Thursday, March 01, 2007

Apocalypto, de Mel Gibson

Mel Gibson no engaña a nadie. Si hay algo tanto en su vida privada como en su filmografía es una honestidad que roza el paroxismo.

Si se dedica a conducir borracho rodeado de putas, o insultar a todo judío viviente al tiempo que recibe misa en latín es algo que no debería influir en el juicio a sus películas, a pesar de los intentos de tanta gente de mezclar lo uno con lo otro.


Su cine es franco y directo. Mel Gibson busca la emoción a través de la imagen, plasmar el sentimiento en pinturas en movimiento, y depura cualquier atisbo de complejidad (argumental, psicológica, narrativa...) hasta convertir sus films en piezas sencillas, que no simples. Salvo su desmarque con El hombre sin rostro, drama intimista protagonizado por él mismo con el que pretendía hacer olvidar su imagen de sargento Riggs de Arma Letal, el resto de su filmografía es absolutamente visual y salida de las tripas. Su mensaje es evidente: un hombre es capaz de enfrentarse a un imperio y derrotarlo, aunque le cueste la vida. El individuo como motor del cambio. De ahí el Cristo de La Pasión, el William Wallace de Braveheart y, en menor medida, el Garra de Jaguar de Apocalypto.

Apocalypto es la deuda pendiente de Mel con su amigo George Miller. Una versión de Mad Max, más allá de la cúpula del trueno, en lo conceptual y en la dirección. Garra de Jaguar es Max Rockatansky, en el papel de superviviente en una civilización decadente, arrancado de un confortable mundo de familia y pueblo, y enfrentado a hombres parecidos a bestias. La violencia, el pesismismo, la sensación de apocalipsis inminente, están tan presentes en la obra de Gibson como lo estaban en la de Miller. Exclamarse por la profusión de vísceras en pantalla, hoy, es no recordar esos films, cuando los complejos eran mucho menores. En Apocalypto no vemos nada que no mostrara Spielberg en El Templo Maldito, y nadie recuerda las aventuras de Indiana Jones como algo desagradable.

La tan polémica película es un remake encubierto de Buscando a Nemo. Claro que si Pixar habla de la historia de un padre que pasa apuros y peligros para ir a rescatar a su hijo, son unos genios, pero si lo hace Mel, es un sádico.


Si cambiamos las peceras por el imperio maya y el oceano por el Amazonas, con un sentido del humor que los niños pueden entender (esos chascarrillos a costa del pobre grandullón y su infertilidad, suegra mediante), unos personajes definidos por su aspecto físico y dos rasgos básicos (el malo cruel de rasgos pérfidamente disneyanos, leptosomático, en contraposición del malo noble, más atlético y altivo), y una concepción de la familia como centro del universo, Apocalypto es un viaje en la misma dimensión que las películas producidas por Lasseter... sin el prestigio de este.


A partir de aquí, el film puede gustar más o menos, y uno puede disfrutar en mayor o menor medida de su planteamiento. Mel Gibson declaró que su pretensión era hacer una gran persecución... a pie. Y a fe que lo consigue. Para ello se sirve de un ritmo frenético, con la cámara inquieta, moviéndose contínuamente pero sin llegar a marear al espectador. Nos muestra todo lo que necesitamos ver, y nos situa justo en el lugar donde deberíamos estar. Mel Gibson nos lanza a la selva, pero no nos abandona, se situa a nuestro lado para que no perdamos detalle.

Con una mezcla de terror y acción, en el sentido más atávico del término, Apocalypto atrapa durante dos horas y medias que pasan en un exhalo, con la respiración contenida en muchos de los pasajes. Empatizamos desde el primer momento con Garra de Jaguar y su bondad, la del pueblo pacífico e inocente que se ve destruido por una civilización, en teoría, superior. Esa confrontación de dos estilos de vida queda en lo meramente superficial, y Gibson no parece pretender aleccionar a nadie. Solo quiere decir: mira qué buenos son estos, mira qué miedo dan esos. Pero tampoco es necesario, porque su capacidad para generar miedo, asco, repulsión y excitación es vertiginosa. Escenas como el sueño premonitorio (recurso al que ya acudió en Braveheart) o la calma de la selva antes del desastre ayudan a generar un clima de desasosiego. La entrada al templo maya a través de los túneles (pintados de azul, como en el film sobre William Wallace), mientras contemplan su futuro dibujado en las paredes, destila terror. La segunda mitad del film es pura dinamita. El pistoletazo de salida lo da Wally, y Garra de Jaguar se transforma en Ronaldinho contra Depredador. El jaguar comiéndole la cara a uno de los perseguidores, el salto en la catarata o las trampas de caza usadas contra sus perseguidores conjugan momentos de realismo naturalista con acción al más puro estilo del Perseguido de Schwarzenegger.

Puede que Mel no nos intenta decir nada con su película. Puede que esté vacía de contenido. Pero esos primeros espectadores que se espantaron al ver entrar un tren por la pared del cinematógrafo de los hermanos Lumiere tampoco sintieron que debían aprender algo. Solo se estremecieron. Y Mel Gibson, sin engaños, nos da emociones de las buenas.


2 comments:

Kike said...

A mi me gustó desde luego.

SisterBoy said...

En esa foto Mel Gibson parece Jason Lee en "Mi nombre es Earl"