implicarse emocionalmente en lo que cuenta, ni permite a los espectadores sentir empatía o predilección por ninguno de los personajes. En ese sentido, nos convierte en un Tercer Científico, un observador que presta atención clínica a todo lo que ocurre ante sus ojos, pero no toma partido por nada. Entramos dentro de la historia, sí, pero de una forma aséptica. Esto puede suponer cierto rechazo, pero también es de agradecer que el director no juzgue a sus personajes, sino que los exponga. El espectador tiene los suficientes datos como para tener sus propias opiniones sobre lo que está viendo. Natalli nos trata como a adultos. Créanme, es algo de agradecer en el cine actual.

Tan solo los últimos cinco minutos, más en la línea de una monster movie que de una fábula postmoderna, rompen un poco la coherencia estilística de la película. Aunque, a decir verdad, esa parte también me ha gustado. Pero sepan que soy un entregado a Cube y a Cypher, a pesar de reconocer los múltiples defectos que ambas tienen.   

Así que les digo que se den prisa si desean verla en cine, que Splice va a durar poco en cartel, aunque es una película perfecta para un sábado noche en deuvedé. Disfrutarán del talento de Greg Nicotero, adorarán a Sarah Polley y se enfadarán con la sobreactuación habitual de Adrien Brody. 

Splice no es una gran película, ni falta que le hace. 

Monday, December 21, 2009

Avatar, de James Cameron

Quizás a estas alturas ya habeis leído u oído muchas opiniones sobre Avatar. Desde críticas más pormenorizadas a comentarios de algún compañero de trabajo.

Incluso puede que hayais visto la película.

Así que no os voy a dar el coñazo. No voy a repasar la carrera de Cameron (que sería algo estúpido) ni voy a dedicarle unas cuantas líneas definiéndolo como un director clasicista en la vanguardia de la tecnología.

Porque tres horas de película impecablemente facturada me han dejado frío.

Técnicamente, Avatar es perfecta. En ningún momento te da la sensación de estar viendo efectos especiales, sino algo real. Ese es su gran (muy gran, por lo que representa en salto cualitativo en el cine) logro. Puede que no tan visible como lo fue el T1000 de T2, pero seguramente un avance notable en los fx.

Argumentalmente, Avatar es un churro. Una plantilla de word. No es solo que hayamos visto mil y una veces la película (como tantas y tantas otras, porque al fin y al cabo no hay nada nuevo bajo el sol, tan solo la forma de contarlo), es que uno podría jugar a adelantarse a los diálogos y las escenas, propias del esfuerzo creativo de un niño de cuatro años. Teniendo en cuenta que Avatar lleva doce en producción, temo por el estado psiquiátrico de ese chiquillo.


Sin ser ofensiva (peor eran La Cagalera de Cristal o La Nenaza Fantasma, del desquiciado Lucas), con destellos de alguien que sabe hacer cine, Avatar produce al principio curiosidad, después resignación y finalmente cierta vergüenza ajena al reconocer los tics new age que pensábamos que Cameron había desterrado con Abyss, aquí elevados hasta la incredulidad, con momentos a la altura de las fiestas Ewok de El retorno del Jedi (quizá algunos de los momentos más bochornosos de la historia del cine).

La banda sonora de James Horner provoca estupor. Y punto.

No lo he pasado mal viendo Avatar, ojo. Me ha entretenido. Con todos sus peros. Con todo lo kitsch que sabe llegar a ser. Y tiene escenas de un kitsch empalagador.

Y ahora, algunas comparaciones y sumas graciosas que podeis twittear citando la fuente y recomendando mis novelas:

  • Pocahontas + Los Pitufos + Un tienda de los chinos = Avatar
  • Avatar tiene la originalidad, la estética y la alegria en los colores de un catálogo del Toys'r Us.
  • Bailando con Lobos + El retorno del Jedi + Ibrahimovic cianótico = Avatar
  • Avatar es un especial de Navidad de Los Pitufos.
  • Q-Zar + Happy Meal + Greenpeace = Avatar




PS. Ah, por mi ya pueden parar de proyectar films en 3d. Ya vale con la gracia. Aunque sea, junto a UP, la película que más ha sabido aprovecharlo hasta el momento, no es que me aporte mucho, la verdad.
PS2. Disculpen la dilatación entre post y post. Estoy terminado mi nueva novela y debo robarle tiempo al blog.

Monday, June 15, 2009

Star Trek, de JJ Abrams


Como quiera que sea que soy auténtico devoto de Lost y un fan absoluto de Alias, a JJ Abrams le exijo el máximo en su carrera cinematográfica.

Lástima que sea uno de los tipos más sobrevalorados del Hollywood actual.

Y con ello no le pretendo quitar mérito. Gran reciclador de ideas, argumentos y recursos narrativos, Abrams ha dado un vuelco a la televisión actual. En el caso de Perdidos, creo que el mérito es más de Lieber y Lindelof, que han estado al pie del cañón mientras nuestro nerd favorito ha ido poniendo el nombre.

Como director, MI:3 era una película de puro entretenimiento al más fiel estilo Alias. Como productor, Monstruoso decían que revolucionaba el cine de monstruos (pero a mi solo le revolucionaba el estómago).

Su primer gran reto, retomar la saga Star Trek y convertirla en un producto mainstream no exclusivo para trekkies, era todo un desafío.

Abrams sale airoso de la contienda, pero con matices.

Star Trek sigue la senda abierta por Batman Begins de revisitar viejos clásicos y actualizarlos desde el inicio, adaptándolos al público actual y dándoles nuevos significados. La gran mayoría de estas revisitaciones han sido exitosas (la ya citada del hombre murciélago, o la fabulosa Casino Royale), aunque no se pueda decir lo mismo de sus continuaciones, que se debaten entre un tono pedante y la cutrez (sirvan los mismos ejemplos anteriores, respectivamente).

Así, Abrams tenía un camino abierto. Difícil, pero con señales que indicaban la dirección correcta. Y le ha ido bien.

Para empezar, el cásting es un acierto. Desde este clon de Brad Pitt cabezón que es Chris Pine como el mujeriego capitán Kirk hasta el mimético Spock de Zachary Quinto (quizá la mejor interpretación de la película), pasando por el siempre soberbio y desconcertante Karl Urban o el emergente Anton Yelchin (Kyle Reese en Terminator Salvation). Los personajes no quedan ridículos en sus trajecitos trekkie, son creíbles en la medida de lo posible y respetan las actuaciones del reparto original con gestos y movimientos calcados (lo de Kirk es gracioso, pero lo de Urban es de un inquietante que tira de espaldas).

Vale, Eric Bana está ahí para aparentar, pobrecico, con lo que prometía. Y su nave minera es un chusco. Pero dentro del conjunto se le puede perdonar.

¿El argumento? Algo irregular y dilatado, la preparación para convertirse en miembros de la Enterprise y su primera misión que ya hace peligrar la Tierra está algo estirado, y el film se alarga hasta llegar a un clímax demasiado Bondiano, en el sentido de destrucción de cuartel general del villano de turno. Por el camino, viajes temporales, paradojas que se rompen, peleas, tiros, naves espaciales... todo lo que se le puede pedir a una soap opera y que no se le exigía hasta el momento a Star Trek.

Claro que el Star Trek de Abrams está más cerca de Star Wars que de la serie creada por Gene Roddenberry, en concepción argumental (ese deber moral heredado via paterna) y en aparatosidad visual. El tramo de film que sucede en esa luna helada recuerda mucho (pero mucho, mucho) al inicio de El imperio contraataca y las peripecias de Luke en la cueva del planeta Hoth.

Hay set pieces escalofriantes, como la pelea en la plataforma perforadora tras un aterrizaje en paracaídas; y algunas de vergüenza ajena, como la alergia en las manos de Kirk, que si bien no molesta, es algo infantiloide para el tono que pretende el film.

Y algo que no entiendo. Se crítica a Michael Bay su estilo asincopado y celeroso, pero el Star Trek de Abrams parece haberlo fichado para filmar con la segunda unidad. ¿Podremos los fans de Bay reivindicarlo algún día? ¿Le darán buenos guiones (en la línea de La Isla) o deberá seguir filmando fantasías pseudofascistas disneylandenses?

Por lo demás, Star Trek no revolucionará el cine (ni siquiera lo intenta), pero es una peli entretenida que no insulta al espectador, algo que últimamente se está echando bastante de menos en el cine.

Abrams no será el apóstol del séptimo arte del siglo XXI, pero su perfil puede abrir las puertas a mucha gente con talento e ideas capaz de aportar sabia nueva.

Monday, September 22, 2008

Wanted, de Timur Bekmambetov


Wanted es un cómic gamberro de Mark Millar sobre una hermandad de supervillanos que han conseguido erradicar a todos los superhéroes del mundo. Un mindundi pusilánime es reclutado y adiestrado en el arte del asesinato por la hermandad, ya que su padre, al que dan por muerto fue el asesino más efectivo de todos los tiempos y esa es una de esas cargas genéticas que no se saltan una generación.

Wanted, de Timur Bekmambetov, solo respeta la primera viñeta de la historia, para transmutarla de cabo a rabo y ofrecernos una visión bien diferente.

Podríamos decir que se ha perdido parte de la mala baba por el camino, sí. Pero es quizá el precio que hay que pagar (al fin y al cabo es un blockbuster para todos los públicos) para depurar una historia que, por suerte, ya no incluye ni mallas, ni capas ni dimensiones paralelas.

¿Se le puede llamar adaptación? Pues, la verdad, el debate está abierto pero resultaría baladí. Wanted, el film, tiene poco o nada que ver con el original ilustrado. Y mejor así.

Otro cantar es si Wanted revoluciona el cine de acción como he leído en algún sitio (comparándolo con la magistral y aún no superada La jungla de cristal), o abre nuevas fronteras. Dudo que sea así, porque la película de Bekmambetov no es más que una puesta al día de clichés conocidísimos mediante técnicas en absoluto novedosas. Si queda alguien a quien a estas alturas le sorprenda el bullet time (a punto de cumplir diez años, con Matrix) debe ser porque ha vivido encerrado en un zulo con un VHS con las cintas de My Fair Lady y Kramer contra Kramer todo este tiempo.

El reciclaje en cine no es malo si está bien compactado, y este es el caso de Wanted. No una obra maestra, pero sí una de las películas más entretenidas y desacomplejadas del último año.

Wanted es la suma de la filosofía de la ya citada Matrix, con el temperamento y el nervio de la saga Bourne, y el arco argumental de Star Wars. Por fortuna, el engranaje no solo funcione bien (mejor que bien), sino que rinde a plena potencia.

¿Cuáles son los ingredientes que cuajan en Wanted? Quizá el más importante, o el más visible, es el notable talento visual de su Timur Bekmambetov, que despuntó con el díptico ruso de Los Guardianes -del día/de la noche- y que demuestra que para tener un universo propio no significa siempre redundar en bichos extraños y ambientes gótico-emocionales (¿me escuchan bien desde la última fila, señores Burton y Del Toro?). Bekmambetov construye sus historias en un mundo real regentado por leyes distintas a las que conocemos. Para él, conceptos como la gravedad o el tiempo son meras ilusiones, tabletas de barro que se pueden moldear a placer. Y se agradece que tal efecto esté integrado en la historia, y no sea un recurso más para epatar al espectador.

Historia, digo. Bien. Lo de siempre. El superhombre nieszchiestiano. El don nadie que tiene escondido un mesías o un anticristo en su interior. El Luke Skywalker, el Neo, el Spiderman de turno. La trama, la hermandad secreta de tejedores del destino (sic) que asesinan según los dictados de un código ininteligible es una chorrada que sirve como excusa para mostrar las set-pieces de acción más espectaculares en lo que va de año (señor Nolan, le oigo roncar en las últimas filas!). Persecuciones imposibles, disparos increíbles y una resolución original son la base de Wanted. Y son más que suficiente para disfrutar durante las dos horas de proyección.

Además contamos con un James McAvoy que se lo pasa en grande haciendo de antihéroe (y que parece un joven Russell Crowe), una Angelina Jolie entestada en hacer de dura (de su actuación solo recuerdo la fugaz escena en la que sale del baño... desnuda) y un Morgan Freeman que repite el papel de todopoderos en Como Dios (es uno de los tres registros de Freeman: otro es el de señor triste y el tercero es el de exsecretario general de la ONU).

Hace una semana que ví la película y mi percepción del cine de acción no ha cambiado. Ni me acuerdo de cómo se llama el protagonista, aunque desde luego no es John McClane. Pero sé que ese fin de semana salí del cine con una sonrisa de oreja a oreja, con ganas de echar una partida de tiros en el salón recreativo más cercano, emulando las bizarras aventuras de Wanted.

Friday, August 08, 2008

Wall-e, de Andrew Stanton


1982. Elliott escapa en su bicicleta con ET medio oculto en la canasta. El extraterrestre le hace volar junto a sus amigos, y la silueta del niño pedaleando se recorta contra la luna.

2008. Wall-e y Eva bailan ingrávidos alrededor de la nave espacial.

Me resulta absolutamente imposible escribir nada mínimamente crítico acerca de Wall-e. Ayer no vi una pel·lícula de cine. Ayer sentí una pel·lícula de cine.

La última producción de Pixar consigue lo que solo consiguen los grandes: emocionar. Va directa al corazón, rompiendo cualquier barrera analítica construida con los años. Wall-e se disfruta (dis-fru-ta) con la boca abierta y la piel de gallina, con high-lights cada tres o cuatro minutos, con carcajadas, con sonrisas, con complicidad, con guiños... Wall-e te convierte en niño.

¿Dónde reside el secreto de Wall-e?

Puede que el secreto no sea solo un factor, sino la suma de muchos.



Wall-e son dos películas diferentes que se ensamblan como un mecanismo impecable. Una primera parte apocalíptica de cuarenta y cinco minutos aproximadamente, muda, sin diálogos; y una segunda de acción desenfrenada enmarcada en la más pura ciencia-ficción.

El atrevimiento de ese inicio protagonizado por un robot pequeño que recolecta tesoros de entre la basura y vive junto a una cucaracha tiene su recompensa. Se trata de una auténtica obra de ARTE, la perfección cinematográfica. Se le emparenta con Buster Keaton y Charles Chaplin, y no sin razón. La llegada de un robot (Eva) del que se enamora (¡!) da paso a una de las historias románticas más bonitas que he visto en la pantalla en años. El proceso está explicado con tanta sencillez, pero a la vez es tan franco y real, que nos identificamos con un pedazo de chatarra que suspira por una chica que le ignora. Wall-e desprende empatía y ternura, y es capaz de mostrar todas las emociones posibles con solo el movimiento de dos ojos. Atención al uso de la banda sonora, con canciones de Louis Amstrong o Michael Crawford, que encajan de tal manera que nos hacen sentir dentro de la película. Esos cuarenta y cinco minutos son un regalo para cualquier espectador, repletos de slapstick y romanticismo a partes iguales, con decenas de momentos inborrables. (*)Desde el devastador inicio con una Tierra terminal, pasando por la relación entre el robot y su cucaracha, la forma de dormir meciéndose en una estantería, la llegada de Eva, las luces de colores, las tormentas de arena, el musical revisionado en un VHS, los cuidados de Wall-e cuando Eva se pone en stand-by para esperar el regreso de la nave(*)...

El cambio se produce luego (no desvelaré mucho más, es mejor saber lo menos posible), con la incorporación de una trama más compleja, con multitud de personajes, con un ritmo trepidante y los típicos secundarios Pixar que aquí, como siempre, se salen (*)mi favorito, el boxeador tarado(*). Es la parte del mensaje de advertencia a los humanos, de la alerta de lo que le estamos haciendo a nuestro planeta y a nosotros mismos. Pero no chirría, sino al contrario. Está integrado en el devenir argumental, junto al montón de referencias cinéfilas que van de La Fuga de Logan a 2001, una odisea del espacio, y que convierten el film en un auténtico festival de magia y un deleite para cualquiera amante del cine y la ciencia ficción. (*)Atención al momento extintor, de una plasticidad conmovedora, con Wall-e y Eva bailando alrededor de la nave mientras el capitán empieza a despertar(*).

Wall-e habla, como lo hacen todas las grandes películas, del alma humana. Y como Roy Batty nos mostró dejando vivir a Deckard, nos enseña el verdadero significado de nuestra existencia.

No me tireis de la lengua. Lo explicaría todo y no quiero destriparos nada. Debeis verla. Wall-e es una experiencia fascinante e hipnótica, uno de esos extraños casos de inyección de emociones directas en vena. Y quedaros a los títulos de crédito. No porque salga nada después de ellos, sino por los títulos en sí, otra pieza absolutamente maravillosa que es un homenaje a la pintura a lo largo de la historia. Porque no me canso de repetir-lo: Wall-e es puro ARTE, con mayúsculas.



Hoy son incapaz de quitarme a Wall-e de la cabeza. La vi anoche y aún se me ponen los pelos de punta al volver a ver el trailer o recordar muchas de las escenas. Se pasará, claro. Pero durante hora y media volví a ser un niño viendo a Elliott volar.